miércoles, 30 de junio de 2010

Haikus

Calor vespertino
Zumba el vagabundeo
De una mosca

El aire hierve
Sólo me refresca
El perfume de los tilos

El río reverbera y me calma
Con su voz fresca
Y cristalina

Invierno limeño

Ahora en Lima es Invierno. Seguro que hace un frío intenso y húmedo. Seguro que el Cielo está gris y blanco. Seguro que hay neblina. Tengo Nostalgia del Invierno limeño…La Costa Verde estará brumosa. El Mar estará cubierto por la bruma. Sólo se oirá su vozarrón. En el Centro, la gente andará abrigada, con la nariz tupida, estornudando. El Cielo estará más deprimente que nunca. Yo amo esa infeliz estación del año. Acrecienta la Melancolía. Y mientras más fuerte sea la Melancolía, más puro será el individuo. Uno se deprime con facilidad en el Invierno. En esa estación no se debería trabajar. La mayoría no se da cuenta, pero el rendimiento en el trabajo baja extraordinariamente. El individuo trabajador lucha con todas sus fuerzas para poder laborar, ya que el tedio se apodera de él. Sin embargo, andar por en medio del Invierno, sumido en tristes, desesperanzadores pensamientos, mirando al Cielo depresivo de cuando en cuando, no carece de encanto. Hay que comprender las estaciones, que son un reflejo anímico del hombre. ¿O deberé decir que el hombre es un reflejo anímico de las estaciones? En Lima sólo hay dos estaciones: el Invierno y el Verano. El Invierno es la estación más larga, y el limeño debe arreglárselas para pasarla lo menos peor que pueda. Ahora en Lima es Invierno… La gente tomará emoliente en las mañanas y en las Noches, algunos vagarán sin rumbo, sin saber qué hacer, y otros, al volver de la casa después del trabajo, o de la universidad, se echarán en la cama sin pensar en nada, largo rato. Aquí en Salamanca ya es Verano, pero mi alma está invernal.

Canción de amor en Venecia

Tus murmullos se parecen a esos canales estrechos
y vacíos,
y tu alegría incomprensible es semejante
al tañido de los campanarios
Nuestro deseo es como el graznido de las gaviotas
Ese deseo de irse lejos, por el Mar
Lejos, adonde sea
Tu boca me besa mientras la brisa pasa
Tus ojos son dos piedras de berilo,
y tu piedad es más alta que los palacios
Eres buena y libre
Eres bella y maestra de amor
Los cantos de los gondoleros
no son mejores que tu canto
Y las aguas del Gran Canal
se agitan como tu corazón
Tus manos zurcen caricias,
tus manos me dan Sosiego,
tus manos rosadas como los cirros
Eres serena como el Crepúsculo
Junto a ti me he perdido
por las estrechas callejuelas,
y no he tenido miedo
Más bien he sido dichoso
al estar perdido a tu lado
No queríamos dejar de estar perdidos
Vivíamos nuestro sueño de Verano
Venecia, Venecia,
tú acunaste nuestro amor
Tú nos hiciste olvidar
todo lo que no se refería a nosotros
Y nos diste la dicha de estar juntos
Venecia, Venecia,
tú embelleciste a mi Amada
Hiciste que se pareciera a ti
Y tú, Amada,
cómo me tranquilizabas
cuando me venía el vértigo de estar solo en el Universo
Me dejabas echarme en tu regazo
y acariciabas mi cabeza atormentada
hasta que yo me adormecía
Cuánto te amo
Cuánto me gustó perderme por Venecia la Bella contigo
Y cuánto supe que lo único
que debía importarnos
era nuestra vida impar de dos
Y que todo lo demás era vanidad

París

Ahora

Ahora me gustaría estar en París
A salvo de mi depresión
Fumando hachís en una buhardilla
Luchando con Dios
Luchando con él
por no revelarse,
por hacerse el muerto

Ahora me gustaría estar en París
Bebería en los cafés del Barrio Latino
Y, ya felizmente borracho,
iría a caminar por las orillas del Sena
Mi cabeza sería un caos
y me darían ganas de arrojar mi corazón al río
Quemaría mi pureza para poder vivir
Comprendería que la existencia es esencialmente solitaria
Esperaría, a orillas del Sena,
a que el Sol se ponga
Luego iría a Montmartre
El Verano me alegraría el ánimo
Pero una tenaz Melancolía
me empujaría a los desiertos donde el ser
realmente es
Oh París,
en ti desarrollaría mi lucha metafísica
Y conocería el regocijo de la carne
y la aflicción del espíritu
Por las Noches andaría perdido,
por las Noches
en las que la idea del suicidio
está despierta, insomne
No sé qué miseria persevera en ti, París amado
Ahora

Ahora iría a las Tullerías
Pasearía por los jardines
con una lanza clavada en el costado,
con sensaciones terroríficas
en el tuétano del alma
Más tarde volvería a mi buhardilla
a pasar la Noche en vela,
a ver a los ilustres fantasmas de París,
a caer entre mis andrajos mentales,
a seguir luchando con Dios
Mientras el calor arrecia
y las estrellas se muestran escasas en el Cielo
¿Cuándo podré gritar con todo mi ser,
con todo mi desespero?
París,
tú me escucharás
Tú comprenderás mi grito
y mi deseo de morar en ti
Sí , París,
sí,
ahora mismo me gustaría estar en ti

Venecia

Era Verano, no tenía ganas de vivir,
y oía una música callada muy deprimente
La enfermedad de ser hombre se acrecentaba
Sólo me animaba un poco el perfume de los tilos
Quería ser una piedra más, inconsciente, dorada por el Sol
Cuando no pude más conmigo, enrumbé hacia ti, Venecia
De adolescente te amaba, soñaba contigo
Pero nunca imaginé conocerte mientras los lobos de mis sienes
aullaban
No comprendo mi vida
Y no sé qué soy
Dime Venecia qué es mi vida
Dime Venecia qué soy yo
Anduve por plazas y calles sin seguir ningún rumbo
En el Cielo celeste desteñido florecía el Sol
Había nubes rosas y blancas
Por los canales pasaban las góndolas con gente feliz a bordo
Yo no me pregunto si soy feliz porque no podría responderme
Sólo sé que la Tristeza tiene un fondo de Felicidad
y que la Felicidad tiene un fondo de Tristeza
Venecia, haz que me olvidé de mí y que me quede andando
por tus calles, por tus plazas
Déjame cruzar tus muchos puentes, Venecia
Déjame enfermarme de asombro y de arrobo
Déjame mirar largo rato esos canales viejos, callados, soledosos,
que tanto me gustan
Dime qué me pasa
Dime por qué no me es grata la vida
Dime por qué permanezco en este desasosiego
Venecia, ciudad amable, amabilísima
Yo en ti traté de volver a ser un adolescente
Pero me di cuenta que mi corazón ya es otro
Tenía que ser otro
Por fuerza tenía que serlo
En la plaza san Marcos hallé Sosiego
mirando al Gran Canal,
viendo cómo las góndolas atracadas cabeceaban
Allí pasaba el atardecer
El Sol se ocultaba en el Mar, como un autista
¿Qué puedo hacer, oh Venecia, para vivir con ganas de vivir?
Las gaviotas graznaban y la brisa pasaba corriendo
Anochecía
Y mi alma se acongojaba
Me atarazaba el Remordimiento
Padezco el Remordimiento de ser un hombre que no sabe qué hacer
Y, culpable en Venecia,
el espíritu se me estrechaba
y era como una embarcación que bogara sin singladura
Mientras anochecía yo callejeaba por ti, Venecia
Y es que caminar era lo único que quería
Quería andar sin pensar en nada
El pensamiento es vida
Y mi pensamiento estaba turbio
Venecia, eres bella
Tu belleza me conmovía,
y también tu vejez,
ciudad remozada por el amor
Solo, resolviendo el problema de mi existencia-
¿y por qué tiene que ser un problema?-,
atraillando muertas ilusiones,
esperando la desesperación,
un aleteo de membranas,
un follaje agitado por un viento negro
La existencia comienza a ser un problema
cuando uno se hace plena y racionalmente
consciente de ella,
¿no crees, Venecia?
No olvidaré las Noches
en las que la Luna amarilla
emergía del Mar
Ni olvidaré que por algunos momentos
me olvidé de mí en ti, oh Venecia

miércoles, 23 de junio de 2010

Haikus

Voy por la calle Úrsulas
Noto un vago perfume
Los tilos han florecido

Los tilos de la calle Úrsulas han florecido
Y esparcen su dulcísimo resuello
Bajo el Sol

He olido el perfume
Y he visto las flores
De los tilos, breves, odoríferas

Verano

Las aves le cantan al Sol radioso y la vida se alegra casi sin causa, animalmente. En la calle Úrsulas los tilos han florecido. Su perfume es una primicia, una exhalación dulce y amarilla. Se anuncian días de Beatitud, de Olvido estival. Sin embargo, estoy atormentado. No creo en el amor, y sin embargo a veces me siento enamorado. No creo en la vida, y a pesar de eso me siento apegado a ella, como si la creyera. Cascadas de luz, calor, sandalias, ocio ardiente, eterno retorno del Verano. En lo alto de una montaña, medita un asceta; en el Mar se bañan unas adolescentes beatas; por la ciudad voy andando sin rumbo, dejando que el resuello del Sol acaricie mi piel. Job, cubierto de úlceras, sentado entre el excremento, vive su Verano. Dios se lo ha quitado todo. Lo ha hecho para probarlo, y Job no entiende, sólo soporta. Cuántos son probados como Job. Cuántos pierden la fe, y cuántos la acrecientan. El Mar se revuelve y grita. Job eleva sus imprecaciones. El hombre moderno no podría ser como Job. Imposible. Carece de la fuerza necesaria para serlo. El Sol ríe ampliamente. El augur lee el libro de las aves. El muerto se pudre en el arroyo seco. Un niño corre por la playa, vive la plenitud de su libertad.
Y solo, solo, solo, contemplo el Crepúsculo. Y así, así, así, me calmo y hallo Sosiego. En medio de este Verano ajetreante.

Persecución

Tu boca es la mujer pecadora
que me abreva
entre áspides que se enroscan en las arpas
Tus ojos son dos guerreros verdes
que se tienden a descansar en la grama,
y que desenvainan sus espadas al oír
el menor ruido
Tus senos
son el misterio oscuro
de tu vida
Tu sexo es el tesoro
que hallaré,
oculto entre tus muslos
dorados
El amor es el Olvido
Juntos, nos olvidaremos
de nosotros
El coito es un combate
Combatiremos, Amada,
hasta morir
de un arrobo violento,
de un orgasmo excesivo
Cruelmente desnuda
pasarás por mi Insomnio
y yo te seguiré
hasta cogerte de la cintura
y oír tu risa verde
Esa risa impiadosa
Mi vida consiste
en perseguirte
y en conocer
el amor del Olvido
y el Olvido del amor

El suicida

Dice que se va a suicidar,
que el suicidio es algo perfectamente lógico
La vida carece de sentido, es ininteligible
Dios no existe
Así que yo me voy a quitar la vida
en cualquier momento
Será lo más sensato que haga
Así dice el joven que quiere suicidarse
Tomará pastillas, se disparará en la cabeza
o entrará al Mar y se dejará matar suavemente por él
Es triste que la vida no sea la vida que creíamos
El Sol brilla entre las frondas,
el día es tibio y claro
Dejaré de ver el Sol
Dejaré de ver el Cielo azul,
limpio y despejado
Seré consecuente
La vida no vale la pena de vivirse
Cómo cantan los pájaros,
ignorando la tragedia del hombre
Los cantos de los pájaros
ahora me dan miedo
Moriré escuchándolos
Ah si me pudiera matar oliendo una rosa
La Muerte me salvará
Me salvará del absurdo
No temo a la Muerte
Ella me dará la inexistencia que necesito
La vida es más fuerte que yo
Me supera
El suicidio será hermoso
Acabaré con lo que me atormenta
Y me dormiré como un niño
desgraciado
Aún viviré un poco más
Mi cuerpo está apegado a la vida
aunque mi mente ya esté lejos de ella,
en un limbo brumoso
Miro el Mar bravío
Espero entrar en él
Pronto. Muy pronto.
Cuando la vida ya me resulte
del todo insoportable

martes, 22 de junio de 2010

Agonía y Muerte de un lobo

Un lobo hermoso, flaco y hambriento
intentó, una Noche, entrar a un gallinero
Cuando se disponía a entrar oyó un estrépito
y sintió una quemadura en el costado derecho
El dueño del gallinero velaba, y al verlo
le había disparado con su escopeta
El lobo corrió y se internó en el bosque
Fue dejando un triste rastro de sangre
Corrió y corrió, hasta cansarse
Agitado, se tendió sobre unas hojas secas,
al pie de un árbol
Miró al Cielo. Vio la Luna.
Y dijo “Qué solo y cansado me siento.
Sé que voy a morir…Qué desolación…
Lo que más me duele es morir sin creer…
Ya no creo en el dios de los lobos…
Él no existe, es sólo una ilusión…
Antes creía en él, creía que él me ayudaba
a cazar, creía que él guiaba mis pasos,
Creía que él me cuidaba…Sin embargo,
después me di cuenta que no existía…
En los momentos de hambre y de Soledad
no sentía su presencia… Cuando aullaba a la Luna
me sentía infinitamente solo…El dios de los lobos
nunca me dio una sola señal de su existencia…
Ahora me muero, me muero solo y sin dios…
El hombre, que será quien me haya matado,
tampoco cree en su Dios… Está desolado y decepcionado…
Antes creía, pero se dio cuenta que su Dios no existía…
El hombre que me habrá matado es, en cierto modo,
mi hermano… Ambos vivimos en un Mundo sin Dios…
¿Qué será de los hombres y de los lobos que aún creen?
Pero ya me muero… Ya todo se va acabando…
Qué exquisito es el perfume del bosque…
Ah, será la última vez que lo disfrute…
Y mi Luna, qué hermosa está mi Luna…
Tendré que decirle adiós, aunque me duela…
Ah ya me muero…”
El lobo reclinó la cabeza en las hojas secas
y espiró.
La Luna rielaba en el Cielo.

lunes, 21 de junio de 2010

Haikus

Nostalgia de un sueño estrellado
Las golondrinas anuncian el advenimiento
Verano

Me levanto contra mi propia condición
Y contra la creación entera
Soy un hombre rebelde que se enternece con el canto del mirlo

Ahora que ha llegado el Verano
Pienso en ella
Mi sueño de carne y de Luna

La Esperanza

La Esperanza es una virtud, pero también es una maldición. Todo el que haya esperado algo lo sabe. Cuando se espera a ciegas, sin saber cuándo llegará el objeto de nuestra espera, la Esperanza se convierte en un tormento. En el “Prometeo encadenado”, de Esquilo, el titán dice “Hice que los mortales dejaran de andar pensando en la muerte antes de tiempo.” Entonces el Corifeo le pregunta “¿Qué medicina hallaste para esa enfermedad?” Y el titán responde “Puse en ellos ciegas esperanzas.” Prometeo fue cruel sin quererlo. A veces pienso que Zeus lo condenó al tormento de los buitres no por robar el fuego sagrado, sino por poner ciegas esperanzas en los hombres. Tenemos Esperanza, pero ésta es vana. Nos sirve para consolarnos, no para salvarnos. Teognis de Mégara escribió “La Esperanza es la única diosa que habita entre humanos/las demás se marcharon, dejándola atrás, al Olimpo.” La Esperanza es una deidad que habita con nosotros. Nos es fiel, nos ayuda, nos reconforta. Pero no deja de ser una deidad nociva. Todo el que espera, espera en vano. Dice Kierkegaard “Se debe herir de muerte a la esperanza terrenal, pues sólo entonces nos salva la esperanza verdadera.” Hay que aniquilar a la Esperanza. Es un espejismo, una ilusión, una virtud mentirosa. Dice Camus “Me doy cuenta ahora, por tanto, de que la esperanza no puede ser eludida para siempre y que puede asaltar a los mismos que se creían liberados de ella. “ No podemos vivir sin Esperanza, aunque ésta sea un tormento. La necesitamos, por eso dejamos que regrese y que nos asalte. La Esperanza es un buitre. Nos devora las entrañas cada día. Nadie escapa al tormento de la Esperanza.

Elba

Mi madre se separó de mi padre y se fue con mis hermanos
a vivir a un condominio en Monterrico
Yo me quedé con mi padre en la vieja casa de Maranga
Era un adolescente confundido y atristado
Al llegar el Verano, fui a pasar una temporada a la casa de mi madre
Fue entonces cuando te conocí
Tú eras prima de las vecinas e ibas a visitarlas todos los Veranos
Eras del Norte, de Guadalupe
Eras la adolescente más hermosa que había visto
Cara redonda, ojos verdemiel, labios abultados,
Senos grandes y redondos
Bella
Codiciable
Deidad
Tus primas, unas chiquillas, nos presentaron
Nos hicimos novios al cabo de muy poco tiempo
Tú, al principio, no querías ser mi novia
Me voy a ir, y los dos vamos a sufrir, me decías
No pienses en el después, piensa en el ahora, te decía yo
Y tú aceptaste ser mi novia
Todas las Noches yo saltaba a tu azotea
Allí, a la luz de la Luna, nos queríamos
Eras mi primera novia
Yo estaba
Enamorado,
Fascinado,
En arrobo constante
Una Noche, mientras nos refocilábamos
en el cuarto que estaba en tu azotea,
me dijiste Te amo
Sólo esa vez lo dijiste
Habías bebido
Estabas borracha
Me mostraste los senos
Me los ofreciste
Y yo me hundí en ellos
Tus senos
como dos alcores,
como dos campos de mies
Llegó el momento de tu partida
No te despediste de mí
Fue mejor así
Me enviaste una invitación para ir a tu quinceañero
Pero no fui
Y te perdí para siempre
Te extrañé muchísimo
Pasaba los días tendido en mi cama, mirando al techo
Incluso lloraba
Tú ya me habías dicho que íbamos a sufrir
Extrañaba tocar tus labios
Besarlos
Fuiste mi novia de Verano
Y ese Verano fue el mejor de todos mis Veranos

El canto del ateo

Temblando de desesperación, inquieto,
soledoso en este Mundo , sólo me queda elevar mi canto
Dios que deberías existir,
Creador creado, creía que habitabas en mi corazón
Pero mi corazón está vacío, y tiembla de dolor
Dios inexistente,
de niño me enseñaron que existías
y que protegías a los hombres
Me hablaban de un Dios bueno,
me hablaban de tu misericordia,
y yo te quería
Cuánto te quería, oh Señor
Cuánto te amaba, oh Dios que no existes
Ahora tu inexistencia me llena de Melancolía
Tu no ser me sume en la Angustia
Me muero. Me ahogo.
¡Existe, Dios! ¡Por favor existe!
Abre tu oído y escúchame
¡Existe! ¡Por favor existe!
Es inútil tanta súplica
Sólo tu Silencio es la verdad
Ese Silencio de lo que no es
Me dijeron que tú eras el Salvador del Mundo,
que te habías hecho hombre por el mucho amor que sentías
hacia el hombre
Pero ahora, Dios mío, ya sé que no existes
¡Sálvame de la desesperación, Dios mío!
¡Sálvame!
Te sueño, te invento, te recreo,
pero tú sigues sin existir
¿Es que no te compadeces del niño que fui?
¿No te conmueven aquellos rezos míos,
murmurados al pie de la cama?
¡Dios mío, Dios mío! ¡Por qué me has abandonado!
¡Dios mío, Dios mío! ¡Por qué no existes!
¡Yo te quería, Señor! ¡Yo te quería!
Y he aquí que me has dejado solo
El amor de todos los hombres del Mundo,
de los que en ti creen,
podrían más que tu inexistencia,
podrían hacer que fueras
Pero tú no quieres existir
Oh Dios que deberías existir
Ahora, Señor, de verdad estoy solo
Y elevo mi canto para poblar tu ausencia

domingo, 20 de junio de 2010

Casa sola

Era raro
Mis padres ya no se soportaban, pero no se separaban
Ya ni siquiera se dirigían la palabra
Pero vivían juntos
Mi madre dormía en su alcoba y mi padre en su cuartucho del primer piso
Sólo los Domingos dejaban de estar bajo el mismo techo
Mi madre se iba con mis dos hermanos a la casa de mi tía
y mi padre se iba a algún lugar que yo ignoraba-nunca
decía adónde iba-
Yo me quedaba solo en la casa
Casa sin hogar
Casa ya sin amor
Recordaba los desayunos de antaño,
cuando nos reuníamos ante la mesa
y vivíamos una vida verdadera
Mientras mi madre preparaba el almuerzo,
mi padre nos llevaba a mí y a mis hermanos a pasear
Mamá cocinaba pollo frito con arroz y papas
Y a la casa le latía fuerte el corazón
Durante la tarde cada uno hacía lo que quería
La casa se amodorraba
Papá y mamá leían juntos el periódico
Al atardecer nos íbamos al cine
Regresábamos a casa de Noche, comentando la película
Mamá preparaba la cena
La casa se ponía tibia y tierna
Éramos un hogar
Aquellos Domingos en los que yo me quedaba solo en la casa
eran tristes y desolados
La casa se ponía mustia
Yo era adolescente y me acostumbraba a la Soledad
Escribía, leía, me masturbaba, veía la tele
Pero la casa rezumaba un vacío
Casa sola
Casa sola
Ya no olía a pollo frito
Ni mamá y papá se sentaban juntos a leer el periódico
La casa me dolía
Sí, me dolía la casa
Casa sin hogar
Casa soledosa
Cuando en la Noche volvíamos a estar juntos
la casa se ponía a llorar

El caos amado

Es una Noche de Verano. Teresa y los niños duermen. Yo, muerto de calor, escribo en la terraza. A Teresa la han vuelto a despedir del trabajo. Cuando llegó y me lo dijo estaba deshecha. Yo la abracé y traté de consolarla. Luego le di un poco de whisky. Eso la calmó. Conversamos. Me dijo que su jefe la había mandado llamar y le había dicho que tenía que despedirla por alcohólica y por absentismo. Ella intentó mantener la calma, pero como vio que su jefe se ensañaba, perdió la paciencia y lo mandó a la mierda. Después de eso volvió a la casa. Bebimos whisky hasta que anocheció. Teresa estaba mucho más calmada. Dio de comer a los niños y se fue a la cama. No tardó en dormirse.
Conocí a Teresa en un bar de Miraflores, en la calle x. Yo vivía en la cuadra x de Diagonal y me dedicaba a beber y a escribir. Una Noche, cansado de tanto escribir, decidí salir a tomar algo. Anduve bebiendo por varios lares, hasta que llegué a ese bar donde encontré a Teresa. Bebía en la barra. Parecía triste. Su mohín de Tristeza la embellecía más aún. Yo también me senté en la barra, muy cerca de ella, y me quedé observándola. Era bella: rostro ovalado, facciones finas, ojos castaños, labios carnosos, cabello rubio. Cuando se paró para ir al baño pude apreciar su cuerpo. Esbelto, atlético, un tanto descuidado. Vestía una blusa blanca y una falda gris. Cuando estuve lo suficientemente borracho, me animé a hablarle. Hola, me llamo Daniel, me sorprende verte sola, le dije. Me gusta estar sola, me gusta beber sola, me dijo ella. ¿Te puedo invitar una cerveza?, le pregunté. Si quieres, me respondió ella. Pedí dos cervezas que fueron servidas en el acto. Bebimos. Me ha pasado algo muy gracioso, me dijo ella. ¿Qué te ha pasado?, le pregunté. Me han despedido del trabajo por borracha. Rió. ¿No te parece gracioso?, me preguntó. Sí, sí que me parece gracioso, le respondí. Callamos y bebimos. Aún no me has dicho tu nombre, le dije. Me llamo Teresa. Pues mucho gusto, Teresa. ¿En qué trabajabas? Soy secretaria. ¿Y vas a buscar otro trabajo? No lo sé, me imagino que sí. Acabamos las cervezas. Pedí dos más. Tengo dos hijos, me dijo Teresa. Yo callé. Son una parejita. El mayor se llama Carlos y tiene diez años, y la menor se llama Mariana y tiene cinco. ¿Y el padre?, pregunté. Me divorcié de él hace un año. Se llama Miguel y es abogado. Todos los meses me da dinero para los chicos. Entonces puedes vivir sin trabajar. No, eso no. Yo también quiero mantener a mis hijos. Lo que pasa es que desde después del divorcio comencé a beber, y ya me ves, soy toda una alcohólica. Callamos un rato. ¿Tú qué haces?, me preguntó Teresa. Soy escritor. ¿De eso vives? Bueno, no precisamente. Tengo unos ahorros de algunos trabajos que hice, y tengo una abuela que me da dinero de vez en cuando. ¿Has publicado algo? Sí, publiqué un cuento y un poema en una revista de Literatura. ¿Y te pagaron? Hasta ahora no he visto dinero alguno. Las horas pasaron. Bueno, Daniel, yo me tengo que ir, tengo que ver a mis hijos. De acuerdo, ¿mañana vendrás? Sí, creo que sí. Pues te estaré esperando. Al día siguiente, fui al bar a la misma hora. Teresa no estaba. Me senté en la barra y pedí una cerveza. Cuando iba por la mitad, ella apareció. Se sentó a mi lado. Hola, escritor, me dijo. Hola, Teresa, ¿una cerveza? Bueno. Pedí una cerveza. Conversamos. Teresa me dijo que el Lunes-era Viernes-, comenzaría a buscar un trabajo. Yo le dije que haría bien. Cuando estuvimos algo borrachos le propuse ir a mi departamento. Ella accedió. Mi departamento estaba desordenado, pero limpio. Teresa se sentó en el sofá. Yo fui a la cocina y volví con una botella de whisky, un recipiente con hielo y dos vasos. Serví los tragos. Brindamos por el éxito de Teresa en su búsqueda de un nuevo trabajo. Luego bebimos. Tengo miedo de fracasar en todos los trabajos, me confesó Teresa. No puedo dejar de beber. Y la causa de mis fracasos en los trabajos es la bebida. ¿Has intentado dejarla alguna vez? He intentado dejarla muchas veces, pero no he podido. ¿Tus hijos te han visto borracha? Sí, pero no se han dado cuenta. Cuando íbamos por la mitad de la botella, yo le dije a Teresa que se descalzara y que estirara las piernas. Ella lo hizo. Sus piernas quedaron sobre mi regazo. Se las acaricié. Tienes unas lindas piernas, le dije. Ella sonrió. Yo le fui subiendo la falda. Metí una mano entre sus piernas. Ella gimió. Yo le quité las pantimedias. Me eché encima de ella. La besé. Ella también me besó. La desnudé. Su cuerpo parecía una ofrenda. Lo recorrí todo con mis labios. Luego me desnudé. Volví a echarme sobre ella y se lo metí suavemente. Ella se movía como una serpiente. Yo entraba y salía, cada vez con más fuerza. Me corrí después de un buen rato. Ella también se corrió.
Comenzamos a vernos todos los días en mi departamento. Teresa no conseguía trabajo. Una Noche, cuando acabábamos de hacer el amor y yacíamos en mi cama, ella me preguntó ¿Te alcanza para pagar el alquiler de este departamento? En realidad debo cuatro meses, pero la casera es comprensiva conmigo, le he dicho que en cualquier momento voy a ganar un premio literario. Teresa rió. ¿Por qué no te vienes a vivir conmigo?, me preguntó luego. Estoy acostumbrado a vivir solo, le dije, y ya ves, soy un alcohólico, ¿qué ejemplo le daría a tus hijos? No me pareces un mal hombre, por eso me gustaría que vivieras conmigo y con mis hijos. No lo sé, Teresa…Bueno, piénsalo, yo en realidad siento algo muy bello por ti. Además vives el mismo infierno que yo. Tampoco puedes dejar de beber. Pero es una vida que yo he elegido. ¿Y acaso no es un infierno? Bueno, sí. A veces siento cierto Remordimiento. Piensa bien eso de ir a vivir a mi casa. De acuerdo.
Cavilé mucho antes de tomar una decisión. No tenía claro lo que sentía por Teresa, pero algo de ella me fascinaba. No sé bien qué era. Hace dos meses que vivo en su casa, con ella y sus hijos. Con éstos no he tenido mayor problema en las relaciones. Me ha bastado con hacerles caso y con cumplir todos sus caprichos. Con Carlos juego al Play Station. Con Mariana juego a las barbys. De vez en cuando les cuento cuentos, así aprovecho para ejercitar mi imaginación abotargada por el alcohol. A Miguel, el ex esposo de Teresa, no lo conozco. Aún no he tenido el gusto. Teresa dice de él que se portó mal, que siempre anduvo con amantes, y que por eso se divorciaron. Pero, por otro lado, me dice que no es un mal tipo, y que es un buen padre. Todos los fines de semana se lleva a los chicos a pasear. Es abogado.
Con Teresa bebemos todos los días. Yo les digo a los chicos que Daniel y mamá, cuando beben, hacen algo que sólo hacen los grandes. También les he dicho que Daniel y mamá no hacen nada malo. Y, de paso, también les he dicho que Daniel y mamá son amigos y se quieren mucho.
Desde que la conocí, a Teresa la han echado de dos trabajos. Por ir borracha en más de una ocasión. Yo me siento culpable, porque no ayudo a Teresa a dejar de beber. Y el problema es que ni ella ni yo queremos dejar de beber. Todo lo contrario, queremos beber mucho. Queremos olvidar. Somos alcohólicos, triunfos de Baco.
Teresa y los chicos siguen dormidos. Ya es bien tarde. Sin embargo, quiero seguir trabajando en esta novela. Se me comienza a poner rebelde, y debo domeñarla. Así que sigo escribiendo en la lap top, muerto de calor.

Despertó pasado el mediodía. Fue a la sala. Allí estaba Teresa, mirando por la ventana, completamente desnuda. Hacía mucho calor. ¿Cómo estás?, le preguntó Daniel. Deprimida. Hoy no he tenido ganas de ir a buscar trabajo. No importa. Mejor así. Así descansas un poco y te relajas. Carlos, sentado en el sillón, jugaba al Play Station, y Mariana, de rodillas en la alfombra, hablaba con sus Barbys. Hola, chicos, les dijo Daniel. Hola, Daniel, le respondieron los niños al unísono. Teresa seguía mirando por la ventana. Daniel fue a la cocina, abrió el refrigerador y sacó una cerveza. Tráeme una a mí, le dijo Teresa. Daniel sacó otra cerveza, cerró el refrigerador y fue hacia el sillón donde estaba Teresa. Le dio su cerveza. Bebieron. Hablaron de la mala fortuna de Teresa, y del trabajo literario de Daniel. Cuando los chicos dijeron que tenían hambre, Teresa fue a cocinar. Daniel se quedó bebiendo en la sala, cerveza tras cerveza. Al cabo de un buen rato, Teresa regresó con una botella de whisky, un recipiente con hielo, y dos vasos.
Al atardecer, Daniel y Teresa estaban completamente borrachos. Bueno, es la hora de salir a pasear con los chicos, dijo Daniel. Sí, llévalos a que se distraigan, dijo Teresa. Daniel salió a pasear con los chicos. Vivían en la cuadra x de Precursores, en Maranga. Entre las dos pistas había jardines. Caminaron por ahí. El Sol se ocultaba despacio. Era un hermoso Crepúsculo de Verano. Daniel iba bebiendo una cerveza. Al cabo de una hora, cuando el Azur cubría el Cielo, regresaron a casa. Daniel se sirvió un whisky con hielo. Qué calor hace, dijo. Teresa, desnuda en el sofá seguía bebiendo whisky. Estuvieron bebiendo hasta que llegó la hora de comer de los chicos. Cenaron los cuatro. Teresa acostó a los chicos y regresó a la sala a seguir bebiendo whisky con Daniel. Estuvieron bebiendo toda la Noche y toda la madrugada. A eso de las siete, Teresa se fue a duchar. ¿Piensas salir?, le preguntó Daniel. Sí, voy a buscar trabajo, le respondió Teresa. Sería mejor que te quedaras a descansar, ya mañana vas. No, quiero ir hoy, dijo Teresa desde la ducha.
Se arregló muy bien. No parecía resacosa. Luces perfecta, le dijo Daniel en cuanto la vio. Me voy, le dijo Teresa. Se acercó a Daniel, que estaba sentado en el sofá bebiendo vino, se inclinó y le dio un beso en la boca. Buena suerte, le dijo él. Gracias, le respondió ella.
Daniel se quedó bebiendo hasta las nueve. A esa hora los chicos despertaron. Buenos días, Carlos. Buenos días, Mariana. Buenos días, Daniel. Buenos días, Daniel. Carlos se puso a jugar al Play Station y Mariana se puso a jugar con sus Barbys. Daniel les preparó el desayuno. Luego los llamó a desayunar. Ellos fueron al comedor con rapidez y se sentaron a la mesa. Desayunaron. Daniel los acompañó con una cerveza y unas tostadas con mantequilla. Cuando los chicos terminaron de desayunar fueron corriendo a seguir con sus juegos. Daniel lavó los platos y se fue a la terraza con su lap top. Se puso a escribir. A eso de las doce sonó el timbre. Daniel fue a abrir. Era un tipo bajito, medio gordo y con bigote. Llevaba terno. ¿El señor Daniel Fernández?, interrogó. Soy yo, dijo Daniel. Puf, por fin lo encuentro, lo he estado buscando durante semanas. ¿Quién es usted? Trabajo para la revista a la que usted envió su cuento y su poema. Ah. La directora de la revista ha quedado gratamente impresionada con su trabajo y quiere verlo y darle la paga. Creí que no pagaban. Sí pagamos. De acuerdo, ¿qué debo hacer entonces? El hombre bajito sacó una tarjeta del bolsillo de su saco y se la dio a Daniel. Allí está la dirección de la revista y el nombre de la directora. Vaya a buscarla mañana. De acuerdo. Bueno, me voy. Que tenga buenos días. Chao.
Teresa volvió a eso de la una. ¿Qué tal te fue?, le preguntó Daniel. Bien, tengo una cita mañana en la mañana. Qué bien. ¿Te sirvo un trago? Sí, por favor. Daniel sirvió whisky con hielo en un vaso y se lo dio a Teresa. A la hora de almuerzo le contó lo de la revista. Qué bueno. Has sorprendido a alguien con tu trabajo, le dijo a ella. Es sólo buena suerte.
Al día siguiente, Daniel fue a la revista. Estaba en san Isidro, a la altura de la cuadra x de la avenida Javier Prado. Cuando Daniel vio a la directora de la revista quedó gratamente impresionado. Ella era muy joven y muy bonita. Su cabello era rizado, sus ojos eran verdes, su nariz y su boca eran muy finas, y tenía unos senos grandes y redondos. Soy Daniel Fernández. Pues mucho gusto, yo soy Alejandra Ortiz, directora de esta revista. Se dieron la mano. Siéntese, señor Fernández. Gracias. Bueno, ya le habrán dicho que quedé impresionada con su trabajo. Es…diferente. Le vamos a pagar. No le pagamos antes porque no teníamos cómo comunicarnos con usted. Ni siquiera respondía el celular. Pasé por una mala etapa, me llené de deudas. Me cortaron el celular. También se mudó de su departamento. La persona con la que habló ayer estuvo buscando a la dueña para conseguir la nueva dirección. Felizmente usted se la había dado. En fin, lo que queremos son más trabajos suyos. Se los puedo dar. Tengo material por ahí. Le agradecería que me los diera. Les pagaremos por ellos. Se los daré de buena gana. ¿Le parece bien si nos vemos pasado mañana? ¿Aquí? ¿A la una? Lo invito a almorzar. Aquí estaré.
Me dieron el trabajo, le dijo Teresa a Daniel. Pues felicidades. ¿Y a ti cómo te fue en la revista? Muy bien, me pagaron. Es una buena suma. Entonces debemos celebrar. Se pusieron a beber vino.
El día que Daniel y Alejandra, la directora de la revista, se encontraron, fueron en el carro de ella, un BMW, A La Rosa Náutica. Comenzaron bebiendo un Pisco Sour. ¿Cómo es que una chica tan joven puede ser la directora de una revista literaria?, le preguntó Daniel a Alejandra. Mi padre fue el primer director. Cuando falleció hace tres años yo me quedé como directora. ¿Estudiaste Literatura? Sí ¿y tú? No. Sólo estudié dos años de Filosofía. ¿Y qué has hecho? ¿Cómo te has mantenido? Bueno, me han mantenido, y he hecho algunos pequeños trabajos por ahí. Nunca los resistí. Terminé siendo el vago que soy. ¿Tienes algún vicio? Sí. El alcohol. ¿Bebes mucho? Todos los días. ¿No te gustaría dejar la bebida? No. En realidad no. Bebieron más pisco sour. Luego Alejandra pidió un piqueo. Hablaron de Literatura. Me sorprendes, Daniel. Tienes muchos conocimientos. Cuando terminaron el cuarto pisco sour, pasaron al comedor. Comieron con apetito. Pidieron una botella de vino. Al terminar la botella, Alejandra le dijo a Daniel Estoy algo borracha. Luego rió. Entonces vamos a otro lugar. Vamos a mi casa. De acuerdo. Fueron a la casa de Alejandra. Daniel condujo.
En la sala de la casa, siguieron bebiendo vino y conversando. ¿Con quién vives?, le preguntó Alejandra a Daniel. Vivo con una mujer divorciada que tiene dos hijos. ¿Y puedes trabajar con comodidad? Sí, no tengo mayor problema. Yo te puedo conseguir un buen lugar para escribir. No es necesario. Sí lo es. El entorno tiene mucho que ver. Pero es que siento algo muy sublime por la mujer con quien vivo, y le he cogido cariño a los chicos. ¿Ella también bebe? Sí. Ambos van a acabar mal si siguen así. No lo creo. Escúchame, Daniel, yo puedo ser tu editora. Puedo publicar tus obras. ¿Con qué condición? Con la de que te mudes a un lugar que yo te conseguiré. Déjame pensarlo. Cuando acabaron la botella de vino, Alejandra estaba bastante borracha. Admiro tu trabajo, Daniel, en serio, decía. Daniel le acarició una mejilla y le dijo Gracias. Ella se acercó a él y lo besó en la boca. Él también la besó. Se tendieron en la alfombra. Él se sacó la ropa. Luego la desnudó a ella. La besó por todo el cuerpo. Aspiró el perfume de su piel, un perfume dulce y rosáceo. Hazme el amor, pedía ella, hazme el amor. Él se la metió con fuerza y comenzó a moverse de atrás para adelante. Alejandra gritaba como loca.

Ha pasado una semana y a Teresa la han vuelto a echar del trabajo. Esta vez ha sido por un problema de acoso sexual. Según ella, su jefe trató de sobrepasarse. Me dijo que se la chupara, me afirmaba ella. Le di varias bofetadas y me dijo que estaba loca. Me echó porque dijo que estaba loca. ¡Maldito pervertido! Ya no te preocupes. Yo te mantendré. Ahora me pagan por escribir, le he dicho yo. ¿Quién te paga? ¿Esa directora tan joven y tan buena? ¡Debe ser una perra que se ha enamorado de ti! Nada de eso, Teresa, nada de eso. Ella es muy buena gente y admira mi trabajo. ¡Es una puta! ¡Cálmate! ¡Los niños van a escuchar! ¡Maldita perra! ¡Cállate! ¡No! ¡Perra! ¡Puta! ¡Si no te callas me voy! ¡Puta! ¡Puta! Ante la terquedad de Teresa, no me ha quedado más remedio que ir a recoger mis cosas. Mientras hago la maleta, ella llora. Cierro la maleta. Ella viene corriendo. Me abraza. Me besa. ¡No te vayas! ¡No te vayas! ¡Yo te amo! ¡Yo te amo! Nos abrazamos y nos besamos. No vuelvas a decir lo que has dicho, le digo a Alejandra. Está bien, está bien, pero no te vayas. De acuerdo. No me iré.
Es otro día caluroso. Estoy escribiendo en la terraza mientras los niños juegan en la sala. Suena el timbre. Voy a abrir. Es un tipo de mi misma estatura, esbelto, atildado. Lleva terno. Hola, lo saludo. Hola, me saluda él, soy el padre de esos niños. Ah tú debes de ser Miguel. Pasa, pasa. Entraré después. Antes necesito hablar con usted aquí afuera. Sí, con todo gusto, pero por favor tutéame. Como quieras. Sé quién eres. Teresa me ha hablado de ti. Dice que eres bueno con los chicos. Pero yo creo que un borracho nunca puede ser bueno para unos niños. Me imagino que el borracho al que haces alusión soy yo. Pues sí, soy un borracho, pero nunca he hecho nada indebido delante de los chicos. Te hundes en el alcohol junto con Teresa. Bueno, no nos hundimos precisamente. Ella tiene un problema de alcoholismo. Yo también lo tengo. Pero eso no le hace daño a los chicos. Mira, Miguel, sé que eres un buen tipo. Teresa me lo ha dicho. Yo también quiero a tus hijos. Pero jamás los dañaría. Miguel no sabe qué decir. Quizá esperaba que yo me comportase de diferente manera. Voy a ver a los chicos, me dice, y entra a la casa. Yo vuelvo a ponerme escribir.
Alejandra espera mi respuesta definitiva. He estado cavilando durante días para saber qué es lo mejor para mí, para Teresa y para los chicos. Estamos en la Rosa Náutica, bebiendo pisco sour. ¿Has pensado qué es lo que vas a hacer? me pregunta Teresa. Sí, le respondo. Seguiré enviando mis trabajos a tu revista. Eso me parece muy bien. Pero me interesa más saber si aceptas mudarte a un lugar donde puedas escribir mejor. Pero ya te he dicho que en la casa donde vivo escribo sin problemas. Estás viviendo con una borracha. Eso te arrastra más al vicio. Llegará el momento en el que ya no puedas escribir por beber tanto. Conoces mal a los escritores, Alejandra.
Después de beber seis pisco sour cada uno, Alejandra ya está algo borracha. Te he dicho que puedo ser tu editora. Puedo publicar tus obras. ¿Por qué quieres quedarte con una alcohólica? ¿Acaso la amas? Hay algo en ella que hace que no pueda dejarla. No creo en el amor. Eso no existe. Existen los lazos. Yo tengo un lazo con Teresa. Eres un idiota, Daniel. Te estoy ofreciendo todo lo necesario para que vivas como un escritor y no como un cualquiera y te das el lujo de rechazarlo. No quiero abandonar a Teresa y a los chicos. Pues no los abandones y se acabó. Yo te hice un buen ofrecimiento. Tú elegiste. Alejandra se pone de pie y se marcha después de pagar. Yo me quedo terminando mi pisco sour.
Es de Noche. He estado caminando todo el día y recién regreso a casa. ¿Dónde has estado?, me pregunta Teresa. Por ahí, caminando, le respondo. Me siento en el sillón. Teresa sale desnuda de la habitación y me dice Hoy tampoco conseguí trabajo. No importa, Teresa, no importa. Y tú, ¿hablaste con la directora de la revista sobre la publicación de tus obras? Sí, y no le interesan. Pero por qué, si antes le interesaban. No sé, las mujeres son muy volubles. ¿Quieres un trago? Sí, por favor. Hoy quiero beber toda la Noche.

viernes, 18 de junio de 2010

Retorno

Lento es el camino que retorna a uno mismo
Criaturas sin ilusiones como niños desnudos
se abrevan en el lago de la esencia
La tarde es una garza que plañe a orillas del río
Áspero es el camino que retorna a uno mismo
Yo me espero, anhelante, como el ruiseñor
aguarda no sé qué con su canto
Me reuniré conmigo, seré al fin yo
Paseo por la alameda, junto a la gente
que ignoro y que me ignora
Las hojas de los árboles se agitan al son de las conversaciones
Pero yo callo
Yo voy en silencio volviendo poco a poco
¿En qué momento me aparté tanto de mí?
Estoy pleno de vacío,
con el yo moribundo,
y la sustancia cansada
El Sol abriga las circunstancias,
muerde los cuerpos, ilumina
el camino que conduce al ser
El río reverbera, con su rumor
me ayuda a volver
Porque quiero volver
He estado mucho tiempo alejado de mí
El río habla y habla
y refleja en su negro espejo el Cielo azul
con nubes blancas
Los chopos se incrustan en el firmamento
y los vencejos se mecen en el aire
como sigilosos agüeros
Desesperante es el camino que retorna a uno mismo
La desesperación es una mano temblorosa que sostiene un revólver
Y el camino, en ocasiones, nunca se termina de andar
Interminable es el camino que retorna a uno mismo
¿Tendré que acostumbrarme a vivir sin mí?
La tarde es una garza que va plegando las alas

jueves, 17 de junio de 2010

Nostalgia

Nuestros pies se acariciaban en la arena de la playa
Tus pies breves, dorados, adolescentes
El Sol era una testa ardiente llena de zarzas
El aire de diamante casi se podía tocar
La brisa fortalecía nuestras vidas inciertas
Pudimos ser felices
Pudimos compartir la Beatitud
El Mar se revolvía y gritaba como grita el Silencio
Éramos criaturas de un Verano que parecía perpetuo
Nada nos preocupaba, nada nos atormentaba
Las gaviotas chillaban y nos hacían pensar
en interminables viajes marinos
La canícula me llenaba de deseo, de tranquila inquietud
Tenía que masturbarme para calmarme
Lo hacía mientras me bañaba en el Mar
Allí mezclé mi semen con la espuma
Al atardecer, contemplábamos el Crepúsculo
Nuestros cuerpos tibios se relajaban
El Sol se ocultaba despidiendo una luz bermeja
que nos sosegaba
El Mar se encalmaba, murmuraba hondamente
Nos quedábamos sentados en la arena hasta que anochecía
Veíamos nacer a la rubia estrella
que acompaña a la Luna
Caminábamos por la orilla
Íbamos de la mano
Tu mano pequeña, frágil, amable
Mirábamos el claro de Luna reflejado en el Mar
Tú suspirabas
Yo besaba tu boca, tus cabellos, tu frente
Eras mi arrimo
Eras el espíritu de mi espíritu
Nunca anduve contigo
Nunca nuestros pies se acariciaron en la arena de la playa
Quien nos une es la Nostalgia,
la terrible Nostalgia de lo que nunca pasó

miércoles, 16 de junio de 2010

Haikus

Y la Muerte perecerá
Con el canto de los pájaros
Y las flores de la Primavera

Fronda de llanto
Río como un negro espejo
Tristeza que infunden los sauces

En el Cielo quizá exista Dios
Quizá existan flores de cristal
Allá arriba, en el mudo cenit

Preguntas crueles

L a Luna muestra su faz entera en el Cielo pavonado. Un individuo la mira y se pregunta por qué existe, por qué está, por qué vive. Se da cuenta que una de las costumbres del hombre es hacerse preguntas que carecen de respuesta. El Silencio del Cielo infinito lo sobresalta. Su Silencio interior lo azora. Las estrellas hacen su música allá arriba, allá lejos. Cuando el individuo del que estoy hablando era niño, subía con su padre y con sus dos hermanos menores hasta la cima de una montaña de Chaclacayo. En la cima, el individuo se preguntaba ¿Quién soy yo? ¿Por qué soy yo? ¿Y si yo no soy yo, sino otro? Esas preguntas ontológicas, crueles, precoces, le daban vértigo. Sentía como si perdiera la conciencia, y, más aun, la autoconciencia. Esas preguntas lo acompañaron durante toda su niñez. Quedó marcado por ellas. Ahora, mientras contempla la Luna, esas preguntas vuelven, más violentas. ¿Quién soy yo? ¿Qué soy yo? Antes le preguntaba a Dios ¿Qué soy yo? Pero ahora ya no le dice nada al Creador. Ya no cree en él. Pero igual pregunta a la Nada, con temor ¿Qué soy yo? Nadie sabe qué es. Todos simplemente viven. Por qué él tiene que padecer esas preguntas. ¿Qué soy yo?
Él se refiere al ser que mora dentro suyo, al ser que es él. Ese ser ¿qué es? El individuo mira la Luna y espera a que sus preguntas amainen. Suspira. Oye la harmonía estelar. Y olvida su conciencia.

Beatriz

Beatriz, mi guía por los senderos de la desesperación
Tenías quince años cuando te conocí
Yo tenía dieciocho
Fuimos al Munich a tomar algo y a conversar
Eras bella y demoníaca
Cambiabas de ánimo abruptamente
A veces guardabas silencio y fruncías el ceño
Eras insoportable cuando te ponías de mal humor
Recuerdo que en nuestra primera cita intenté besarte
Habíamos bebido en el Munich y estábamos sentados en una banca
de la Plaza san Martín. Tú no te dejaste besar. Yo me quedé con las ganas
de probar tus labios y tu saliva
Nos volvimos a ver después de un año
Nos emborrachamos en el Munich. Te besé. Tú también me besaste.
Después del beso estuviste enojada. Yo no te entendía.
Comenzamos a vernos una vez al año.
En una ocasión, te llevé a un hotel pringoso. Tú estabas muy borracha.
Luchamos en el lecho. Te dieron ganas de vomitar. Te ayudé a hacerlo.
Te quedaste dormida boca abajo en la cama. Yo te toqué y me masturbé.
Mi semen salió como magma y cayó en la parte trasera de tu jean.
Cuando despertaste te diste cuenta de lo sucedido. Yo callé, enojado.
Tú me decías que no me preocupara, que lo que había hecho era normal.
Yo te dije que quería largarme. Nos fuimos. Te embarqué en un taxi.
No te besé al despedirnos. Al día siguiente te llamé por teléfono y tú me dijiste
que ya no querías verme nunca más.
Sin embargo, cuando cumplí veintisiete, me llamaste y
nos volvimos a ver en el Munich. Nos embriagamos y yo te propuse llevarte
al cuarto en el que vivía solo. Tú aceptaste. En mi cuarto hicimos el amor.
Gozaste y sufriste. Me dijiste que me odiabas. Desperté por la mañana.
Volví a hacerte el amor. Vi manchas rojizas en la sábana. Comprendí que te había desflorado.
No dije nada. Tú parecías un animal domeñado, inerme, humillado.
Nos hicimos novios. Una Noche me llamaste y me dijiste que estabas en el Munich,
que me esperabas allí. Fui a buscarte. Estaba de mal humor. Te dije que estaba cansado,
que no tenía ganas de juerga. Salimos del Munich y anduvimos por La Colmena.
Tú no querías irte a tu casa. Tú querías irte conmigo a mi cuarto.
Me dijiste Si no me llevas a tu cuarto no me vuelves a ver nunca más
Te llevé a mi cuarto. Te hice el amor. Era eso lo que querías.
Me dijiste que querías quedarte a dormir. Yo te dije que lo mejor era que te fueras,
que yo necesitaba dormir solo. Eres un egoísta, te vas a quedar solo por el resto de tu vida,
no te entiendo, rechazas mi compañía, te gusta estar solo.
Yo guardé silencio. Salimos a la calle. Esperamos un taxi. Tú seguías reprendiéndome
Eres un egoísta, nadie te va a querer si sigues portándote así, tienes que aprender a compartir tu vida…
Yo sólo quería que te fueras. Inesperadamente, me abrazaste y me dijiste
que me querías, que te perdonara por todo lo que me habías dicho.
Yo te besé y te dije que sólo necesitaba que me comprendieras, que
me había acostumbrado a vivir solo, pero que poco a poco aprendería
a vivir contigo.
Te fuiste en un taxi.
No te veo desde aquella Noche.
Beatriz, mi guía por los senderos de la desesperación,
mi amado demonio;
jugábamos a matarnos,
te encantaba ese juego
Querías matarme por amor
Felizmente nos separamos
Yo no quiero verte más
Si nos quedábamos juntos hubiéramos acabado muertos los dos.

La Ilíada y la Odisea

Cuando era niño, siempre me despertaba triste
Tenía que ir al colegio y eso me producía arcadas
Vomitaba en el baño sin que nadie se diera cuenta
Mi padre me llevaba al colegio
Había que tomar dos micros. Tardábamos una hora en llegar.
Mi padre y yo nos alejábamos de la casa cogidos de la mano
Los jardines olían a tierra y a pasto y los pájaros cantaban embarulladamente
Mi padre notaba mi desazón. Se daba cuenta que yo sufría por ir al colegio
Una mañana comenzó a contarme la Ilíada
Yo me quedé impresionado con su relato
Todas las mañanas me contaba un fragmento del poema homérico
Yo vivía lo que me contaba
En el colegio soñaba despierto
En plena clase pensaba en la guerra de Troya,
en las hazañas de los héroes
Cuando mi padre me contó el combate de Héctor y Aquiles
yo me quedé cogitabundo
El verdadero héroe era Héctor
Aquiles era un semidiós, y aventajaba al Priámida en fuerza
Sin embargo, Héctor, siendo sólo humano, se atrevió a combatir
Eso era realmente meritorio
El hombre luchó con el semidiós, y aunque fue derrotado venció
Venció sobre sí mismo, venció sobre su humanidad, venció
la divinidad de Aquiles. Venció con el valor.
Le dije todo eso a mi padre, y él estuvo de acuerdo conmigo
Cuando terminó de contarme la Ilíada comenzó con la Odisea
Conocí la historia de Ulises. Viví sus aventuras.
Me excitaba con los episodios del Cíclope, de Circe, de las Sirenas,
De Escila y Caribdis, del descenso al Hades…
Me angustiaba con la espera de Telémaco,
me conmovía con la fidelidad de Penélope,
y me emocionaba con la Nostalgia y con la pena de Odiseo
Al terminar de contarme la Odisea, mi padre me dijo que pidiera
los dos poemas de Homero en la biblioteca
Así podría leerlos y profundizar más en ellos
Una mañana fui a la biblioteca
Le dije a la bibliotecaria, una mujer gorda con gafas,
que quería sacar la Ilíada y la Odisea
Ella me miró de arriba abajo y me dijo que yo era demasiado
pequeño para esas lecturas
Yo tenía seis años, y me entristecí ante la decisión de la bibliotecaria
También sentí cólera, no lo puedo negar
Me sentí subestimado
Le conté lo ocurrido a mi padre
Él me dijo que no estuviera triste, que
ya me regalaría una Ilíada y una Odisea
Lo hizo en mi cumpleaños número siete
Me regaló la Ilíada y la Odisea de editorial Aguilar,
de la colección Crisol
Fue el mejor regalo que he recibido en mi vida
Mientras estuve en el colegio, incluso cuando mi padre dejó
de llevarme, fui contándome la Ilíada y la Odisea
Así me evadía de la espinosa Realidad

martes, 15 de junio de 2010

El hombre contemporáneo

Al despertar, el individuo tiene miedo
El día es incierto y el individuo puede sentir su humanidad
sin paliativos
Se sienta en la cama. Tiembla un poco. Coge los blíster que están en la mesa de noche.
Toma sus pastillas- antidepresivos, antipsicóticos, ansiolíticos-,
para poder vivir
Va al baño. Orina. Defeca. Se asea. Vuelve a su cuarto. Se viste.
Sale del piso. Se va a callejear. Piensa mientras camina. Pensar
es para él un padecimiento. Nunca se pone de acuerdo consigo mismo.
Entra a un bar. Pide un tinto y un pincho de panceta. Le sirven. Come y bebe.
Le dan ganas de emborracharse. Siempre busca evadirse.
Pide un tinto más. Se lo sirven. Lo bebe, paga y se va.
De regreso a casa le da un ataque de Angustia.
Se siente solo en un Mundo sin Dios. Arrastra
su Angustia hasta su piso. Allí toma un puñado de ansiolíticos.
Se sienta ante su escritorio y enciende el ordenador.
Se pone a chatear. Una hora después come. Acabada la comida
el individuo busca una página porno en Internet. La encuentra
y se masturba. Después de limpiarse vuelve a navegar por Internet.
A las dos horas, le viene el esplín. Deprimido, da vueltas por la habitación.
Toma una pastilla y se echa en la cama. Espera.
Existe el tormento de ser hombre
Más aun en estos tiempos
Hoy en día se desespera silenciosamente,
y se incuba una Angustia terrible
El peligro de ser uno mismo,
la enfermedad de ser hombre,
el grave estado por el que pasa cada individuo
Ir declinando sin darse cuenta
Y ser un individuo de su época

lunes, 14 de junio de 2010

Haikus

Día tibio, de Sol
Ya se oyen las lentas pisadas
Del Verano

En estos últimos días de Primavera
Sólo espero tener
El corazón tranquilo

Dulce Insomnio
Con los lamentos del ruiseñor
Que parecen los de mi corazón

Intento de huida

Una de las cuatro nobles verdades del Budismo es que la vida es sufrimiento. Buda buscó escapar del sufrimiento mediante la meditación. Él meditó y alcanzó la iluminación. Después de alcanzar la iluminación entró al Nirvana, ese estado de reposo absoluto. En realidad, Buda buscó escapar de la vida. Su vida y su doctrina consistieron en huir de la vida, que es sufrimiento. Kierkegaard decía que la existencia es sufrimiento. Y enfrentó ese sufrimiento. Él quería sufrir. Como buen cristiano que era, quería crucificarse con Cristo. Sin embargo, también buscó escapar de la existencia. Consagrándose a Dios lo lograría, ya que él es amor y consuelo. Yo huyo de la vida. Escapo como puedo. Para mí, escapar de la vida consiste incluso en fumar un cigarrillo. Uno se entrega al pequeño placer de fumar y olvida su vida, se evade de su existencia. Podría estar fumando todo el día. ¡Tanto necesito escapar de la vida! Caminar por la ribera del río, tenderme en el soto, callejear por Salamanca, todo eso es un intento de huida. Hay que escapar de la vida, como sea. Vivir es huir. Vivir es no tomar tan en serio a la vida. Vivir es olvidarse de la vida. Contemplar el árbol, o la flor; contemplar a la mujer bella o al sendero de chopos; beber vino, caminar sin pensar en nada… Todo eso es huida. Y todo eso es vivir. Se puede hallar una contradicción en todo lo que digo. Pero el hombre es una contradicción viva. La vida es sufrimiento. Y el hombre está sumido en la vida. Pensar es padecer. Pensar en la vida, como lo han hecho muchos filósofos, y como lo puede hacer en algún momento algún individuo es vivir muriendo. Ya que la vida es sufrimiento, hay que escapar del sufrimiento, hay que huir de la vida.

Brenda

Éramos adolescentes
Estábamos en el mismo colegio, en el mismo año, en diferentes aulas
Yo me enamoré de ti
No eras bella, eras una fea guapa, algo
en ti me atraía poderosamente
Yo también te gustaba
No nos hablábamos
Sólo nos mirábamos furtivamente
Estábamos enamorados
Todos decían que eras una puta
Yo estaba seguro de que lo eras,
y te amaba más
Me gustaban tus piernas y tus senos
Te codiciaba
Me masturbaba pensando en ti
Una vez, el cholo Gálvez, un cazurro, me dio tu teléfono
Yo, con bastante miedo, te llamé
Hablamos, nos conocimos
Se me hizo una costumbre llamarte
Iba a un teléfono público que estaba en una esquina desolada
Iba en mi bicicleta y te llamaba
Conversábamos mucho
Sin embargo, en el colegio no nos hablábamos
En el colegio éramos dos desconocidos
Yo noté que mis llamadas ya te aburrían
Así que te invité a salir
Fue mi primera cita
Estaba muy nervioso
Nos encontramos en el parque Kennedy de Miraflores
Sólo dimos vueltas
Conversamos poco
Recuerdo que hablamos de Dios
Yo te dije que él no concedía lo que se le pedía
Tú estuviste de acuerdo conmigo
Todo el rato quise besarte, pero no me atreví
Fue un fracaso personal, esa cita
Dejé de llamarte
Pero igual te seguí amando
Al año siguiente, mis padres me cambiaron de colegio
Yo era un mal alumno, mi rendimiento era muy bajo y mi conducta era muy mala
Por eso en el colegio ya no me querían
Sólo tú me querías
Me enviabas cartas con mi hermano menor, que también estudiaba en el plantel
Yo no te respondía
Una tarde fuiste a mi casa
Hablamos, me preguntaste por qué te había dejado
Estabas como loca
Pude haberte besado
Pude haberte hecho pasar a mi casa, donde no había nadie,
y hacerte el amor
Pero no hice nada de eso y me deshice de ti lo más rápido que pude
Ni yo mismo me entendía
Después de esa ocasión dejamos de vernos definitivamente
Cuánto te amé, adolescente sagrada,
amor de mis confusiones y de mis rarezas
Las desoladoras mañanas las animabas tú,
con tu inquietud y tu alegría
Cuánto me amaste, a mí que no lo merecía
Tus ojos negros me escrutaban
y hacían temblar mi corazón
No supe cómo obrar
No supe cómo amarte
Me descubriste tu ternura, Brenda,
y yo me quedé con la Nostalgia de tus ojos

Disjecta membra

Estoy deshecho
Y reúno mis fragmentos bajo el Sol
Rehacerme, en eso consiste mi vida
Suave discurre el pensamiento
cuando los ríos de amapolas
surgen del Silencio
Y los bajeles bogan iluminados por la Aurora
esclavizando los sentimientos confusos, ásperos, rotosos
Mi Remordimiento es un montón de ángeles rabiosos
que muerden el césped rojo donde un toro alado lucha con una Quimera
No bastará con mi Tristeza para acallar al ruiseñor
Ni mi Nostalgia será suficiente para recorrer los desfiladeros
por donde se aleja un caballo cuyos cascos dejan una huella perenne
Los perfumes violeta se esparcen por el prado,
amainando las catástrofes
Cómo explicarme mi vida deshecha si aún no logro
reunirla en el soto
Montones de miembros yacen en el barbecho,
montones de miembros de los hombres fragmentados,
incompletos
Quién podrá decir Soy uno
Si nadie es realmente uno,
si nadie goza su unidad
Estamos todos hechos trizas
Y así existimos
Y así vivimos
Soy un ser que no quiere ser
Soy un ser que quiere ser otro
Un violento relámpago es la vida,
un remanso desvencijado es la ilusión de antaño,
hirsuta y con bigote
Casas de lirios albicantes descienden hasta el Mar de añil
y penitentes de rodillas elevan su plegaria en lo alto de las columnas,
como vivientes capiteles
Casi no puedo vivir conmigo
Una pedrada rompió mi máscara, mi máscara ínsita,
y tengo el rostro agrietado, doliente, sangriento
Reúno mis fragmentos esta tarde florida de Primavera
Reúno mis fragmentos para poder vivir conmigo
Quizá logre ser el que soy

domingo, 13 de junio de 2010

Leyendo a Kierkegaard

I
La existencia es sufrimiento
Existo, luego sufro
En todo momento mi aguijón en la carne me recuerda que existo
La Melancolía es una rosa
Es una cruz que cargo en secreto
El amor es un lirio enfermizo
Bajo el Cielo, se alzan las jorobas
en las que la multitud clava espadas ardientes
Por el muelle de Copenhague, pasea melancólicamente un individuo
Un hombre solo en el Mundo, solo
delante de Dios, que bien puede ser una ilusión
Pero este individuo tiene fe y realiza
un salto absurdo
Salta entregándose a Dios

II

La Melancolía de Kierkegaard era congénita
L a mía también lo es
Nací con un crisantemo marchito entre las manos
La relación de Kierkegaard con su padre fue bastante compleja
Ambos se amaban, pero el anciano padre trasmitió su Melancolía
a su hijo. Además, lo educó demasiado severamente en el cristianismo.
Le envejeció el alma. Lo lanzó al Mundo provisto de una gran idealidad
Es decir, que lo envió como carne de cañón
Por otra parte, el anciano reveló un secreto a su hijo
Le contó que cuando era niño y cuidaba los rebaños
en las landas de Jutlandia, descorazonado por el sufrimiento
y por el hambre que padecía, trepó un día a una colina y maldijo a Dios.
Kierkegaard se consideraba maldito. Su padre estaba maldito y él también.
La relación con mi padre es también compleja
Él también me ha envejecido el alma,
y me ha lanzado al Mundo después de haberme dado
una educación idealista
Me ha lanzado al Mundo para que me destrocen
Y yo lo odio y lo amo
Kierkegaard hablaba de su aguijón en la carne, de su cruz,
de su secreto
Yo también tengo un aguijón en la carne,
y un secreto profundo y doloroso


III

Desesperación silenciosa…
Inevitable…
El muchacho pensativo sentado a la mesa,
condenado a pensar y a desesperar
Kierkegaard amaba a Regina Olsen,
pero rompió el compromiso porque su senda era demasiado estrecha,
porque su Melancolía le impedía contraer nupcias, porque
tenía una misión en el Mundo,
y no podía cumplirla si se casaba
Se hizo pasar por un canalla para que Regina
no se sintiera mal
¡Tremendo sacrificio!
Yo también tenía una Amada y la dejé para cumplir mi misión
Kierkegaard vivió la Angustia, esa Angustia
de estar solo en el Mundo, olvidado y descuidado por Dios
Yo conozco la Angustia de estar solo en el Universo,
pero no tengo la fe que tenía Kierkegaard
No creo en Dios
Mi Angustia puede acabar matándome

IV

Yo, como Kierkegaard, quiero una verdad que sea tal para mí
Hay seres humanos enfermos que ven más allá de lo aparente
Kierkegaard vio más allá, y su visión fue la de un individuo opuesto a la masa
El hombre es, ante todo, un individuo, un ente
La desesperación es una enfermedad mortal
Bella es la fe llena de heridas
y la Angustia abrazada a un crucifijo

sábado, 12 de junio de 2010

Mis Noches con ella

Hoy María Elena ha cantado en el Satchmo otra vez. Todos los Viernes lo hace, y yo vengo a verla y a oírla religiosamente. Canta como una calandria. Su voz es dulce, suave y violeta. Con ella distraería a los ángeles de su visión beatífica. Mientras espero a que salga, busco una esquina oscura y solitaria y me pongo a fumar un bate. Es una Noche rojiza y fría de Invierno. Me siento tranquilo. Siempre me siento tranquilo después de escuchar a María Elena… María Elena, mujer aún niña, niña desamparada en los atrenzos de la vida…Nos conocemos desde el colegio. Desde el colegio creo que la amo, pero nunca le he dicho nada. Casi no ha cambiado desde esos tiempos. Sigue siendo la adolescente de cabellos rizados, de ojos verdemiel, de senos grandes y redondos… Han pasado más de diez años, y nuestra amistad aún perdura. Yo soy un tipo extraviado. No trabajo. Sólo escribo poemas bastante malos que sé que nunca me publicarán. María Elena, a su modo, es una mujer extraviada. Trabajaba en una ONG, pero salió de ella y ahora sólo canta. Su madre está en los Estados Unidos, por lo tanto ella vive con su padre, con quien no tiene una muy buena relación. Doy una larga calada. Miro al Cielo. Me trago el humo. Mis miembros se relajan…
Hemos venido hasta el parque Kennedy caminando. Ya es tarde. La Noche despierta. Damos una vuelta por el parque y luego entramos a la Calle de las pizzas. Tenemos hambre. Entramos a una pizzería. Pedimos una pizza especial y una jarra de sangría.
-Qué tal dormiste ayer-le pregunto a María Elena.
-Me quedé dormida a las siete de la mañana. Sigo con insomnio-me responde ella.
-¿Y has estado llorando?
-Sí. Mucho.
-Tienes que ir a un psiquiatra.
-No,no quiero ir a ningún psiquiatra.
-Tienes depresión, María Elena, necesitas ayuda.
-El canto me ayuda.
-Estoy seguro que sí, pero…
- No me lo vuelvas a decir, no voy a ir a ningún psiquiatra.
-Bueno. Como quieras.
-Lo extraño mucho.
-Lo sé.
-Quisiera borrarlo de mi mente, pero no puedo… Todo el día y toda la Noche me acuerdo de él… Todo era tan hermoso… No sé por qué tuvo que pasar eso…
Traen la pizza y la sangría. Comemos en silencio. Al terminar, comenzamos a beber la sangría.
-Yo lo amaba y aún lo amo-me dice María Elena- No podría besar a otro. Me resultaría imposible. Sólo lo quiero a él.
Guardo silencio. Me dan ganas de decirle a María Elena que yo la amo, y que estaría dispuesta a consolarla a como de lugar. Y en cuanto al beso, estoy seguro que ella podría besarme. Aunque siempre hemos sido como hermanos. Bueno, fue ella la que dijo una vez que yo era como un hermano para ella. No me quedó más remedio que decir que ella era como una hermana para mí. Así que ahora tenemos una relación fraternal.
Acabada la sangría, pago y nos vamos. ¿Quieres ir al café Zeta?, le pregunto a María Elena. Sí, vamos, me responde ella. En el café Zeta, nos sentamos en una de las mesas de la terraza. Una chica que parece menor de edad nos atiende. Yo pido una cerveza. María Elena pide un té japonés.
-Mi sobrina está embarazada, y mi hermano quiere que aborte-me dice ella.
-¿Cuántos años tiene tu sobrina?
-Dieciséis.
-Es muy joven.
-Sí, pero yo no quiero que aborte, y ella tampoco quiere abortar. Mi hermano es un energúmeno. Él trató muy mal a mi cuñada, por eso se separaron. Es un mujeriego y un irresponsable. Y así y todo, mi mamá lo defiende. Pobre Javi, dice, hay que comprenderlo. Mi mamá está loca. Cree que Javi es una víctima. Cree que sufrió mucho por la separación de mis padres. Y en realidad sí sufrió, pero no demasiado. Yo también sufrí, pero tuve que sobrellevarlo.
-¿Y qué va a hacer con su hija?
-La quiere hacer abortar, pero mi cuñada y yo se lo vamos a impedir.
-¿Y tu mamá qué dice?
-Le da la razón a Javi.
-¿Y tú cómo te estás llevando con tu mamá?
-Mal. Ella quiere que yo regrese con mi ex.
-¿Con Mario?
-Sí.
-¿Y tú qué le has dicho?
-Que yo no quiero regresar con él. Que por favor no se meta en mi vida. Para mi mamá lo primero es la familia. Guardar las buenas formas, y todo eso… De niña, un primo mío, mayor que yo, quiso abusar de mí. Fue en una fiesta familiar. Cuando yo fui corriendo a contarle a mi mamá lo que me habían querido hacer, ella y mis tías hablaron con mi primo, pero no lo resondraron, y a mí no me dijeron ni me explicaron nada…
-No querían que hubiese escándalo, seguro.
-Sí, querían evitar el escándalo, pero a costa del trauma de una niña.
Callamos.
Ha pasado un buen rato. Quiero ir a bailar, me dice María Elena. Ya, vamos, le digo yo. Antes de ir a bailar, nos vamos a la Bajada Balta. María Elena ya sabe que necesito fumar. Después de la fumata, nos vamos hacia Larco. Allí entramos a la discoteca X. Es un buen lugar. Pasan buena música y la gente baila sola o en pareja. Le digo a María Elena que me espere, que necesito ir al baño. ¿Vas a tomarlas?, me pregunta ella. Sí, le respondo, las necesito. Voy al baño, saco un blíster de diazepam de mi bolsillo y me tomo seis pastillas. Al salir, veo a María Elena bailando sola en la pista. Me acerco a la barra. Pido una sangría y una Coca Cola. Sentado, contemplo a María Elena. Baila bien. Se abandona a la música. Se olvida de todo cuando baila. Tomo un sorbo de Coca Cola. Pasa el tiempo. Las pastillas hacen efecto. Me siento sumamente relajado. Un poco sonso, también. Tomo diazepam desde hace unos cinco años. Al principio usé las pastillas para combatir el insomnio. Luego me di cuenta que se podían utilizar como drogas. María Elena se acerca a mí. Le doy la sangría. Bebe un sorbo. Gracias, me dice. La pasas bien, ¿no?, le digo yo. Sí, bailar me hace olvidarme de todo. Lo sé. Tú también ven a bailar. Ya. Voy con María Elena a la pista y ambos nos ponemos a bailar frente a un espejo.
Poco antes del amanecer, María Elena y yo caminamos por Pardo. Hace frío y hay neblina. Llegamos a un óvalo. Allí paramos un taxi. Le pregunto cuánto me cobra a la cuadra X de la avenida La Mar, que es donde vive María Elena. El taxista me da su tarifa. Me parece razonable. Abrazo a María Elena y luego le doy un billete para que pague el taxi. Ella me agradece, se sube al carro y se aleja en él. Yo camino hasta la cuadra x de Pardo, y entro a la casa donde tengo un cuarto alquilado. Antes de acostarme, me fumo un bate.
Me levanto por la tarde. Lo primero que hago es fumar. Luego me caliento algo de la comida de ayer. Mientras como, suena el teléfono. Contesto. Es María Elena.
-¿Cómo estás?-le pregunto.
-Más o menos, casi no he podido dormir, y he estado llorando toda la mañana.
-¿Pero ahora estás más tranquila?
- Sí, un poco más tranquila.
-¿Quieres salir más tarde?
-Para eso te llamaba.
-¿Te parece bien a las nueve en el café Zeta?
- Sí, está bien a esa hora.
- Perfecto. Entonces nos vemos a las nueve en el café Zeta.
-Ya. Chao.
-Chao.
Cuelgo el teléfono. Sigo comiendo. Termino. Enciendo otro bate. Pienso en María Elena. Pienso en su pena, en su insomnio, en su llanto continuo. Recuerdo lo que ella me contó, el origen de su Melancolía. Habíamos dejado de vernos. Ella conoció a un tipo norteamericano. Se enamoró de él hasta el tuétano. Al parecer, él también se enamoró de ella. Estuvieron juntos y felices unos meses. Según María Elena, ella quería tanto al norteamericano, que estaba dispuesta a entregarle su virginidad. Cuando me lo contó, no me sorprendió que fuera virgen. ¡Virgen a los casi treinta años! Y es que María Elena se enamoraba de las almas. Ya me hubiera gustado a mí desflorarla. Metérselo con fuerza y hacerla gritar y luego gemir. Qué delicia sería eso. Pero en fin, ella me considera un hermano. Prosiguiendo con su historia, su amado norteamericano tuvo que irse a su país. Antes de marcharse, le prometió a María Elena que regresaría a buscarla y a llevársela con él. Ella se quedó con esa Esperanza. Sin embargo, un día él la llamó y le dijo que se había enamorado de otra y que ya no regresaría a buscarla. María Elena quedó deshecha. Un chico con el que había estado antes de conocer al norteamericano, y con el cual había terminado, le ofreció su apoyo. Incluso le dijo que él estaba dispuesto a estar con ella y a hacerla olvidar. Él era Mario, el ex con el que su madre quería que volviera. Pero María Elena ya no quería nada con nadie. Sólo salía conmigo. Sólo vivía las Noches conmigo. Yo me enamoraba cada vez más de ella, pero no le decía nada. No quería confundirla. No quería perturbarla.
En el baño del café Zeta me tomé tres diazepam. Después salí y fui hacia la mesa que María Elena y yo ocupábamos. Me senté. Bebí un sorbo de mi jugo de naranja.
-¿Estás menos deprimida?-le pregunté a María Elena.
-Sí, un poco menos.
-Me alegro mucho, ya vas a ver cómo todo se te pasa.
-¿Y tú cómo estás?
-…
¿Qué pasa? ¿Por qué te quedas callado?
-Porque no sé cómo estoy.
-¿No estás enamorado? ¿No te interesa alguna chica?
-Paso la mayor parte del tiempo contigo, María Elena, ¿de qué chica podría enamorarme?
-¿Crees que te absorbo?
-No, no, para nada. Me gusta pasar mi tiempo contigo.
-¿Pero cómo te sientes?
-Pues creo que bien.
-Casi nunca hablas de ti.
-Es que ahora es tiempo de hablar de ti.
-¿No me ocultas nada?
-No, claro que no.
-Bueno, te creeré.
Han pasado algunas horas. Nos vamos del café Zeta. Bajamos un rato por la Bajada Balta. Nos detenemos en el puente. Yo saco un bate, lo enciendo y comienzo a fumármelo. María Elena me espera. Ella no fuma y ya conoce mis costumbres. Cuando termino el bate, subimos nuevamente. Vamos a Larco, a la discoteca X. Mientras María Elena baila sola, yo me acerco a la barra y pido una Coca Cola para mí y una sangría para ella. Luego voy a la pista y me pongo a bailar. Le doy su sangría a María Elena. Ella bebe. Baila y bebe. Pasan las horas. Nosotros no nos cansamos. Seguimos bailando y bebiendo, ella sangría y yo Coca Cola. Nos vamos poco antes de que amanezca. María Elena me abraza y se recuesta en mí. Yo también la abrazo.
-Gracias-me dice ella.
-¿Gracias por qué?-le pregunto.
-Por ayudarme a olvidar.
-No tienes que agradecerme por eso. Yo la paso bien contigo.
-Ahora no voy a poder dormir y me voy a poner a llorar…
-¿No quieres una de mis pastillas?
-Me las has ofrecido mil veces, y ya te he dicho que no las quiero. Nada de pastillas.
-Bueno, como quieras.
Abrazo fuerte a María Elena y le doy un beso en la frente.
-Te quiero mucho-le digo.
-Yo también te quiero-me dice ella.

He pasado todo el Domingo en cama, pensando en María Elena. Ella me ha llamado y hemos conversado largo rato. Casi no ha dormido y ha llorado toda la mañana. Yo he pensado que podríamos formar una pareja y ser felices. Estoy enamorado de María Elena. Amo su alma y su cuerpo. Pero no me atrevo a decírselo. Ella ahora sólo piensa en aquel norteamericano que la dejó por otra. Ella ahora sufre y está deprimida. Pero me duele que no me ame como a un hombre. Yo no quiero que me considere su hermano. Yo quiero que me vea como un posible amante.
Es Jueves. He estado saliendo con María Elena desde el Lunes. Hoy también saldremos.
Está amaneciendo. María Elena y yo caminamos por Pardo. Yo estoy un poco borracho. Intento besar a María Elena. Ella aparta la cara. ¿Qué te pasa?, me pregunta, alterada. Te amo, María Elena, le digo. Oye, qué tienes, acuérdate que somos como hermanos. Yo te amo como hombre, no como un hermano. Estás confundido. No, no lo estoy. No intentes besarme otra vez, ya sabes que no soy capaz de besar a nadie después de lo que me pasó. Guardo silencio. Oye, ¿estás molesto?, me pregunta ella. No, no estoy molesto. Paro un taxi.
Hoy he venido al Satchmo a escuchar a María Elena. Además de escucharla, necesito hablarle. No debí haber intentado besarla. En fin, ya veré qué le digo.
María Elena ha cantado como una diosa. Ha cantado jazz, rock, blues, y lo ha hecho extraordinariamente. Yo la espero afuera, fumando un bate. Ella sale. Yo me acerco. Le doy un beso en la mejilla y la abrazo. Ella también me besa y me abraza. ¿Vamos a la Calle de las pizzas?, le pregunto. Vamos, me responde. Mientras andamos, yo le pregunto ¿Y cómo va lo de tu sobrina? Bien, me responde ella, mi hermano va a dejar que tenga a su hijo. Eso te habrá hecho sentir mejor,¿no? Sí, definitivamente.
En la Calle de las pizzas, entramos a comer a la pizzería de siempre. Pido una pizza especial, una jarra de sangría y otra de cerveza. Comemos con apetito. Al terminar, comenzamos a beber. La jarra de sangría la bebemos entre los dos. La de cerveza me la bebo yo solo. Pido otra más. Me la voy bebiendo rápidamente. Tengo ganas de emborracharme. Necesito emborracharme. Termino la jarra. Le propongo a María Elena ir al café Zeta. Nos vamos. En el café Zeta, María Elena pide un té chino y yo pido una cerveza. Pasan las horas. Me tomo varias cervezas. María Elena me dice que no beba tanto y que vayamos a la discoteca X. Accedo. Vamos primero a la Bajada Balta. Allí me fumo un bate. Al terminarlo, le digo a María Elena Perdóname por lo del beso. Ella me mira y luego me dice Que no se vuelva a repetir. Su respuesta no me gusta. No digo nada. Nos vamos a la discoteca X. Mientras María Elena baila sola en la pista, yo pido una sangría y una cerveza en la barra. Me pongo a bailar. Le doy a María Elena su sangría. Yo me bebo mi cerveza con rapidez. Vuelvo a la barra. Pido otra cerveza. Pasan las horas. Yo me quedo bebiendo en la barra. Cuando ya llevo bebidas no sé cuántas cervezas, María Elena se me acerca. ¿No bailas?, me pregunta. No, prefiero beber. Pero estás borracho. Sí, lo estoy. ¿Pero por qué te has emborrachado? No sé, me descuidé. No has debido emborracharte. María Elena, te amo. ¿Qué? Que te amo. Estás borracho. ¡Maldita sea! ¡Te amo! ¿No entiendes? ¡He sido tu paño de lágrimas todo este tiempo!¡Y me he enamorado de ti! ¡Te necesito! ¡Olvida ya lo que pasó con el tipo ese! ¡Juntos podemos ser felices! ¡Sólo tendrías que pedirme que te haga feliz! ¡Yo lo haría! ¡Te haría feliz! ¡Ya para! ¡No! ¡No! ¡No voy a parar! ¿Acaso no crees que merezco tu amor? ¡He sido tu mayor apoyo, y te he apoyado porque te amo!. ¡Yo también necesito ser feliz! ¡Yo también tengo mis penas! ¡Y hallo consuelo en ti! ¡Tal vez tú también estés enamorada de mí pero no lo aceptas! ¡Por la puta madre! ¡Déjame desvirgarte! Me cae una bofetada. Doy media vuelta y salgo corriendo.
Hoy es Sábado. Son las siete de la tarde. He llamado a María Elena hace una hora y le he dicho que olvide todo lo que le dije, que estaba borracho y confundido. Te amo como un hermano, le he dicho. Ella ha sido muy indulgente conmigo y me ha dicho que no me preocupe, que todo está bien, que podríamos salir hoy. Tengo que esperarla a las nueve en el café Zeta. Echado en mi cama, pienso que soy un cobarde. He debido insistir con María Elena. He debido decirle que es verdad que la amo, y que seguiré amándola a pesar de todo. Pero prefiero soslayarlo todo. Y ella también.

viernes, 11 de junio de 2010

Lima

De niño paseaba por el Centro de Lima con mis padres
Mi padre siempre advertía Cuidado con los rateros
Así que andábamos con cuidado, entre la gente que también paseaba
Ir al Centro era algo gozoso para mí
Me gustaba ir por las calles y plazas, por las avenidas,
por Jirón de la Unión, de la mano de mis padres
Siempre me compraban algo
Cuando fui adolescente y mis padres ya estaban separados,
seguí yendo al Centro
Iba por jirón Camaná, por jirón Quilca, y salía a la Plaza san Martín,
que en aquel tiempo estaba infestada de pirañitas
Luego, cuidándome de los rateros, enfilaba Jirón de la Unión
Iba andando entre la gente hasta la Plaza de Armas
Allí me detenía a mirar la Catedral, la Municipalidad, el Cerro san Cristóbal,
Palacio de Gobierno
Lima estaba sucia y descuidada
Lima estaba fea
Me sentaba en una grada de la Catedral y allí me quedaba
pensando
Pensaba en qué sería de mi vida en una ciudad como Lima
Una ciudad peligrosa, triste, afeada
¿Tendría que trabajar alguna vez en el Centro?
Después de estar sentado un rato en la grada, me iba
al Puente de Piedra. Desde allí miraba el río Rímac,
que corría tumultuoso, con sus aguas marrones y sifilíticas
En las orillas había gente pobre que buscaba entre la basura,
junto con los gallinazos
Al emprender el camino de regreso, me internaba por calles en cuyos bordes había montones de bazofia
Había putas paradas en las esquinas, y de rato en rato pasaban pirañitas inhalando terocal
Pasó el tiempo
Me convertí en un adulto
Y seguí yendo a pasear por el Centro
Lima mejoró mucho
La limpiaron bastante, erradicaron a los pirañitas
Lima aparecía bizarra y donosa
Sólo el Cielo permaneció igual
El Cielo de Lima es un Cielo gris y melancólico
Yo me volví melancólico por tanto mirar el Cielo limeño
Soportar ese Cielo es algo casi imposible
Pero es inevitable
Los ciudadanos de Lima somos víctimas del Cielo
Tenemos que vivir a pesar de él
Vieja Lima, horrible y bella,
en ti aprendí a caminar solo y sin rumbo
Lima, destino mío,
en ti fui un vago entre otros vagos
En ti, Lima mía,
me enamoré y anduve con bellas limeñas
No puedo escapar de ti,
no puedo huir
Eres una esfera inescapable cuyo centro está en todas partes
y cuya circunferencia no está en ninguna
Nadie puede irse de Lima, aunque se vaya de ella
Lima se queda dentro de uno
Y uno se queda dentro de Lima
Lima, ciudad católica,
tus iglesias huelen a incienso
Aún sueñas con Dios
Tus ciudadanos tienen fe
Tu sociedad hipócrita, canalla, acomplejada,
tiene fe
Yo no la tengo, pero adoro tus templos y tu santería
Y quiero a aquellos hijos tuyos que aparentemente han fracasado
Esos que viven y trabajan en ti,
vendiendo libros, revistas, monedas, estampillas, juguetes, antigüedades
Esos que aparentemente han fracasado en la vida,
pero que en realidad han triunfado porque viven como ellos quieren
y no como los demás quieren que vivan
Lima, ciudad mía,
con el alma repleta de Nostalgia,
yo te amo y yo te evoco

jueves, 10 de junio de 2010

España

He vagado, errátil, por España, y he conocido sus matices,
he visto sus contrastes
España, país dualista, país agonista y desesperanzado
España católica y atea
En ella es fácil hacerse puro o hundirse en el fimo
Páramos, encinares, boscajes, playas, riberas,
montañas, ríos, islas, viñedos
España es un país que no se pone de acuerdo consigo mismo
Las horas pasan y las pistolas siguen matando
España es un país que tiene una capacidad de recuperación sorprendente
Pero llegará el día en que la golpearán tan fuerte que ya no podrá
volverse a levantar
España aprende de ti misma
Nación hosca, impaciente, virulenta
Dos hombres peleando con garrotes
Eso es España
Un perro semihundido en la arena, que mira implorante una Nada amarilla
Eso es España
Y una mujer que vuelve a su piso, llora y se fuma un porro
es también España
País bendecido por Dios, ya no existe Dios para ti
El Dios español, severo, impiadoso, sangriento,
ya no existe
Y el Dios amor, el Dios luz,
tampoco ha sobrevivido
a la muerte de los dioses
España , en ti pienso encontrar mi prado de Sosiego
España clerical y liberal, dicótoma
No hay unidad en ti, nación guerrera,
no hay concordia
Bella España, tú sueñas que vives,
y que tienes pesadillas

Haikus

Días grises
Viento Llovizna
A finales de Primavera

El leproso se sienta
En el soto florido
Y no sabe si bendecir o maldecir su desgracia

Las flores perladas de rocío
Su perfume fresco y frío
El Alba que las despierta

Un día gris

Sólo quiero mi vacío para morar en él. Días grises de Primavera. Río en el que cae la lluvia. Cubierto de grama esperaré la Muerte y el crecimiento de flores quiméricas. Sólo quiero mi vacío. Yo lo llenaré conmigo. Soy un individuo solo en el Mundo, solo en el Universo, que quisiera estar delante de Dios. Pero no hay Dios. Con frecuencia, soy presa de la Angustia. Siento que me ahogo en una Soledad inconmensurable. Cuando me sucede eso, salgo a caminar. Ando sin rumbo, respirando lo más tranquilamente posible, hasta que la aflicción desaparece. La Melancolía es dulce como una puesta de Sol. Soy melancólico, padezco depresiones con mucha frecuencia. Incluso tomo pastillas para la depresión. Sin embargo, me conmueve la Belleza del Mundo. Me hace feliz poder ver, oír, oler, tocar, gustar, lo bello existente. Porque se ha de vivir con el alma y con los cinco sentidos. De lo contrario, no hay vida. Unos cuervos vagan por el rosedal. El agrio perfume de los geranios se impregna en la cabellera y en la ropa de los niños que juegan. Mi mente se hunde en el légamo, pensando en albicantes vestiduras de ángeles y en ocasos demenciales más solitarios que un cóndor. La Beatitud se halla en el palacio del que me escapé muy joven para conocer las anchas calles , las plazas llenas de gente y los mercados donde se mata a los pollos y donde una mendiga ciega pide limosna. Volveré al palacio o me quedaré en la calle, guiado por mi Hado. Llegaré a comprender mi existencia. La existencia es desesperación y la Angustia es una falta de aire propio. No es que espere a la Muerte, es que es Ella la que me espera a mí. La Muerte será un perro negro que me conduzca, ladrando, al Infierno; o será una bella diosa con ojos de un esmeralda inefable, que me conducirá en Silencio al Hades. Quizá en el fondo yo desee morir. Me voy matando mientras vivo. A diario, cometo excesos. Estoy viviendo mi Muerte. Pero estoy vivo. Y la vida y la Muerte viven juntas dentro del hombre. La tarde se enciende. El Cielo se despeja un poco. Y yo busco mi vacío para estar en él, sin que nadie me incordie.

Hasta volverme un místico

Me retiré del Mundo por amor a ti
Me mudé a un cuarto viejo y lleno de cucarachas
en la cuadra cinco de la Avenida del Ejército
No tenía casi nada
Sólo mis libros, mis cuadernos para escribir,
y algunos artefactos para cocinar
No tenía cama
Dormía en un colchón rotoso
No quería ninguna distracción
Sólo quería dedicarte mi vida
Pensaba que una vida, mientras más privaciones tuviera,
más digna sería
Por eso me encerré en ese cuarto de paredes amarillas,
por amor a ti
Me pasaba los días fumando marihuana
y pensando en ti
Te recordaba sin cesar
Y te esperaba
Pensaba que algún día llegarías a buscarme
Tenía la Esperanza de que lo hicieras
Te escribí a tu correo dos o tres veces,
contándote algunas cosas sobre mi nueva vida
Tú me contestaste, pero no hablabas de ir a buscarme,
a pesar de que yo te había dejado la dirección
Mi vida era un acto que yo te dedicaba
Deleitoso ostracismo,
ardiente espera,
amor enfermo como un lirio
Todos los días salía a pasear y a contemplar el Mar y el Crepúsculo
Me iba al parque María Reiche y allí me sosegaba
Cuando el Sol se ponía te echaba mucho de menos
Quería que a ambos nos cegara la misma anaranjada luz
Por amor a ti, que preferías que sólo fuésemos amigos,
me enclaustré en un cuarto mugriento
Me volví un místico cuyo dios eras tú
Sólo pensaba en ti,
eras mi único pensamiento
En algún momento tuve que dejar ese cuarto amarillo
Tú no lo conociste
Y hasta ahora no nos hemos vuelto a ver
Lo nuestro es una Comedia grotesca

Perú

Lejos de ti, país que llevo dentro,
me gana la Nostalgia y te evoco
Soy tu hijo, el que quería ver el Mundo,
el que se alejó de ti y te extraña
Estás en mi sima,
patria mía,
tierra con gente de buen y mal corazón
Eres un adolescente confundido, Perú,
Eres un muchacho flaco y triste
que no sabe qué hacer
Tus hijos no saben qué hacer contigo,
tus hijos escupen en ti, se orinan en ti,
aprovechan tu oro, y te dejan derivar
Tú quisieras que alguien sostuviese firmemente tu gobernalle
y que te llevara por donde debes ir
Eres como una embarcación que no se hunde de puro milagro
Patria libre, católica y pagana;
país mío que a veces llora sin saber por qué
Es duro y maravilloso ser peruano
A veces me parece ser uno de esos botes que se mecen solitarios en medio
del Océano Pacífico
Mar peruano, Mar de jaspe y de plata que se enfurece con los espigones
Playas amarillas, vozarrón del agua viva que fluye y refluye
Sierra salvaje, de indómitos ríos y de fragosas montañas
Sol robusto, aurífero, que el Inca adoraba
Selva bochornosa, de aire pegajoso y de trasgos que se dejan ver
Selva de chamanes, espesuras y ayahuasca
Perú señero y pringoso
Perú inaudito
País bonachón
Nunca dejarás de ser mi hogar
En ti vuelan y chillan las gaviotas
Ruge el puma
Medita el cóndor en la altura
Embiste el toro herido en las corridas
Pide limosna el mendigo
Los pobres se aguantan el hambre y beben para olvidar,
destruyéndose
Las llamas pastan en el Altiplano
Los ricos hacen su propia patria,
muy distinta a la que los demás conocemos
Perú, país de la desesperación
Tus hijos esperamos que crezcas y que seas adulto
Por el bien de todos
La pobreza es un montón de mendigos sentados en bancos de oro
La riqueza es un arzobispo y un zorro disfrazado de hombre
Y los pobres serán pobres eternamente
Y los ricos serán ricos eternamente
Será así si el peruano no se da cuenta de que la injusticia
lo mantiene en el cieno
Y la Pachamama dejará de gemir cuando su fruto sea repartido justamente

martes, 8 de junio de 2010

Las golondrinas sobrevuelan la Melancolía

Corazón destrizado entre las breñas
Suave Melancolía, parecida a un atardecer limeño
Vivos cadáveres andantes por la ciudad vieja y sucia,
desesperanzadora
Adviene la Angustia
Me ahogo
Moriré al pie de mi quimera
Vida mortal
Muerte vital
La verdad no existe
Desde hoy he dejado de buscarla
Es triste, pero es como si el pez se ahogara en el agua
Algunos quieren ser buenos
Pero ignoran que tienen que corromperse todo lo posible
para aspirar al Bien
Vida mortal
Muerte vital
Pobre de aquel que carga un secreto como una cruz
Pobre de aquel que no puede expresar su cuita tremenda
Y es que la comunicación efectiva no existe
Todos tenemos posos,
y lo que hay en ellos es incomunicable
Ríos ruidosos de golondrinas
Estrechísimas sendas de los locos
Undosos caminos del Mar
Posos incomunicables
Vida mortal
Muerte vital
Vivo muriendo para morir viviendo
Vivo esta muerte vital perseguido por pájaros azules
que son mi Remordimiento
La cara de Dios está al fondo de un bote de basura
Hay que sumergirse para verla
Heráclito medita junto a un monte de excremento
Todo es movimiento excepto lo permanente
¿Pero existe lo permanente?
Todo hombre tiene un poco de mierda en la esencia
Y no sé dónde estar para que no me alcance la Melancolía
Vida mortal
Muerte vital

Ansiolíticos

Hace trece años que soy adicto a los ansiolíticos
Los probé por primera vez cuando era un joven vago, poeta y cocainómano
Un día de resaca, en el que sentía morir mi alma,
mi hermano Fernando, dos años menor que yo,
me dio un diazepam de 10 mg
Se me relajaron los nervios, alcancé un estado de suma tranquilidad,
y pude dormir bien
Desde entonces tomé diazepam después de las farras,
que me dejaban hecho un triunfo de Baco, y de la coca
Cada vez iba aumentando la dosis
Alcanzaba un Sosiego artificial
Entreabría las puertas búdicas y vislumbraba el Nirvana
Iba a mirar el Mar y cada ola era una caricia espumante
Por la Noche, adormecido, respiraba el blanco perfume del jazmín
Y miraba el Cielo gris, y mi espíritu ascendía
Un día, me tomé dieciocho diazepam y escribí poemas en las cuatro paredes de mi cuarto
Pasó el tiempo
Viajé a España
Mi hermano me enviaba las pastillas, que compraba sin receta en Perú
Yo padecía Insomnio y las necesitaba para poder dormir
El envío de las pastillas un día cesó
Mi hermano me dijo que en Correos no lo habían dejado mandarme las pastillas
Estuve meses con Insomnio
Sólo dormía por agotamiento, muy poco
Necesitaba las pastillas
Se me desencadenó una crisis existencial
Me sentía terriblemente solo, solo en el Universo, sin Dios
Fui al psiquiatra
Además de antidepresivos y antipsicóticos, me recetó ansiolíticos. Rivotril de 2 mg.
Los tomaba cada vez que me daba Angustia.
Los tomaba para aliviar el sufrimiento de ser yo
Consideré que todo hombre necesitaba estar embriagado
para no sentir el dolor de estar vivo en toda su magnitud.
Por eso tomaba puñados de Rivotril
Aún ahora lo hago
Me da cierto Remordimiento, pero lo único que quiero
es estar tranquilo
Pastillas búdicas que me dan calma,
que aquietan mi Inquietud
Pastillas que me aduermen,
que doman los tigres de mi desasosiego
Pastillas que me dan la bienaventuranza,
el olvido de estar en un Mundo de mierda
Vivo sedado, vivo embriagado
Casi soy un Buda
Encerrado en mi habitación oigo
el tañido de un arpa cuyo cordaje
son mis nervios
Cuando la existencia me da miedo,
cojo un blíster, saco un puñado de pastillas y me las tomo
Al poco rato, me encuentro tendido en la mullida yerba de la paz
Pero todo es precario, todo es ilusión
A pesar de las pastillas, la vida seguirá siendo la vida,
y yo seguiré siendo yo
Me pregunto cómo puedo aguantar tanto
Los ansiolíticos ayudan a resistir
Me interno en un bosque cuyos árboles tienen la fronda violeta,
y cuyos pájaros cantan en deliciosa harmonía
En un claro, un ángel me entrega los ansiolíticos,
como si fueran ambrosía
He experimentado Sosiego con las pastillas
Y, lamentablemente, no pienso dejarlas

lunes, 7 de junio de 2010

Haikus

Silencio
De pronto, suena el viento y tañen las campanas
Tarde de Primavera

La verdad que he buscado
Es a fin de cuentas una mentira,
Un pretexto

Mi corazón perdió su juventud
Cuando yo aún
Era joven

La maldición del adolescente

Permanecía encerrado en mi cuarto todo el día, leyendo libros de Budismo Zen. Era un adolescente raro y taciturno. Mis tías archicatólicas, al juzgar mis lecturas, me consideraban un chico endemoniado. Yo sólo quería encontrar la verdad, esa verdad que a fin de cuentas es una mentira, un pretexto. Mis padres estaban separados. Mi madre vivía conmigo y con mis hermanos y mi padre se había marchado a los Estados Unidos. Yo añoraba a mi padre, y odiaba terriblemente a mi madre. Pensaba que ella era la culpable de la separación, y la juzgaba y la aborrecía. Sufría mucho al sentir eso. En el colegio era un pésimo estudiante. Estaba en segundo de secundaria. Era un chico problema. Era un bicho raro. Escribía poesía. Cuando lo hacía me olvidaba de toda la mierda que sentía y era dichoso. Me gustaba mucho una chica que también estaba en segundo de secundaria. Brenda, se llamaba. Todos decían que era una puta. Pero a mí me gustaba, y me excitaba. Amaba su alma y su cuerpo. Todos los días me masturbaba pensando en ella. Me masturbaba con Remordimiento. Creía que me excedía en mis prácticas onanistas, y mis tías me habían dicho que tocarse era pecado. En las Noches, cuando ya estaba acostado, tocaba mi cuerpo. Me sentía más grande y más fuerte. Tocaba mis músculos, que recién habían asomado; tocaba mi pene, que había crecido; tocaba mi pecho, mi vientre, mis muslos…Sí, había crecido. Era algo triste ser adolescente, no sé por qué. Padecía cambios de ánimo durante todo el día. Podía estar tranquilo y contento y a continuación podía tornarme mohíno. Sufría depresiones bastante graves, pero no se lo decía a nadie, sólo callaba. Era muy violento. Con frecuencia me enojaba con mis dos hermanos menores y les pegaba. Después de pegarles me sentía un hijo de puta, así que iba donde ellos y los abrazaba y los besaba. A veces me asaltaban ideas de suicidio. No encontraba explicaciones para mis cambios de ánimo, y eso me dolía. Además, sufría sin motivo. Sólo sufría. Y consideraba que ese sufrimiento era excesivo. Me imaginaba arrojándome desde lo más alto de un edificio del Centro. Imaginaba también qué habría después de la muerte. Me deleitaba pensando que quizá podía encontrar a Buda en el Cielo, y que podría conversar con él. Ah mi Adolescencia, triste y bella como el claro de Luna. Yo era puro. Aunque mis tías archicatólicas afirmaban que yo era víctima de una maldición. Tal vez tenían razón. Tal vez sí estaba maldito. Sin embargo, extraño al adolescente que fui. Lo extraño mucho.

Nuestra embriaguez

Salíamos juntos
Íbamos al Munich, el vetusto bar que tanto nos gustaba
Yo estaba enamorado de ti, te amaba con toda mi vida confundida
Tú decías que me amabas, pero como a un amigo
Yo odiaba ser tu amigo,
yo quería ser tu amante verdadero,
yo quería besarte y hacerte el amor
Yo te quería a mi lado para siempre
Te escribía poemas a diario
Eras mi diosa
En el Munich bebíamos hasta embriagarnos
Tú te ponías contenta y me decías cuánto me amabas
Yo no me atrevía a besarte, ya lo había hecho una vez,
y tú te habías apartado
Ebria, eras encantadora
Ebrio, yo era triste y taciturno
Por eso me iba al baño y sacaba de mi billetera un paquetito
de cocaína. Inhalaba y volvía contigo.
Entonces te declaraba mi amor por enésima vez
A ti te gustaba que lo hiciera
Ahora que lo pienso, eras cruel sin darte cuenta
Me usabas
Aunque una vez lloraste y me dijiste que querías verme feliz
Sin ti no seré feliz nunca, te dije yo
Hubiera querido vivir borracho contigo
Ebrios, éramos felices
Amada imposible, sobre ti se derramaban pétalos y labios,
y te rodeaban pájaros violeta
Por ti los girasoles alzaban la cabeza,
y el Mar se calmaba
Eras tan bella como el Crepúsculo
Aún soy tuyo, por eso soy libre
Noches de Beatitud en el Munich,
Tú y yo juntos bajo los faroles que tanto te gustaban
Si vivir fuera como estar ebrio…, decíamos
Y tú te quedabas mirando los faroles y cantando las canciones
que el pianista tocaba
Y yo te miraba un buen rato y no me atrevía a besarte
Entonces me iba al baño, sacaba el paquetito e inhalaba
con fuerza, con mucha fuerza, esperando que se me reventara
el corazón, que sólo en ti hallaba Sosiego