viernes, 2 de abril de 2010

Como un trebejo

Estoy en el Mundo. Bien pensado, este estar es doloroso. Porque no sé por qué ni para qué estoy aquí. Y porque no sé quién me puso aquí. Como si fuera un trebejo me han puesto en un casillero fortuito del tablero, sin darme explicaciones, sin decirme nada. Así que estoy aquí sin saber nada. Ni siquiera sé si me muevo por voluntad propia. Tal vez en verdad sea un trebejo y alguien me mueva a su completa voluntad y antojo. Si es así, esta existencia es espantosa. Los griegos creían en el Destino, los cristianos creían, y creen, en la Gracia y en la predestinación y, más aun, en la predeterminación. Un dios me jala de los cabellos y me mueve de un casillero a otro del tablero. Pero yo no quería moverme. El Destino y la Gracia son fuerzas sobrenaturales que pueden más que el albedrío. El hombre es una suerte de esclavo, entonces. Pero no esclavo de su albedrío. Un fauno despierta, se levanta, y se va a bañar al río. Todo eso ya estaba predeterminado. Si el fauno llegara a saberlo, desesperaría. Como desespero yo a causa de mis actos aherrojados. Estoy en el Mundo. Por qué estoy. Para qué estoy. Y qué tablero tan desconocido es el Mundo. El Mundo se revela como algo nuevo cada día. Cada día es algo completamente inconocido. El Gran Teatro del Mundo. La Comedia que en él se representa es diferente cada día. Y cada día yo interpreto el mismo papel, a pesar mío. Me gustaría elegir mi papel. Pero no hay albedrío. Doloroso estar en el Mundo. Me muevo de acá para allá, de un lugar a otro, pero no porque yo quiera. Debería decir mejor me mueven de acá para allá, de un lugar a otro. Aunque a veces yo siento mi albedrío. Sin embargo, éste es movido por una fuerza superior. Podría decirse que el albedrío es movido por la Gracia. Rosaleda nocturna. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Estoy adormecido al pie de un rosal, y no me explico cómo he llegado hasta aquí. Lo mejor es no preguntarse nada, ni tratar de explicarse nada. Perfume del jazmín, blanco y suave. Me gusta ir hasta el jazmín del huerto todas las Noches, para aspirar su aliento. Tal vez el albedrío y el Hado actúen alguna vez de consuno. Tal vez. Ahora mismo tengo ganas de salir a pasear por la ciudad. ¿Es mi albedrío el que me mueve? ¿O es el Hado, o la Gracia? No podré saberlo. Y es mejor que no me detenga mucho en estas elucubraciones, porque puedo desesperar. Encina dichosa, inmóvil, sin albedrío, sin Hado y sin Gracia

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