viernes, 2 de abril de 2010

Del gozo y otras desdichas

Despierto, animal racional y sin fe, a esperar el gozo eterno,
temblando, acostándome en el delgado límite de la sombra
y de la luz, recibiendo los escupitajos de las estrellas;
las águilas sobrevuelan lo que podría ser mi cadáver
y derraman sus agüeros, el Sol, flor en llamas, deseca mi alma,
y las piedras se convierten en nubes que se alzan,
como una blanca plegaria que no entiendo;
me duermo entre el Cosmos y el Caos,
oigo aullidos azúreos, gritos negros,
azules cánticos, y al despertar me digo que la vida
tiene algo de Cosmos y algo de Caos;
el Cielo, cementerio de los dioses,
está callado, y su silencio me aterra
Mi yo es un guijarro que trato de destruir
como la hoja seca de la ribera
Junto a un arroyo, vivo la dicha de no pensar,
que dura poco: el pensamiento es una espina
que rasga la mente
Más pura que la tristeza de un ángel,
la rosa prende su Primavera,
y los coros de silencios discurren por el huerto,
en la Noche
Lo más fácil de comprender en la vida es que ésta es sufrimiento
La mayor habilidad de los seres humanos es convertir este sufrimiento
en una dicha,
porque cualquier cosa es preferible a no vivir
Mi Esperanza es devorada por los buitres todos los días
Y todos los días renace
Odio mi Esperanza, el don letal que nos otorgó Prometeo
¿Y quién me otorgó el horror de ser?
¿Qué ser soñado me hizo estar-en-el-mundo?
Me responde la ensordecedora mudez de la Noche
y el canto dulce y melancólico del ruiseñor
Animal racional y sin fe, me angustio,
y, despierto, sueño que sueño
Entonces lo divino existe
y el gozo eterno dura sólo un momento

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