lunes, 31 de mayo de 2010

Haikus

La piedra aurífera
Se enciende mientras
El Sol se oculta

De las rosas no queda nada ya
Y ayer se mostraban florecidas
Hay quienes dicen que algo se puede aprender de todo esto

La hoja en blanco espera el poema
La hoja en blanco en la que se imprimirán los versos
Que cantan una rosa blanca

Algo sobre los dioses

Los dioses hacen que las cosas que esperamos no sucedan. Las cosas que esperamos no suceden, pero un dios hace sobrevenir lo inesperado. Árbol con fronda de luz, piedra al borde del arroyo, pájaros cantando en la arboleda. No confío en mi Esperanza. Sé que por más Esperanza que tenga, las cosas que espero no sucederán. Pero eso también me alegra, porque lo inesperado sobrevendrá. Lo inesperado será algo mejor que lo que esperaba. Se trata de lecciones de los dioses. El pastor guiando a su rebaño por el desfiladero, el salmón remontando el río, el viento remejiendo el follaje del mirto. Hay que aprender a esperar lo inesperado. Se trata de no esperar nada, de estar vacío de esperas, de no ilusionarse con nada.
No debemos desalentarnos cuando las cosas que esperamos no sucedan. En esos momentos, hay que dejar de esperar, hay que olvidar incluso lo inesperado. Las gaviotas volando sobre la playa, las olas destruyéndose en los rompientes, la brisa corriendo por el malecón. En la Eneida,antes de emprender una misión, Niso le pregunta a su fiel amigo Euríalo “¿Serán los dioses, oh Euríalo, quienes ponen en las almas este ardimiento? ¿O es que en cada cual su propia pasión fiera se torna un dios?” Hemos convertido en dioses a nuestras pasiones. Tienen vida propia, voluntad propia, aventuras propias…Entonces, no son los dioses quienes nos infunden pasiones. ¿Eso significa que los dioses no existen? No exactamente. Podría decirse que existen los dioses de fuera y los dioses de adentro. Las pasiones que se convierten en dioses merecen una mención especial, ya que demuestran que de lo humano puede surgir lo divino. “Dios es una emanación del hombre”, decía Feuerbach. Grutas de las playas donde se oculta algún dios, peñas altas y húmedas en las que reverbera el Sol, arenales donde sólo ulula el viento. Todos los dioses nacieron dentro del hombre. Éste parió a las deidades. Sin embargo, los dioses resultaron ser más poderosos que los hombres. ¿Quién podrá contrastar el embate de un dios? Cerros con cimas de Silencio, desiertos de arena en los que los caminantes se extravían, botes encallados en la ribera. La deidad más poderosa es la Paradoja.

Conocida desconocida

A pesar de conocerte no te conozco
Eres una desconocida, pero
una desconocida que amo
Como las flores, tú callas
y esparces tu perfume,
ese perfume que yo conozco
pero que me resulta, esta vez, tan extraño
¿Qué hay dentro de ti?
¿Quién eres?
Tu alma me es ajena
Y yo que creía conocer tu alma
Y yo que creía conocerte a ti,
íntegra y deliciosamente impura
Ahora me niegas tu compañía
Ahora no me coges de la mano
para llevarme por esas sendas
que conducen a las playas
Ahora sé que no soy importante para ti
Y el único culpable soy yo
No anduve siempre a tu lado
A cada rato me escapaba
para andar libre
Y tú me amabas
Después de haber compartido el lecho,
ya no me otorgas ni siquiera un poco de tu compañía
¿Ya no te acuerdas de aquel Verano en el que fuimos uno?
Seguro que para ti es un recuerdo más
Para mí es vida que no pasó,
que se quedó conmigo
Alguna vez me dijiste que me amabas
Si me lo volvieras a decir yo sería de nuevo un hombre sano
y no este animal herido que se pasa las Noches en vela pensando
y fumando cigarrillos
Pero no sé si lo harías,
Ya que no te conozco
aunque te conozca

Soliloquio

Solitario como el vicio,
interrogo a lo que me interroga,
con el alma suave como helecho,
libo el aire tibio y quieto
en el misterio de las madrugadas
La Luna virgen, roja, canta sus endechas
Venus titila quedamente,
en el abismo oscuro, alto, infinito
La Humanidad se deshumaniza
entre ramajes, fuentes y liras
Lleno de vanidades, no me queda espacio
para albergar el Todo
Pero me queda la Nada
En ella puedo disolverme
y salvarme de una vida sin porvenir,
de una máscara ciega que engaña al Mundo
No soy bien recibido en los vestíbulos
porque conozco la terrible mentira que todos cultivamos
No me dejan entrar en los teatros porque sé
que en los escenarios se representa la verdad
Yo soy el primero en llamarme mentiroso
Toda la vida es una quimera
Todos vivimos mintiéndonos,
aunque leamos la Biblia o el Corán
Qué animales tan raros somos
Somos animales racionales y mentirosos
Solitario como el amor,
me escruto y me pierdo en mi propio laberinto
Felizmente aún no me he encontrado con mi Minotauro,
ese monstruo que se parece a mi vida
Lo único que tengo para sobrevivir es la palabra
Me haré a la Mar o me perderé en un bosque
para no ver ya las innumerables caretas
que pululan en este Gran Teatro
Sólo largas meditaciones hacen que conozca el acero
de las aguas y la piedra de las horas
¿Cómo acabar con las hileras de flechas quietas en su rumbo,
y con las espadas que penden sobre mi cabeza?
¿Cuándo dejarlo todo y marcharme a zaga de huellas de rocío,
con los labios temblorosos y los ojos vislumbrando una azúrea floresta?
Estoy muerto para las garras del león y para el pico del águila
Estoy moribundo para el beso de una ramera y para el algodón
empapado en agua
Estoy vivo sólo para el perfume del jazmín,
y para la ola que me quiere destrozar
Estoy vivo también para el Caos,
para las ajorcas de las estrellas,
para el diamante negro que conjuga todos los seres y las cosas
Y estoy vivo para el Alba gris y melancólica
Solitario como la Muerte,
veo orgías de Crepúsculos,
danzas de sílfides,
bacanales de odios
No hay nada más fuerte que el odio,
no hay nada más delicado que el amor
Amor y odio son dos máscaras idénticas
Todo se acaba,
aunque lo perdurable existe
y puede verse a la luz del relámpago
Solitario como el vicio,
fumo un cigarrillo
y veo cómo se consume
Así se consumen la Noche de negro techo
y los poemas que algo balbucean

domingo, 30 de mayo de 2010

El mirlo

Mirlo, tu canto parece el canto de un corazón
solitario que busca la dicha
Tu silbo es redentor,
a mí me rescata de mi infierno personal
y me deja deleitado en el jardín
Sin saberlo, lleno de gracia,
asombras el oído
Tu canto le es grato
a los hombres y a los dioses
Yo te he escuchado mientras
padecía suplicios mentales,
y me has consolado
Te he oído en tardes de Otoño,
y he amado la belleza de tu voz.
Cuántas veces he dejado de hacer
todo lo que hacía por escucharte
Cantas con el corazón
Una tarde de Otoño
estaba en mi cuarto,
sentado ante mi escritorio,
sufriendo una depresión infernal
No sabía qué hacer
Sentía que mi alma se moría
Cuando de repente tú, mirlo,
silbaste desde el jardín
Tu silbo era verde, rizado
y gozoso
Me quedé escuchándote
Me olvidé
Me redimiste de la depresión
Mirlo, eres un corazón que canta

Crepúsculo

Para calmar mi Inquietud me iba a contemplar el Crepúsculo
a un acantilado de Miraflores
Miraba el Sol poniente, mientras la brisa me hacía cariño
En el Mar se formaba una calzada de oro
Las gaviotas chillaban antes de acostarse
El Crepúsculo era dulce, triste, bello,
y me hacía sentir mi corazón
El Mar se sosegaba y las olas llevaban a la orilla
la sangre del Poniente
Mi corazón existía
Una barca solitaria se anegaba en la luz crepuscular
La agonía del Sol era pura y me cegaba
En los templos del horizonte se apagaban las fogatas
La tarde enrojecía,
y a mí me dolía menos ser yo
No pensaba en la vida, sólo vivía
El Sol se ocultaba en la bruma,
la calzada de oro iba desapareciendo
y por un momento me parecía saber quién era yo
Los capiteles y las columnas del Poniente se derrumbaban
El Sol se ponía bermejo,
y varios muertos se quedaban suspendidos entre el Mar y el Cielo
Criaturas míticas enlazaban sus miembros con las campanillas de los barrancos
La luz sedante tranquilizaba a los que le temían a la vida
Cabelleras, labios, párpados,
declinaban despacio;
hipocampos de fuego se adormecían
Yo no pensaba en nada, sólo contemplaba,
ebrio de luz moribunda,
sosegado
Los mioporos parecían meditar, oteando las lontananzas
Los pájaros entonaban sus últimos cánticos
La tarde caía quedamente
Se oían liras y violines, y los tambores del Mar
Advenían unas dulcísimas ganas de morir
ante el Sol muriente
Todo se asemejaba al Crepúsculo
Todo estaba declinando
Me gustaba estar a solas con el Crepúsculo,
y olvidar el tormento de la existencia
Me gustaba mirar el Sol poniente
y sentir que tenía corazón

sábado, 29 de mayo de 2010

Los tres amigos

El padre de Guillermo tenía una casa en la playa “Los Pulpos.” Como era Verano y estaban de vacaciones, Guillermo invitó a sus amigos Jorge y Eduardo a pasar unos días en la casa de su padre. La casa era de dos pisos y estaba justo frente a la playa. Puta madre, qué paja tu jato, dijo Jorge a Guillermo cuando estuvieron en el cuarto de huéspedes. Sí, está bonita tu casa, dijo, a su vez, Eduardo. La vamos a pasar de puta madre, ya van a ver, dijo Guillermo. Los tres amigos estudiaban en el mismo colegio y tenían la misma edad, catorce. Siéntanse en su jato, dijo Guillermo a sus amigos, mi viejo es buena gente. Jorge y Eduardo se instalaron en el cuarto de huéspedes. Como había un camarote tuvieron que decidir quién dormía abajo y quién dormía arriba. Ambos querían dormir arriba. Decidieron decidir la cosa con piedra, papel, tijera. Ganó Jorge. A la hora de almorzar, los tres amigos se sentaron a la mesa, que estaba en la terraza, y esperaron a que la mamá de Guillermo les sirviera. Mientras esperaban, miraban la playa y la gente. Aquí vienen unas hembritas bien buenas, más tarde vamos a afanar a algunas, dijo Guillermo. De puta madre, asintió Jorge. Eduardo no dijo nada. La mamá de Guillermo sirvió el almuerzo. Crema de espárragos, bisteck con arroz, huevo y papas fritas y chicha bien helada. Los amigos comieron con buen apetito. Después de acabar esperaron a que les pasara la digestión. Cuando ésta hubo pasado, fueron a cambiarse de ropa. Se pusieron las ropas de baño y salieron a la playa. Se instalaron en un lugar por el que había un grupito de chicas. Se asolearon un rato y luego fueron a bañarse en el Mar. Estuvieron jugando con las olas bajo el Sol robusto de Verano. Cuando se cansaron, volvieron a donde habían tendido las toallas. Allí se echaron a descansar. Al poco rato, Guillermo le dijo a sus amigos Oigan, ¿han visto a las chicas de al lado? Sí, respondieron Jorge y Eduardo. Efectivamente, había un grupo de cuatro chicas al lado de ellos. Eran unas adolescentes. ¿Las afanamos?, preguntó Guillermo. Ya, pues, dijo Jorge. Eduardo no dijo nada. Hola, amigas, les dijo Guillermo a las chicas de al lado. Ellas rieron y le respondieron el saludo. Yo soy Guillermo, y ellos son Jorge y Eduardo, ¿ustedes cómo se llaman? Ellas dijeron sus nombres. Tengo una casa aquí cerca, dijo Guillermo, si quieren pueden ir en la Noche. Así hacemos un tonito. No somos de aquí, nos vamos dentro de una hora, respondió una de las chicas. Bueno, qué pena, dijo Guillermo, pero me imagino que volverán uno de estos días. No sabemos, dijo la chica. Bueno, si regresan nos vemos de hecho. Puta madre, dijo Guillermo volviéndose a sus amigos.
Poco antes del atardecer, Guillermo, Jorge y Eduardo caminaban por la playa. Buscaban chicas para afanarlas. Al menos eso hacían Jorge y Guillermo. A Eduardo no le importaba mucho afanar chicas. Era muy tímido y no se sentía a gusto, pero quería a sus amigos y por eso los acompañaba. ¡Miren! ¡Miren!, exclamó Guillermo. ¿Qué? ¿Qué pasa?, preguntó Jorge. ¿Ves a esas tres chicas que están allá?, interrogó Guillermo señalando a tres chicas de entre catorce y quince años que estaban sentadas sobre sus toallas, a unos metros cerca de ellos. Sí, ¿qué pasa con ellas?, preguntó Jorge. Yo conozco a dos de ellas, dijo Guillermo. La de pelo castaño y bikini negro tiene una jato aquí. La rubia de bikini rojo es su amiga y tiene una jato en Asia. La de pelo negro con bikini blanco no sé quién es. ¡Vamos a afanarlas!, propuso Jorge. Vamos, asintió Guillermo. Eduardo no dijo nada y fue con sus amigos. Caminaron hasta donde estaban ellas y se detuvieron. Hola, las saludó Guillermo. Hola, saludaron ellas. Yo a ti te conozco, le dijo Guillermo a la chica de pelo castaño y bikini negro. Sí, yo a ti también te conozco, dijo la chica. Mientras Guillermo hablaba con la chica de pelo castaño y bikini negro, Eduardo se fijó en la rubia de bikini rojo. Le pareció hermosa. Sus ojos eran verdemar, su nariz era pequeña, sus labios algo abultados, y su cuerpo era voluptuoso. Senos en flor, vientre firme, caderas redondas, piernas torneadas…Guillermo hizo las presentaciones debidas. La chica de pelo castaño y bikini negro se llamaba Andrea, la rubia de bikini rojo que tanto había impactado a Eduardo se llamaba Paola, y la de pelo negro con bikini blanco se llamaba Silvia. Quedaron en verse en la Noche.
Mientras se ocultaba el Sol, Eduardo, sentado a la mesa de la terraza, escribía un poema en un cuaderno de tapas rojas que llevaba a todas partes. Escribía sobre el Mar, sobre el Crepúsculo, y sobre Paola, la chica que tanto le había gustado. Le gustaba escribir poemas. Leía mucha poesía y su más caro afán era convertirse en poeta. Cuando el Sol terminó de ocultarse, ya había terminado de escribir el poema. Guillermo y Jorge salieron de la casa y se sentaron a la mesa. ¿Qué hacías?, preguntó Guillermo a Eduardo. Escribía, respondió Eduardo. ¿Qué? ¿Un poema? Sí. A ver, para leerlo. No, no, todavía no está corregido. Puta madre, Eduardo, tú nunca quieres que chequeemos tus poemas. ¿Por qué no le escribes a alguna de las tres hembritas que hemos conocido?, le preguntó Jorge. Ah sí, buena idea, dijo Guillermo, por cierto, ¿cuál te gustó más, Eduardo? Paola me pareció hermosa. Guillermo rió. Luego dijo Nadie se refiere a ella de esa manera. ¿Por qué? Porque es una rucaza. En Asia todo el mundo la conoce como ruca. Si quieres agarrártela no te va a costar trabajo. Eduardo guardó silencio. ¿Entonces cómo nos repartimos en la Noche?, preguntó Jorge. Está fácil la cosa, tú con Andrea, yo con Silvia y Eduardo con Paola, respondió Guillermo. De puta madre.
Eduardo no podía creer que Paola fuera una ruca. No lo parecía. Además, le parecía que se había enamorado platónicamente de ella. En la Noche, antes de cenar, le escribió un poema. Después de cenar, los tres amigos se ducharon y se cambiaron de ropa. Antes de salir, Eduardo arrancó de su cuaderno de tapas rojas la hoja en la que le había escrito el poema a Paola y se la guardó en el bolsillo derecho de las bermudas. Los tres amigos salieron y fueron a la casa de Andrea, que estaba también frente a la playa. Cuando llegaron, vieron a las tres amigas sentadas en la terraza, bebiendo un poco de sangría. Las saludaron, se sentaron frente a ellas y comenzaron a conversar. Las chicas invitaron sangría a los chicos. Eduardo fue el único que no aceptó. Cuando estuvieron picadas, Paola sacó una cajetilla de Marlboro rojo y ofreció cigarrillos a todos. Eduardo fue el único que no aceptó. Se fueron formando las parejas. Eduardo, que era excesivamente tímido, hizo un gran esfuerzo para sentarse junto a Paola. ¿Por qué no tomas ni fumas?, le preguntó ella. Porque no me gusta. ¿Por qué no te gusta o porque tus padres te lo han prohibido? Porque no me gusta, alguna vez he probado. ¿Cómo te llamabas? Eduardo. ¿Y qué te gusta hacer? Escribir poesía. ¿La poesía no es aburrida?
Para mí no. Eduardo sacó la hoja con el poema que le había escrito a Paola del bolsillo derecho de su pantalón. Mira, Paola, dijo, no te conozco, pero me has inspirado mucho, y te he escrito un poema. Toma. Paola recibió el poema y lo leyó. Está lindo, dijo. Pensé que no te iba a gustar. Pues sí me gusta. ¿Podemos conocernos más? Claro, claro que sí. Gracias. Oye, ¿de verdad te inspiro todo lo que dices en el poema? Sí, de verdad. ¿Entonces estás enamorado de mí? Sí. Eduardo inclinó la cabeza. Paola le puso la mano derecha en el mentón y se la subió. Eduardo no sabía qué hacer. Paola acercó su rostro al de él. Se besaron.
Carajo, Eduardo, eres rápido huevón, te la agarraste rapidito no más, le decía Guillermo a su amigo mientras regresaban a la casa a las dos de la mañana. A mí Andrea se me hizo la difícil. Puta madre. Y a mí Silvia se me hizo la estrecha, dijo Jorge. Mañana van a ir a Asia, ahí las agarramos, dijo Guillermo. Y tú, Eduardo, ya cáchate a esa huevona. Es una rucaza, ya te he dicho. No hables así de ella, estamos enamorados, dijo Eduardo. Bueno, bueno, como quieras.
Al día siguiente, Sábado, Guillermo, Jorge y Eduardo salieron temprano a la playa. Buscaron a las chicas y las encontraron. Eduardo estuvo con Paola todo el tiempo. Se bañaron juntos, incluso. Al mediodía, Andrea le dijo a Guillermo que ya se tenían que ir. Nos vamos a la casa de Paola en Asia, ¿ustedes van a ir en la Noche? No sé, no creo, respondió Guillermo. Se despidieron. Cuando las chicas se hubieron ido, Guillermo le dijo a sus amigos Hoy en la Noche vamos de hecho a Asia, así les damos una sorpresa a estas huevonas. Los tres rieron.
Al llegar la Noche, Eduardo se guardó en el bolsillo tres poemas que le había escrito a Paola. Sus amigos no lo vieron. Guillermo dijo Bueno, nos vamos. Mi viejo nos va a llevar. Al llegar a Asia, enfilaron el bulevar. Acá de hecho las encontramos a las huevonas, dijo Guillermo. Seguro que ni se imaginan que hemos venido, dijo Jorge. Había actividad en el bulevar. La gente iba y venía, los restaurantes estaban llenos, la música de las discotecas resonaba. Guillermo, Jorge y Eduardo buscaban a las chicas. Encontraron a Andrea y a Silvia cerca de la entrada de una discoteca. ¿Y ustedes?, preguntó Andrea, ¿no dijeron que no venían? No dijimos eso, dijimos que no creíamos que vendríamos, dijo Guillermo. ¿Y Paola?, preguntó Eduardo. Esto…está con unas amigas, respondió Andrea. ¿Dónde? Por aquí cerca, ya viene. Quiero verla. Eduardo fue un poco más allá de la discoteca y vio a Paola besándose con un tipo mayor que ella. Diecisiete tendría. Eduardo corrió hacia donde estaban y embistió al tipo con todas sus fuerzas. Lo derribó y lo golpeó salvajemente. La gente que estaba por ahí cerca intervino y sujetaron a Eduardo. Éste miró a Paola y le gritó ¡Puta de mierda! ¡Puta de mierda! Guillermo y Jorge llegaron corriendo y preguntaron a Eduardo qué había pasado. ¡Esta puta de mierda estaba con otro!
Los tres amigos regresaron tristemente a “Los Pulpos.” Guillermo tuvo que llamar a su papá para decirle que los recogiera. No le contaron nada de lo sucedido. Cuando preguntó por qué querían volver tan rápido Guillermo sólo le dijo que la cosa estaba monse. Ya en “Los Pulpos”, los tres amigos decidieron caminar por la playa. Eduardo iba muy triste. Ya olvida lo pasado, le dijo Guillermo. Yo la amaba, dijo Eduardo. Es que tú eres poeta, le dijo Jorge, te enamoras muy rápido. ¿Y todos los poetas son tan fuertes como tú? Al idiota ese le sacaste la mierda, dijo Guillermo. Fue la cólera del momento. A ti hay que pegarte entre dos. Guillermo y Jorge asieron a Eduardo de la cintura y lo hicieron caer a la arena. ¡Ahora vas a ver!, decía Guillermo. Eduardo no pudo evitar reír. ¡Déjame huevón!, decía. ¡Nada de déjame, templado! ¡Te la vamos a meter por el culo, para que aprendas a no enamorarte de la primera que se te cruce en el camino!, decía Jorge. Eduardo reía. Sus amigos también rieron. Estuvieron un buen rato revolcándose en la arena.

El Mar

Tu agua viva va y viene, calla y grita,
tu agua viva y jaspeada, tu agua que salta
y que se agacha, tu agua viva
Tu Soledad es inmensa, estás solo contigo
Eres insomne, todo el día y toda la Noche fluyes y refluyes,
bramas y estertoras
Vives en perpetua Agonía, tus olas, rebaños
de blancos toros, embisten los rompientes,
los espigones, los acantilados,
y, suicidas, estallan como albos gritos
Roncas desde tus profundidades,
desde lo que de ti ignoramos
Gaviotas efímeras sobrevuelan tu inmortalidad
Peces de plata y de oro se asoman a la superficie
Sirenas de voces amarillas cantan en islas brumosas
Nereidas de ojos glaucos hieren con su mirada a los navegantes
Almo Mar, de ti surgieron los hombres
Un ahogado feliz flota entre tus ondas
Los tritones se enamoran violentamente de las mujeres de la tierra
Una extraña música viene del horizonte, una música de algas y de neblina
Por tu vastedad nacen los deseos de los interminables viajes marinos
Dan ganas de alejarse para siempre de la orilla, y navegar hasta hallar
un áureo vellocino, o un Leviatán de esmeralda
Cuando te contemplo desde la playa, Mar vivo, escucho
tu voz y sé que me quieres decir algo
Sí, algo me quieres decir con tu voz de espadas de piedra,
algo me quieres decir con tu oscura palabra de oráculo
¿Pero qué me quieres decir? ¿Qué?
Me cuesta trabajo entenderte, te amo pero no entiendo tu voz
Tal vez me estés diciendo quién soy
Y quién soy, Mar mío, quién soy
Dime quién soy yo
Dímelo con tu voz verde e incomprensible
No dejes de hablarme
Zarparé y me dejaré llevar por ti, hacia lo ignoto
Me dejaré hechizar por las sirenas, para
no pensar más que en tus rutas no señaladas
No resistiré la ribera por mucho más tiempo
Y no temo tus caminos
Sé que te gusta estragar a los hombres
Pero también sé que te gusta acariciarlos con tus olas suaves como flores
Tu vozarrón de guijarros y de origen enciende mi abismo de danza nocturna
Mi deseo es profundo como tú, pero se deshace como tus olas
Tu espuma de lirios roza la orilla,
y tu sibilino murmullo me dice quién soy
Eres inocente, oh Mar, aunque mates,
aunque ahogues a pobres desgraciados
Eres como un animal que no sabe lo que hace
Tú tampoco sabes quién eres, estás ciego,
tienes sal en tus miles de ojos,
y agonizas con toda tu inmensidad,
como un ser herido
Siempre he creído que me quieres revelar tu secreto,
por eso me quedo oyéndote y mirándote,
mecido por tu cuerpo terrible,
aniquilado por tu oleaje
Mata y muere innumerables veces,
no olvides que eres el Mar

jueves, 27 de mayo de 2010

Luna

Con el alma llena de alcohol y de tabaco
conversaba con Soledad la Buena
sentado en una silla, en medio de mi cuarto
Era lo profundo de la Noche
Cuando me cansé de soliloquiar con Soledad,
salí al balcón
La Luna rojiza rielaba sobre el Mar
Me quedé contemplándola y comprendí
que lo bello y lo triste se complementan
La brisa remejía el follaje de los mioporos
El vozarrón del Mar subía hasta mi balcón
Pensé que necesitaba una Amada
Y amé a la Luna
Desde entonces digo que tengo una Amada triste y bella

Haikus

Las flores esparcen su resuello
El Sol se muere de risa
Todo revive sin darse cuenta

Una paloma ha hecho su nido
En mi balcón Y me he dado cuenta que aún puedo conmoverme
ante el encanto de un nido

Dios ha muerto
Pero nosotros estamos vivos
Bendigamos la Primavera

El problema es Dios

Dios es el origen de los mayores problemas del Mundo. Problemas como el crecimiento de la maldad, de la indiferencia ante las cuestiones del espíritu, de la despreocupación por el arte y la religión, del aumento de la Angustia y de la desesperación, tienen su origen en la existencia y en la inexistencia de Dios.
Dios existió hasta hace unos siglos. Luego se suicidó. Muchos siguieron creyendo en él, a pesar de que había muchas evidencias de su muerte. A individuos de diversas generaciones se les hizo creer en Dios. En esta época muchos se han dado cuenta de que Dios no existe. Ya saben que está muerto. Eso los hace reaccionar violentamente. Se hallan solos en un universo infinito, ya no está Dios, el que supuestamente los salvaría y los haría ascender a su reino. La inexistencia de Dios ha trastornado la vida de muchos. Los hombres piensan que da igual vivir que morir. Viven sin fe, sin Esperanza, y hasta sin amor. Los suicidios se incrementan. Quienes se suicidan lo hacen porque no encuentran el amor de ese ser que algunos aún creen que existe, pero que hace tiempo que se mató. Los hombres están decepcionados. Los hombres están molestos. Y con todo derecho. Han vivido dulcemente engañados durante un tiempo largo. Pero ahora es el momento de su revancha. Ahora conocen la verdad, y la verdad los hará libres.
La muerte de Dios es la causante de todo el conflicto interno que padecen los hombres de esta época. Vemos a jóvenes que viven sin rumbo, sin fuerza, decepcionados de algo que ellos mismos no entienden, átonos, rebeldes a la medida de sus escasas fuerzas. Ellos son así porque Dios no existe. Se han dado cuenta de ello, y ahora asumen una postura determinada. Todo el problema de la juventud radica en que Dios no existe. Se han dado cuenta de ello. Y ya es muy tarde para inventar otro Dios. Eso ya no funcionaría. ¿Qué se puede hacer, entonces? Suplir a Dios. Hacer del arte un dios, hacer del amor un dios, hacer de la cultura un dios… Y aceptar, pacíficamente, que Dios, nuestro antaño tan amado Dios, ha muerto.

Todavía tú

He buscado tu tristeza y no la he encontrado
He hallado tu gozo en lo más tibio de tu carne
He mirado tu desnudez pintada por la Luna
El Sol nos sorprendió muchas veces realizando los ritos del amor
Era el tiempo de las noches calurosas
Era el tiempo del descubrimiento de tus senos
y de lo letales que podían ser tus ojos
Era el tiempo sin tiempo de nuestro andar juntos
Te extraño, y sé que no podré volver a probar tu alma
Te extraño, y sé que no volverás a alegrar mi Soledad
Te extraño, y sé que no compartiremos la Eternidad
Es duro saberlo
Pero es mejor que ignorarlo
Tú lloraste mucho por mí
Yo, avergonzado, lloré por ti
Y nuestro llanto no nos reunió
Así terminamos
Alejados, aprendiendo a tener pena por el ser amado
Tú has trascendido todo eso
Yo no
Yo aún te evoco y no olvido que me enseñaste a no despedirse
Las despedidas se hacen solas
Aunque quizá nos debemos una despedida
No sé por dónde ir
Me pierdo a cada instante
Tú eras mi guía
Tú conocías nuestro camino
Y ese camino aún existe
Sólo que yo no sé andarlo sin ti
Ando ahora por un laberinto cuyos caminos tú conocías
Un laberinto de amor
Y necesito que me saques de él
Si tan sólo quisieras hacerlo…
Pero sé que tú no quieres
Crees que lo nuestro es mejor dejarlo muerto
He buscado tu amor y lo he encontrado en lo dulce de tu aliento
Y no es para mí

miércoles, 26 de mayo de 2010

Sol

Flor de topacio, Rosa amarilla,
reverberas en las olas que se alzan,
mezclas tu aliento con la plata del río,
iluminas la mente ensombrecida del hombre que se dedica a pensar;
aturrias los eremíticos campos de Castilla,
desvaneces la grisura del Cielo de Lima,
curtes el cuerpo desnudo del anacoreta,
aduermes a las parejas que yacen tendidas en la playa,
penetras el follaje de las encinas,
aclaras la faz de los desiertos,
haces que la piedra de Salamanca exhale su oro,
sofocas, inquietas, abochornas;
creas extraños mirajes,
propicias los éxtasis,
induces los coitos,
bronceas los cuerpos codiciables de las adolescentes,
enloqueces aun más a los locos,
le das tu compañía al caminante sin rumbo,
Sol de Lima, Sol de Castilla, Sol del Gran Teatro del Mundo
llenas mis venas con tu resuello,
besas la cara del marinero que fuma su pipa en el codaste,
ríes, soplas, lames
Con frecuencia, a causa de mi vida desordenada,
me he levantado cuando tú ya te ocultabas,
incluso cuando ya estabas oculto
En esas ocasiones he sentido Remordimiento
Para resarcirme, al día siguiente salía a verte
y tú te reías, burlándote de mí
Hermano Sol, me gusta contemplar tu muerte ficticia,
tu Ocaso, en ese momento eres tan bello y trascendente
Me causas un lento y dulce arrobamiento
Fecundas la tierra, das vida porque eres vida,
astro florido
Animas mi existencia depresiva,
eres la Beatitud, Flor de Topacio
Rosa amarilla
Los días que coruscas en el Cielo,
yo me siento un contraste,
porque tú haces y eres el día claro,
y yo vago con el alma oscura, con mi noche personal
Quiero que seas mi Sol interior,
mi resplandor de adentro;
quiero que mi alma se queme de gozo,
te quiero para siempre en mi vida,
quiero que en mí sea siempre de día;
desvanece mi noche personal,
entra en mí,
fecunda mi languideciente humus
Hay fuerza en mi espíritu,
yo puedo soportar tu fuego,
hay fuerza en mí, Hermano Sol
Dame mi Verano,
dame mi existencia estival
Dame mi Julio infinito
Y que sea yo la inmortal gota de rocío que te contenga

martes, 25 de mayo de 2010

Escrito en tiempo de golondrinas

Un hombre compartiendo la comida con los perros, rescatando su animalidad
Un individuo solitario mirando a unas niñas que se bañan en el Mar
El planeta visto desde el Espacio, una diminuta esfera que se puede coger con dos dedos
La artesa en la que una mujer amasa el pan con un poco de azúcar y de su propia sangre
El niño muerto en el jardín por haber caído de un árbol
Las ratas chillando en la sala, en lo más profundo de la Noche
El gato poseído por el espíritu de la Noche
El hombre hechizado por la Noche
La mujer que llora en su cama en plena Noche
El sacerdote que se masturba en la Noche
El borracho que ejerce el oficio de olvidar en la vieja taberna
El viejo mozo de la taberna que se va muriendo imperceptiblemente
El cerro marrón a lo lejos, el Cielo grisvioleta, la bruma roja
Las olas del Mar descuajaringándose en la roqueda
La puta que en el fondo es una santa
El río de aguas sucias, enfermas, turbulentas
La compañía, el insomnio y el encanto de los faroles
El lobo flaco y taciturno vagando por la estepa
La Nostalgia y el Olvido amarrados por el recuerdo
El amor insano y mugriento
El encinar alumbrado por el Alba
El enfermo despertando con miedo en su cuarto de hospital, mirando la luz del Alba a través de la cortina
La mirada de la mujer que perdí iluminada por el Alba
La luz del Alba reflejada en el rocío
La vida huyendo de la vida
Los murciélagos durmiendo con un sabor a sangre en el hocico
La Muerte andando aprisa tras de mí
El moribundo mirando fijamente la llama de una vela
Las nubes grandes, aborrascadas, blancas como crema de leche
El Crepúsculo sosegando las almas, dándole reposo a la vida
¿Y la paz? ¿Dónde está la paz?
No encuentro paz en esta vida, a pesar que de niño me dijeron que la encontraría
Las barcas que se mecen en el Mar, como existencias solitarias
La abuela contándonos un cuento antes de morir
Copos de fuego cayendo en el prado
Una pareja de esposos arruinándose la vida mutuamente
Y el inmenso dolor de ser humano
Incomprensible

Canto a Satán

Tú conoces las almas perdidas, tú haces pactos con los hombres
para granjearte su parte inmortal; por ti existen los hombres sin alma,
esos que han vislumbrado el Todo y que han perdido todo
Tú viste la cara del Creador- visión terrible-, y esa cara es tu pesadilla
Tú caíste del Azur, ángel bello, coruscante estrella;
caíste a la sima más solitaria del universo, caíste,
ángel precito, para estar solo eternamente
Tu tormento consiste en ser tú, ser afeado, diabólico, inmortal
Vives en constante desesperación, en porfiada rebeldía
Supiste usar tus dones, llegaste a ser un soberano,
ahora ocupas un trono que está debajo del Cielo y de la tierra,
y de esa forma empeces la dictadura de Dios
También hay hombres que te quieren
Te pasas el Tiempo pensando, sentado en tu trono de excremento,
te pasas la Eternidad añorando tus tiempos de ángel bello y bendecido
Muchas veces desesperas al recordar, y quisieras morir
Eres la criatura más solitaria de toda la Creación
Por eso hoy me dirijo a ti, oh Satán,
para que me escuches y me respondas
Quiero conocer lo Absoluto, dime cómo lo puedo hacer
Quiero no estar tan solo, quiero saber para qué he sido creado
Quiero, oh Satán, gozar la vida, quiero beber esta copa hasta las heces
Yo comprendo a tu morralla, yo los bendigo, yo conozco a la ramera,
al asesino, al heresiarca, al blasfemo, al suicida,
al ateo, al ladrón…
A ti te han herido, te han pisoteado, te han tratado como a un miserable
A ti te odian, te desprecian, te maldicen
A ti te echan la culpa de la natural corrupción humana
Y tú, sombrío, quizá te preguntes por qué Dios, siendo Dios, odia tanto
Padeces Nostalgia de aquellos tiempos celestiales,
pero no te retractarás, no pedirás perdón
Te interesa mucho el hombre, por eso lo visitas con frecuencia, transformado
A menudo vas paseando por la calle, con traje, incluso con sombrero,
vas hecho todo un caballero buscando a algún hombre para conversar con él
y para saber más de él
Casi nadie sabe que vienes al Mundo con regularidad
Yo te he visto alguna vez
Ibas por Saint-Germain-des-Prés, fumando un puro,
y mirabas detenidamente a la gente sentada en las terrazas de los cafés
También te he visto en el campo, sentado en una piedra, en medio de una chopera,
a orillas del Arlanza, con el torso desnudo, mirando al Sol
Y de Noche te he visto en la Torre del Marqués de Villena,
contemplando la Luna
Ninguna sensibilidad es más exquisita que la tuya
A veces, oh Satán, me parece enloquecer de tanto pensar en la vida
Dime qué puedo hacer para no caer en la demencia
Dime cómo puedo conocer el meollo de la vida
Dime por qué la vida es sufrimiento, dímelo tú que sufres
más que cualquier otro
Estás lleno de hormigas de desesperación, nunca puedes sosegarte,
tu existencia misma es un suplicio
Yo te compadezco, ángel maldito,
yo comprendo tus accesos de furor
Proscrito, habitas tu mansión profunda, y ahí meditas
tu perdición, la perdición de Dios y la perdición del hombre
Todos hemos de acabar perdiéndonos, está en nuestra naturaleza
Ángel caído, reflexionas sobre tu caída,
y te das cuenta de que caer es algo ingénito en ti y en el hombre
A diario caen los hombres a tu abismo,
y tú los levantas y conversas con ellos para saber qué fue lo que hicieron
Oh Satán, mi alma está perdida,
y no la puedo recuperar
Dame, al menos, el Olvido de esa pérdida,
para poder seguir viviendo.

domingo, 23 de mayo de 2010

Cabezadas

Estoy vivo a medias,
muerto a medias,
la inexistencia tienta a mi alma,
los gorriones dan saltitos en la acera
Mi cabeza ya no florece más, está gastada y no puede dar mucho
más de sí
Mi corazón inquieto busca dónde reposar, inútilmente
Las garras del amor me hieren
Las golondrinas trisan y ya casi hacen el Verano
Tu pureza, niño viejo, está perdida
Tu impureza, viejo niño, ebrio Sileno,
está en ciernes
Calla el Titán y resiste su tormento
Oh Prometeo, estás maldito
Y por ti están malditos todos los hombres
La cruz redime, pero qué es la cruz
para que salve a tantos millones
Qué es la cruz y qué hicieron con ella
Yo no quiero la cruz
Yo quiero la estatuilla del demonio sumerio
Sí, yo quiero el demonio sumerio,
ese que aparece en los desiertos,
feo, inocente y malvado
Sigo luchando todos los días con la Divinidad
Me derrota a diario,
pero yo no la dejaré en paz, nunca
Cuando amanezco solo soy feliz,
no cuando amanezco con pegajosas rameras
El ser es
El no ser también es
Alguna vez seré un no ser,
libre de mí al fin
De momento sólo hay que aguantar
Doy un paseo por la floresta y adoro las piedras y los árboles
Porque ya no sé qué es la cruz,
pero sí sé qué es un árbol,
qué es una piedra, que pueden
salvar al hombre
diciéndole mudamente que existe

Pájaros e Insomnio

Volverse loco de tanto escuchar a los pájaros de la mañana,
después de Noches y Noches de Insomnio
Mirar los ojos de un perro triste a la luz del Alba,
ojos casi humanos vistos a través del cordaje de las cítaras
Salvarse de la megalomanía de la razón,
de los delirios de la fe,
habitar una choza al pie de un viejo castaño,
contemplar la Luna reflejada en la bahía mientras
las sirenas confunden sus voces con los gritos de la borrasca
Mirar al Sol a la cara y sentir su aliento ardiente en la sangre,
y ver cómo reverbera en las ondas marinas
Comprender, bajo las frondas de la arboleda,
que la existencia es infinita;
ignorar, sentado en el espigón, qué puedo conocer
en lo más recóndito de estos lares
Admirar el Cielo nocturno y reconocer a la estrella que me protege
Beber el vino sangriento que repone la fuerza tan a menudo perdida
en esta lucha de pobres hombres
Dar la cara a la zarpa de la desgracia,
ya que ninguna es más grande que haber nacido
entre los seres que me adoran y que dañaré inevitablemente, sin querer
El amor consiste en herir y ser herido
El amor es un demonio inmisericorde y taimado
Cómo, sin darse cuenta, uno se va quedando solo,
fermentando sus ganas de permanecer
Pero nada ni nadie permanece
Los tigres durmientes del Crepúsculo
apenas mueven un poco la cabeza, acomodándose
Y el lobo flaco y solitario responde una herida
que ya tiene años abierta, la responde
con un silencio sufriente y con la huida furtiva de los cazadores
que no dejan ni dejarán de perseguirlo
Tal vez todos muramos sin haber entendido nada,
quizá esta Comedia nos resulte ininteligible,
y pensar en ella nos resulte vano
Cada uno tiene su Beatriz, yo tengo la mía,
que es neurótica y que pretende llevarme al Paraíso
Qué fracaso irremediable es el de llegar adonde siempre se quiso
en las peores condiciones, con el cerebro arruinado
y la Esperanza aún latente, tan absurda
La barca que las olas quieren tragar
es como el hombre que corre entre abismos ululantes,
y las águilas agoreras que trazan signos en el Cielo
dan la vida o la muerte sin saberlo
Las laderas pueden ser lugares de reposo
o de arrobamiento
En la cumbre de una montaña un hombre puede perderse
a sí mismo, con preguntas sobre el yo,
y con el afán de obtener una respuesta
Las flores se cubren de rocío, de plata
y de oro, y adornan los arriates de un jardín
que desciende hasta el Mar
El beso que le doy a una rosa es iluminado por la Aurora
Y después de Noches y Noches de Insomnio,
los pájaros de la mañana me vuelven loco

Cómo decirte que ya no te quiero

Me casé con mucha ilusión. El matrimonio era para mí algo sagrado que unía definitivamente a una pareja. Yo quería compartir mi vida con alguien. Quería vivir amando por el resto de mis días. Hace tres años que me casé. He perdido la ilusión y he terminado aburrido de la vida en pareja. Hace un año comencé a sentirme triste y descorazonado. La vida en pareja me había hastiado. No sabía cómo decírselo a Gabriela. Ella notó el cambio operado en mí. Me decía que me veía distinto, y que le parecía que yo ya no la amaba. Yo le decía que eran impresiones suyas, que estaba equivocada. Sin embargo, cada día me sentía peor. No sabía si iba a poder resistir la vida en pareja mucho tiempo más. Un día no pude levantarme de la cama. En consecuencia, no fui a dar clases a la universidad. Gabriela se preocupó mucho por mí, me preguntó qué me pasaba. Yo no sabía qué responderle. Me siento mal, fue lo único que le dije. Pero en realidad me sentía deprimido. Gabriela me dijo que trataría de volver temprano y se fue a su trabajo. Me levanté pasado el mediodía. No tenía hambre. Me senté ante mi escritorio y encendí la computadora. Intenté escribir algo, pero no me salía nada. Me quedé varias horas frente a la computadora, sin lograr escribir absolutamente nada. Cuando me cansé, apagué la computadora y volví a la cama. Gabriela, al volver, me encontró tal y como me había dejado. Me propuso salir a dar una vuelta, pero yo no quise. Qué te pasa, mi amor, me preguntaba. Y yo le decía que me sentía un poco mal. Era incapaz de decirle que la vida en pareja me había estragado, y que deseaba vivir solo, libre de compromisos matrimoniales. Me dijo que quizá sería bueno llamar al médico. Yo le dije que no era para tanto, que ya se me pasaría el malestar. Recuerdo que ella preparó la cena y que yo apenas probé bocado. Cuando estuvimos en la cama, viendo la tele, ella quiso hacer el amor, pero yo le dije que no tenía ganas. Ella aceptó mi decisión. Fue comprensiva, y eso me hizo sentir terriblemente mal. Esa Noche no pude dormir. A la mañana siguiente, Gabriela me despertó, pero yo le dije que no iría a la universidad. Ella se fue a su trabajo muy preocupada. Yo me levanté por la tarde. Comí algo ligero y me senté frente a la computadora. Aquella vez tampoco pude escribir nada. Pasé una semana entera sin ir a dar clases a la universidad y sin escribir. Me sentía muy deprimido. Una tarde, un colega de la universidad, llamado Luis, me llamó por teléfono. Me preguntó qué me pasaba, y yo le conté algo de lo que me sucedía. Él me recomendó ir al psiquiatra. Hasta me dio el teléfono de uno. Así que fui al psiquiatra y le conté todo lo que me pasaba. Me hizo muchas preguntas. Me preguntó, entre otras cosas, si amaba a mi pareja a pesar de ya no querer vivir con ella. Yo le dije que no lo sabía. Él me recomendó tomármelo todo con calma y me recetó una serie de pastillas. También me dijo que sería bueno vernos con regularidad, así que me dio una cita para dentro de dos semanas.
Le conté a Gabriela que había ido al psiquiatra. ¿Y qué te dijo?, me preguntó ella. Que estoy deprimido, le contesté. El psiquiatra también me había dicho que el motivo por el cual no podía escribir era la depresión. Se lo dije a Gabriela. Ella me pidió que le mostrara las pastillas. Eran antidepresivos y ansiolíticos. Lamento que te haya pasado esto, yo te ayudaré en todo lo que pueda, me dijo Gabriela. Me sentí tremendamente mal por lo que sucedía. Gabriela era una buena mujer pero yo, lamentablemente , ya no la quería como esposa. Y no me atrevía a decírselo.
Ya ha pasado un año desde aquello. Gabriela y yo seguimos viviendo en la cuadra x de la avenida Larco, en el tercer piso de un edificio. Ella sigue trabajando como bibliotecaria en un colegio. Yo he dejado la universidad Católica, donde enseñaba Literatura hispanoamericana. Ahora sólo me dedico a escribir- soy un escritor conocido en el mundillo de la Literatura peruana-, aunque lo que escribo no me gusta. Con frecuencia me vienen etapas de aridez literaria. Cuando sucede eso, me paso el día leyendo y fumando cigarrillos. Antes bebía y fumaba marihuana, pero el psiquiatra me lo ha prohibido. En suma, Gabriela y yo parecemos ser una buena pareja. Los que nos conocen nos consideran felices. ¡Cuánto se equivocan! Todo el día estoy bajo los efectos de las pastillas. Incluso yo mismo me aumento la cantidad de ansiolíticos que debo tomar. Cuando Gabriela llega de trabajar me encuentra escribiendo en la computadora, o leyendo algún libro. Nos saludamos con un beso en la boca y ella, invariablemente, me pregunta ¿Otra vez te has olvidado de lavarte los dientes? Yo no le respondo. Cuando tengo ganas de orinar, lo hago en cualquier rincón del departamento, ya que me da flojera ir hasta el baño, aunque esté cerca de él. Cuando tengo ganas de escupir, lo hago también en cualquier parte. Me baño sólo dos veces a la semana. Gabriela dice que no me reconoce, que no soy el hombre que ella conoció. Aun así, no me atrevo a decirle todavía que estoy decepcionado del matrimonio, y que quisiera que nos separáramos.
Mi vida sexual está en ruinas. Los antidepresivos me han producido una disfunción eréctil muy severa. No me acuesto con Gabriela hace bastante tiempo. Casi no siento deseo sexual. Le he comentado la cuestión al psiquiatra y me ha recetado Viagra. Aun así, yo preferiría no tener que hacer el amor. No tengo nada de ganas. No sé por qué diablos no le digo a Gabriela que ya no quiero nada con ella. Yo mismo soy la causa de mis problemas.

Ha cambiado mucho. Fue de un momento a otro. Un día no se pudo levantar de la cama y todo cambió. Se deprimió mucho, y no fue a dar sus clases a la universidad y tampoco pudo escribir durante varios días. Fue al psiquiatra. Le diagnosticaron depresión. Le recetaron pastillas. No sé hasta qué punto éstas lo hayan ayudado. Ha dejado la universidad. Y además se automedica. Toma más pastillas que las que le han recetado. Parece otro hombre. Orina en los rincones del departamento, escupe donde le da la gana, sólo se baña dos veces a la semana, y creo que ya nunca se lava los dientes. No sé qué le pasa. Su vida es un desastre. A veces se acuesta a la medianoche y al día siguiente se levanta a las once de la mañana. En otras ocasiones se levanta a las nueve de la Noche y ya no duerme. Come algo y se queda sentado frente a la computadora, escribiendo y navegando por internet. Se pasa toda la Noche en vela, y varias horas después de que amanece se pone a leer algún libro. A veces, por las tardes, sale a pasear. Aunque me parece que hasta las ganas de pasear ha perdido. A causa de las pastillas, sufre una disfunción eréctil. Le han recomendado Viagra. La ha tomado y no le ha ido tan mal. A pesar de que se queja por tomarla a los treintaiséis años. Yo pensaba tomar Viagra a los setenta, me ha dicho. Amo a Horacio, pero no lo entiendo. Parece haber perdido todo interés por mí, por el Mundo, por la vida. Y parece que no sabe cuánto lo amo. Daría mi vida por él. Cuando pasa por alguna de sus etapas de aridez, y lo veo sentado frente a la computadora, impotente, sin poder escribir, me inspira una gran ternura. Horacio en realidad es un hombre muy débil. Cualquier cosa, por más insignificante que sea, puede perderlo. ¡En mala hora le dio esa depresión! Ni siquiera él sabe cuál es el motivo de ella.

Gabriela ya se ha ido a trabajar. Yo sigo frente a la computadora, navegando por internet. Es lo único que puedo hacer, porque me ha dado otra vez una crisis de aridez. No puedo escribir, carajo, no puedo trabajar. La mierda de novela que estoy escribiendo avanza muy lentamente, y eso me agobia. Quisiera escribir con inspiración y fluidez, pero no puedo. No sé qué mierda me pasa. Son las nueve de la mañana. Voy a mi habitación y me tomo las pastillas. Vuelvo a la sala y apago la computadora. Voy a mi habitación nuevamente. Cojo un libro del armario. “La divina Comedia.” Sentado ante una mesita llena de libros me pongo a releer el poema. Al cabo de un rato, me detengo.¿ Cómo pudo Dante amar tanto a una mujer? Su amor fue inconmensurable. Puso a su amada en lo más alto del Cielo. La amó idealmente. Pero Beatriz nunca estuvo con Dante. Murió prematuramente, nunca fueron novios, nunca se casaron. Si se hubieran casado, estoy seguro que Dante habría acabado hastiado, arrepentido de su unión con esa bendita mujer. El matrimonio es un error. Va contra la naturaleza del ser humano. Sigo leyendo. Al mediodía me detengo. Voy a la cocina a prepararme el almuerzo. Almuerzo. Sigo leyendo a Dante. Pasan tres horas. Cierro el libro. Voy a la sala. Enciendo la computadora, y me pongo a chatear. Pasa el tiempo. Llega el atardecer. Me tomo tres ansiolíticos. Me saco el pijama y me pongo ropa de calle. Salgo del departamento. Luego salgo del edificio. Es un neblinoso atardecer de Otoño. Camino despacio, rumbo a Larcomar. La gente parece adormecida. Algunos transeúntes tienen cara de mutilados. Llego a Larcomar. Allí la gente parece muy despierta y muy contenta. Me apoyo en una baranda y miro el Mar inmenso. Su voz ronca se escucha hasta lo alto del acantilado. A pesar de la neblina puede verse la puesta del Sol. Veo ocultarse al astro bermejo. Me quedo un buen rato en Larcomar y luego me marcho. Voy andando hasta Benavides. Cruzo la avenida y llego al Parque Kennedy. Ya ha oscurecido. Me compro una butifarra. Comiendo, voy hacia la Bajada Balta. Llego al puente. Me detengo allí un momento. Luego bajo hasta la playa. Me siento en la vereda y me quedo mirando las olas.
Al volver al depa, encuentro a Gabriela preparando la cena. Me acerco a ella y la saludo con un beso en la mejilla. El beso no me sabe bien. Es un beso obligado y comprometido. Entro a mi cuarto y me tomo tres ansiolíticos más. Me siento sosegado, nada me turba.

Horacio aún encuentra bella a Gabriela. A veces, cuando está tendido en el sofá, totalmente sedado, se queda mirando a su esposa, que hace la limpieza. Tiene treinta años y su rostro redondo, pecoso, de ojos verdes, nariz recta, boca fina, aún parecen los de una adolescente. Al llevar atado el cabello castaño y rizado, parece aun más joven. Su cuerpo está magníficamente proporcionado. Sus senos grandes, su cintura estrecha, aunque ahora un poco más ancha, sus caderas redondeadas, sus glúteos maduros, todo su cuerpo parece estar hecho para despertar la libido, incluso la libido enferma de su esposo.
Gabriela piensa que Horacio pasa demasiado tiempo solo. Por eso le ha organizado una cena sorpresa con sus amigos más íntimos. La cena será el próximo Sábado a las nueve de la Noche, y los invitados serán Cucho y Paty, casados hace seis años, y Roberto y Natalia, casados hace cinco. El menú será ensalada de durazno, papas, nueces y mayonesa, pollo enrollado con arroz, torta de chocolate y vino.
Es el día de la cena. Horacio ha dormido hasta las siete y ahora está navegando por internet. Otra vez pasa por una etapa de aridez. A las ocho y media, Gabriela le pide que por favor se vista, que quisiera ir a pasear a Larcomar. Qué bien huele, ¿qué cocinas?, pregunta él. Estoy probando unas recetas, le responde ella. Él se va a la habitación, se toma cuatro ansiolíticos, y se cambia de ropa. Luego sale y se sienta frente a la computadora. Gabriela sale de la cocina, se ducha rápidamente y se viste. A las nueve en punto tocan el timbre. Gabriela corre a abrir la puerta. Son las dos parejas, que han decidido llegar juntas para que la sorpresa no sea dada por partes. Horacio, de pie en medio de la sala, totalmente sedado, mira con sorpresa a sus amigos. Se saludan con abrazos y besos. Las parejas traen botellas de vino y ramos de rosas como presentes. Se sientan en la sala a conversar. Horacio no habla mucho. Así que esto fue idea de Gabriela, dice al cabo de un rato. ¡Pues qué gran sorpresa! Ni me lo esperaba. A eso de las nueve y media se sientan a la mesa. Cenan, beben y conversan. Horacio sólo puede beber una copa.
Cucho: ¿Estás escribiendo, Horacio?
Horacio: Ahora no, estoy pasando por una etapa de aridez.
Cucho: No te preocupes, eso pasa.
Horacio: Trato de mantener la calma.
Roberto: ¿Y no has pensado en volver a dar clases en la universidad?
Horacio: No, eso terminó para siempre. Ahora sólo me dedicaré a escribir.
Paty: ¿Y cómo te va con el psiquiatra?
Horacio: Supongo que bien. Tengo citas regulares con él.
Paty: ¿Y las pastillas? ¿Te hacen bien?
Horacio: Son como mi droga.
Todos rieron, excepto Horacio.
Natalia: ¿Pero cuál es el problema que tienes?
Horacio: Depresión.
Natalia: ¿Y a causa de qué?
Horacio: No lo sé.
Natalia: Saberlo te ayudaría mucho.
Horacio: Sí, seguro.
Cucho: Pero tú, Horacio, sinceramente, ¿cómo te sientes?
Horacio: No sé qué responderte, Roberto.
Gabriela: A veces pienso que ya no me quieres.
Horacio: Cómo no te voy a querer. Eres mi compañera.(Ya no te quiero. Ya no quiero estar más tiempo contigo. Estoy aburrido de nuestra relación. Pero cómo decírtelo. Te morirías de tristeza. Pero claro, mientras tú permaneces feliz a mi lado, yo me jodo. ¡Maldita sea!)
Cucho: Horacio te ama, Gabriela, sólo que tiene depresión.
Roberto: Sí, y la depresión llega sin que uno tenga la culpa.
Paty: Considérate dichosa, Gaby.
Cucho: Y tú, Horacio, confía en que esa depresión te será curada.
Horacio: Sí, sí, confío en ello.( No confío en nada de eso. La depresión me será curada cuando vuelva a estar solo, cuando me separe y me divorcie de Gabriela)
Natalia: Roberto y yo estábamos pensando en que un viaje nos vendría bien. Imagínense un viaje hecho por las tres parejas.
Gabriela: ¡Sería magnífico! ¿Y adónde iríamos?
Natalia: A Cuzco, por ejemplo.
Gabriela: ¡Sería maravilloso! ¡De verdad!
Horacio: (Puta de mierda. Ya tenías que venir con una idea tan estúpida, tan romanticona. No sé por qué no puedo decirle ahora mismo a Gabriela que no la quiero.)Quizá no todos puedan ir.
Natalia: Nosotros podemos. Aunque falta saber si ustedes pueden.
Gabriela: ¡Sí! ¡Sí! ¡Nosotros sí!
Natalia: ¿De verdad pueden, Horacio?
Horacio: Sí, sí, podemos. (Estoy cagado. Si no lo dije ahora, no lo podré decir nunca. Tendré que soportar el peso de Gabriela. ¿Tan difícil me es decir Ya no te amo?
Cucho: ¡Bueno pues! ¡Un brindis por el viaje!
Todos: ¡Salud! ¡Salud!

Telón

viernes, 21 de mayo de 2010

Hombre

Ignoro si soy un ser creado
Me parece que no lo soy
Me parece que participo de la infinita orfandad de lo increado
Soy un animal que piensa su existencia,
que mira el Cielo con terror sagrado;
soy un ser enfermo de mortalidad que se alegra al ver el Sol,
esa resplandeciente flor de topacio
Soy el creador de Dios
Vivo haciendo pedazos las virtudes,
andando sin rumbo con embarullados pensamientos
Es difícil no estar confundido
cuando se es consciente de ser hombre
Qué excesiva conciencia es la mía,
me hace buscar mi origen, mi causa
Y no encuentro nada
Sólo padezco el terrible hecho de ser hombre
Sólo aprendo a convivir con el bueno y con el malo que hay en mí
Y de la vida aprendo muy poco,
porque no la entiendo
Me han hablado mucho del amor,
pero el amor es un ángel bello y rencoroso
Yo lo conozco
He comido mucho fruto del Árbol de la Ciencia,
y he tendido mi mano innumerables veces hacia el Árbol de la Vida,
sin poder tocarlo
La vida me va expulsando y la Muerte me espera
El Mar inquieto, reverberante, parece querer destruirse,
igual que un hombre que ha presentido su Destino
He nacido, y eso es ya un delito
Me han hablado del pecado original
y de todos los demás pecados que un hombre puede cometer en su vida
¿Tan salvaje puede ser un hombre?
¿Puede ser tan criminal?
Seguro que es inevitable
Seguro que es fatal
El Cielo y el Infierno están dentro del hombre
Yo oigo los aullidos de los demonios y los cantos de los ángeles
Y sé que ambas cosas se profieren con una misma voz
Mi compañero es el dolor
El dolor de querer conocer el Absoluto y no poder hacerlo
El dolor de mirar la Luna y desear su pureza-el hombre
es un ser esencialmente impuro-
El dolor de andar al azar
El dolor de no ser criatura
Soy hombre, y serlo conscientemente es un acto de suprema Locura
El hombre está mal de la cabeza
y sólo puede ser redimido por aquello que se llama corazón
Soy hombre, y mi corazón es lo único que se mantiene puro,
aunque también puede volverse cruel
Soy hombre, y la vida es una loba infértil.

jueves, 20 de mayo de 2010

Tortura para dementes o canto del intoxicado

Me embriago para soportar la vida,
ebrio de Soledad, vivo en mi propio Edén,
tan sereno como una deidad hindú
Marihuana, opio, hachís, cocaína, ansiolíticos…
Todo lo consumo porque tiendo mi mano buscando
la mano divina, y no la encuentro
Mi cerebro se pudre, pero su gozo es inmenso
Los ángeles descienden de las nubes,
campanas violeta tañen desde algún rincón del Cielo,
el Sol me llama tocando la ventana de mi habitación
Y por un momento olvido que vivo,
por un momento adviene la Beatitud
Me embriago para soportar la vida,
mi miseria está oculta bajo mi placer
¿Dónde está mi fuerza?
¿Qué le ha pasado a mi voluntad?
Mi fuerza se ha extraviado entre repetidos éxtasis,
y mi voluntad es ya sólo un muñón desde que
conoció esos escondrijos que tanto frecuentó
Me voy quedando solo, solo con mi vicio,
y sufro aunque calle, sufro esta ruina,
este refugio hervidero de impotencias
donde me oculto y me mato
Sólo trato de proteger mi sensibilidad,
sólo intento permanecer en este río
en el que no me puedo bañar dos veces
La vida me resulta insufrible si no me embriago,
si no adormezco mi alma
¿Pero por qué la vida tiene que ser una tortura
para dementes?
Alguna vez dejaré las drogas,
y cortaré mis venas
Ahora el día es hermoso, tibio y claro,
y cantan los pájaros, desvaneciendo la Angustia
Y es que estoy intoxicado, y veo un Paraíso
recamado donde una diosa cuida a un niño
que juega en la orilla del Mar
La Locura me rescatará o sucumbiré a un exceso
de mis venenos
Cuando la vida vuelve a dolerme,
me viene el Remordimiento,
y me juzgo, y me desespera
mi condición vital
¿Siempre tendré que estarme evadiendo?
¿Nunca podré asumir mi vida sobrio?
La vida es para mí algo insoportable,
un cuchillo hundido en el vientre,
o un mal sueño bastante vívido
En mi vida no hay Esperanza,
sólo hay una Nostalgia que duele
Estoy envenenado y seguiré envenenándome
No sé si es lo que quiero,
pero es lo único que puedo hacer
si pretendo seguir viviendo

miércoles, 19 de mayo de 2010

Haikus

Por fin el aire tibio
De Primavera
Aire alegre todo el día, toda la Noche

Dora el Sol la piedra eterna
A la que van a recuperar el alma
Todos los hombres que la han perdido

Los tilos de la calle Úrsulas han reverdecido
La metamorfosis está consumada
Y es calmo el delirio

Insomnio


El Insomnio produce cierta ebriedad en quien lo padece. Yo soy un viejo conocido del Insomnio. No puedo dormir en las Noches desde que era un adolescente. Ahora, a mis treintaidós años, sólo logro dormir gracias a una serie de pastillas. Aun así, a veces las pastillas no surten ningún efecto y paso la Noche en vela. La ebriedad de la que hablo hace que el insomne pueda ver más allá. Mareado y todo, logra comprender su estado. Y no sólo su estado de insomne, sino también su estado de ser humano. Esas son cosas que sólo un insomne comprende. Cuando el Insomnio se prolonga por demasiado tiempo- hablo de dos o más semanas-, la víctima padece tormentos inefables. Mareos, dolor de cabeza, taquicardia, hipertensión…Además de eso, no puede pensar con claridad, ni seguir un razonamiento. El insomne es, también, el hombre más solo del Mundo. Mientras todos duermen, él está en vela, solo con sus nervios crispados y sus pesadillas de vigilia. No puede comunicarle nada a nadie; está en su cama, ese lecho torturante, viendo visiones y oyendo voces. ¡Cuántas veces he creído enloquecer durante mis insomnios, a pesar de todos los somníferos que tomaba y que no me hacían nada! El insomnio es, sin duda, una enfermedad terrorífica. A mí a veces me parecía que se me iba a reventar el corazón, o que me iba a estallar el cerebro. También escuchaba voces tremebundas y veía visiones. Y vivía aterrorizado. Aterrorizado e incomprendido, porque los médicos no me tomaban en serio y sólo yo sabía lo mucho que se sufría durante los insomnios. En mis Noches insomnes se me ocurría pensar en el rey Saúl. Cuenta el libro primero de Samuel que el espíritu de Dios se había apartado de Saúl y que un espíritu malo, también proveniente de Dios, lo perturbaba. Sus siervos, al verlo tan perturbado, le pidieron permiso para buscar a alguien que tocara bien la cítara, para que con su música lo tranquilizara. Al buscar, hallaron a David. El joven fue llevado a palacio y allí tocó la cítara frente al atormentado rey Saúl. Éste halló Sosiego y rogó a Jesé, padre de David, que dejara que el muchacho se quedara a su servicio. Durante mi insomnio yo pensaba en el rey Saúl perturbado y sin poder dormir. Estoy seguro que el rey Saúl padecía insomnio. Y David, con su salubérrima música de cítara, lo aliviaba. ¡Cómo necesitaba yo a un joven David que me tañese la cítara! He quedado algo dañado por el Insomnio, y, como ya dije, a veces me paso Noches enteras sin poder dormir, a pesar de estar medicado. Pero la ebriedad que me produce el Insomnio es invaluable. Es una ebriedad que permite comprender mejor las cosas. Sin embargo, esa ebriedad sólo se experimenta los primeros días. Luego viene la pesadilla.

Maestra de Beatitud

Eres beata como la luz del Sol en Primavera
Yo soy triste y solitario como la luz de la Luna,
una Noche cualquiera
Pero yo no quiero ser así, yo quiero tu amor y tu risa
Quiero reír contigo en el sofá o en la cama
Quiero que despiertes mi apenada alegría
Quiero reír contigo en el soto o en el prado
Tu risa es luz
Amo tu conato de Felicidad
Amo tus ojos, tu frente, tu boca
Amo tus manos, tus senos, tus pies
Creciste junto al Mar
Seguro que alguna vez oíste sus gritos de júbilo
y supiste que la existencia era digna de celebrarse
Y digna de celebrarse era la vida,
y el andar corriendo libre por las playas
Cuánta libertad tienes,
cuánto júbilo, cuánta fuerza en tu sangre de río
Yo no quiero ser como soy,
yo quiero estar contigo y ser tu discípulo,
maestra de Beatitud
Sé que lloras durante días, para luego volver a ser la mujer riente
que todos conocen
Yo daría lo que sea por acompañarte en tu largo llanto,
porque un ser humano es más verdadero cuando llora
No te exigiría ninguna explicación,
sólo permanecería junto a ti,
hasta que terminaras de llorar
Después reiríamos juntos y yo te seguiría adonde sea

La vida verdadera

“La verdadera vida está ausente”
-Rimbaud-

La verdadera vida no está en la vida
Ebrio de Insomnio, oigo a las golondrinas
y me levanto. El Alba está afuera. No le abro.
Quiero conservar mi pequeña porción de Noche.
Husmeo en mi interior, a ver si hay algo de Sosiego.
Nada. Sólo hay discordia, tenaz lucha de contrarios.
En mí habita un doble yo.
Otros hombres amanecerán mejor,
sin Insomnio, bien dormidos, alegres porque viven un día más
Trato de vivir una vida no tan amarga,
no tan saturnal
Pero mi sino es incontrastable,
y ando bajo los rayos de mi vesánica estrella
Yo buscaba la vida verdadera
Y por buscarla me he convertido en un desgraciado
Yo no era así, puedo jurarlo, yo no era así
Si no hubiera buscado nada estaría mejor, sin duda
Pero busqué y no encontré
Y ando vagando, con la vida descuajaringada
Soy consciente hasta de mi nada
Mi pensamiento es un dolor que se desliza
Y volviendo inmediatamente a mi nada,
quisiera morar en ella
Quizá así olvide la vida verdadera, que no está por ninguna parte

martes, 18 de mayo de 2010

Autoconocimiento

Quiero saber de mí,
quiero conocerme como se conoce a un amigo
Quiero saber cómo soy,
quiero saber qué busco,
qué espero
Quiero saber qué me entristece,
qué me hace feliz,
quiero saber quién soy
¿Y cómo saber de mí?
¿Cómo conocerme?
Conversando más conmigo,
deteniéndome en el soliloquio revelador,
prestando atención a mis actos
Sé muy poco de mí
Sé, por ejemplo, que me gusta olvidarme de mí
Sé que odio y amo
Sé que adoro al Mar y al Crepúsculo
Sé que la Angustia va acabando conmigo,
pero no soy mi amigo,
no me tengo mucha confianza
Por eso quiero saber más de mí
Para no existir tan a solas
y tener algo de compañía en el camino
Para ser yo
y gozar de mi propia compañía en este sueño

Mi mente está tullida

Mi mente está tullida,
los favores de los dioses se han acabado para mí,
el río corre con sonorosa voz,
mugidos de los montes alrededor,
tumultuosa savia que arrambla todo lo vívido

Guiños de las aves,
el hombre aún es un mono,
sistro y panal de abejas,
danzas báquicas en el calvero,
herida cordial en medio de las músicas

La Angustia es un oso que me abraza,
ángeles y demonios se conjugan en el hombre,
pies sangrantes de tanto danzar vivazmente,
atroz retahíla de cuchilladas en el pecho de la Venus de Milo,
cómo se me acaban las caídas

Y de tanto intentar saber quién soy yo
se me rompen los dedos de las manos y de los pies
Soy un qué
Soy uno que se ignora
Soy el que no soy

El Mar de naturaleza inquieta nos da una lección antropológica,
la zarpa de una ola rasguña el rompiente,
muchos arrojan su cruz- están en todo su derecho
-, otros la cargan hasta el final,
miro la zarza ardiente y sólo puedo balbucir tímidas imprecaciones

Gélidas palomas huyen del Sol que les silba,
ángeles de cristal adornan el sendero de la autodestrucción,
lo bueno se junta con lo malo,
y sólo así puede vivirse,
entre paladas de sombra y de luz

Estoy vacío en medio de la Nada,
la Nada en la que todo es,
mi mente está tullida,
y sólo se sana eventualmente,
en los raros sueños que la implican

A Catulo

“Odi et amo. quare id faciam, fortasse requiris?
nescio, sed fieri sentio et excrucior.”
-Catulo-

Querías mamármela, gordo Braulio,
cuando era un adolescente.
Me seguías a todas partes,
cabestreado por tu deseo.
Codiciabas mi cuerpo,
y querías meterte mi pene
en la boca.
Me eras odioso, gordo Braulio,
¿acaso no te dabas cuenta que
en mi adolescencia, lo que más quería,
era estar en paz?
Tú no me dejabas tranquilo.
Eras rijoso, y me decías que yo era
el más bello de todos los adolescentes.
Yo tenía que estar huyendo de ti, gordo salaz.
Tú ya tenías más de veinte años
y los muchachos como yo te enloquecían.
Pero ya ha pasado el tiempo.
Ya soy un adulto y veo cómo
persigues a los adolescentes
para mamárselas, gordo maricón.
Deja en paz a los muchachos,
que dentro de sí ya tienen
muchos problemas que resolver.

----------------------

Tenía veinte años y había visto
a Sara, la mujer que amaba, besándose con otro.
La vi en una fiesta a la que ella no sabía que yo
iba a ir. Yo la vi, pero ella no me vio a mí.
Era de madrugada. Era Invierno. El Cielo
era oscuro y había neblina. Yo iba llorando
por la avenida que me conducía a mi casa.
Allí los travestis se apostaban durante toda la Noche.
Uno de ellos se me acercó y me propuso hacerme una mamada.
Yo iba muy borracho. Le dije al travesti que se marchara.
Él me seguía. Era alto, esbelto, zambo y tenía una barba de tres días.
Me tocó el pene y yo me excité. Mi carne adormecida despertó.
El travesti y yo entramos a un callejón
Él me bajó el pantalón y me la mamó.
Nadie me la había mamado tan bien.
Todo el rato pensé en Sara.
Poco antes de eyacular empujé al travesti y me aparté.
Me subí el pantalón y me sentí afligido.
El travesti me pidió que le diera por el culo.
Yo me marché.
Cuando ya estaba cerca de mi casa me di cuenta
que no llevaba mi reloj.
El travesti me lo había robado.
Me lo tengo bien merecido, pensé,
Y seguí llorando por lo que Sara me había hecho.

-----------

Sara, qué ganas tenía yo de acostarme contigo.
Cuánto te amaba. Cómo adoraba tu alma.
Me enamoré de ti por designio de los dioses.
Quería tocar tus senos, pero tú no te dejabas.
Quería acariciar tus muslos, pero tú me hablabas
de castidad.
Creías en la pureza. Yo no.
Pero igual me amabas.
Qué ganas tenía de que nuestros cuerpos comulgaran.
Cuando estaba frente a ti se me revelaba algo divino.
Amaba tu alma. Pero tenía unas ganas terribles
de acostarme contigo.

---------------

Sara me fue infiel. Y yo hablaba mal de ella
en todas partes. Ay de mí, insensato.
Si hablaba mal de ella era porque la recordaba.
Y si la recordaba era porque aún la amaba.
Me propuse olvidarla.
Ahora ya ni siquiera pronuncio su nombre.

-------------

Tú, Justino, que te acuestas con tu madre y con tu hermana,
¿qué gozo quieres tener? ¿qué placer persigues?
Entre tu madre y tu hermana desnudas eres feliz.
Son ustedes una familia muy unida

--------------------

Me parece que es igual a los dioses,
incluso superior a ellos,
el hombre aquel que frente a ti se sienta
y sin cesar te mira y oye tu dulce risa
y, pobre de mí, eso está quitándome el sentido.
Apenas te miro, Sara, y no puedo decir ya palabra,
fuego sutil fluye por mi cuerpo,
zumban mis oídos
y mis ojos se me velan.
En tal estado me encuentro cada vez que te veo,
infeliz de mí.

------------------

Clemente, te conocen como el Viejo de la Estación de Autobuses.
Ah Clemente, eres sinvergüenza e indecente.
Te pasas el día en el baño de la Estación
y cada vez que un joven va a orinar
tú te pones a su lado y le miras la verga.
A varios les ofreces dinero a cambio de una mamada.
Si acceden, se encierran en un retrete y allí pasan un rato agradable
para ambos.
Al terminar, sales contento, viejo maricón, con la boca llena de semen.

--------------

Sara habla mal de mí.
Y yo estoy contento porque Sara me recuerda
Y, por lo tanto, me ama.

--------------

Sara me traicionó.
¡Qué ganas de olvidarla para siempre!
Pero es imposible olvidar su canto y sus besos.

--------------

Odio y amo. Todos me preguntan por qué.
No lo sé, pero es así. Y sufro.

Te veré en otra vida

Me pasa desde que era niño. Cada vez que veo a una mujer hermosa me enamoro instantáneamente de ella y no la olvido jamás. Recuerdo a todas las mujeres que he visto fugazmente en mi vida y que me han hecho delirar de amor. Cuando vivía en Lima y viajaba en micro o en combi, a veces el Destino hacía que una mujer hermosa se sentara frente a mí. Yo la quedaba mirando y la iba amando cada vez más. Cuando se bajaba del micro o de la combi ya yo era un desgraciado amante que había perdido a su amada. Y es que lo que yo experimentaba no era mero deseo, sino amor. Me enamoraba absolutamente de la mujer hermosa que veía. Y me entristecía cuando ella se iba para siempre. Yo pensaba que ya jamás la vería, que todo había sido un momento de fugaz Beatitud, y que nunca más se iba a repetir. Nunca me atreví a hablarle a ninguna de esas mujeres que se cruzaron en mi camino. Sin embargo, me pasaba días enteros sumido en la más absoluta Melancolía después de haberlas visto. Pensaba en la mujer hermosa de turno días y días, sin lograr olvidarme de ella. Sentía Angustia por haberla perdido para siempre, por saber que nunca más iba a poder verla. De esa manera caía en profundas depresiones de las que apenas podía salir. Lo peor era que no podía hablar de lo que me pasaba con nadie. Verdaderamente sufría, aunque todo me parecía una locura.
Han pasado los años y sigo padeciendo esos extraños enamoramientos. Soy un escritor peruano y vivo en París. Ya tengo treintaidós años. Mi actividad favorita es viajar sin rumbo en el Metro. De cada viaje salgo sumamente enamorado, pues bellas mujeres se suben y se bajan en diferentes estaciones. Me sigue pasando lo de antes, pero con más fuerza. En el Metro veo a alguna mujer hermosa y me muero de ganas de decirle que la amo. Mi excesiva timidez me impide abrir la boca, y callo desgraciadamente. Cuando ella se baja, me siento el más desdichado de los hombres, y pienso que estoy solo sólo por mi culpa, por no atreverme a declararle mi amor a alguna de esas desconocidas que veo en mis erráticos viajes en el Metro. Además de culparme, me quedo pensando en la desconocida que he visto. Puedo estar pensando días y días en ella. Viajo en el Metro todos los días. Eso significa que cada día veo a varias mujeres distintas. Sin embargo, siempre hay una que es la más amada. Es a esa a quien me dedico a añorar. Sólo he tenido dos novias en mi vida, y no las he conocido en el Metro de París ni en las combis de Lima, sino en otros lugares. He tenido muchas amadas , eso sí, y las recuerdo a todas. No he olvidado a las mujeres por las que he suspirado en las combis de Lima o en el Metro de París. Todas las Noches las recuerdo, y me duele haberlas perdido.
Hace unos días me pasó algo revelador en el Metro. Iba yo de pie, al lado de la puerta, absorto en mis pensamientos. Cuando llegamos a Chatelet se subió una mujer que me llamó poderosamente la atención. Se sentó justo frente a mí. Tenía el cabello rojizo, las pestañas largas, los ojos grandes, verdes y oblicuos, la nariz larga y fina, los labios rosados y armoniosos, los senos grandes, la piel dorada… Vestía un jean azul, una blusa gris y un suéter negro.Calzaba unas botas oscuras. Tendría veinte años. La quedé mirando. Ella lo notó. Me sentí profundamente enamorado. Pero sabía que en alguna estación ella se bajaría y yo dejaría de verla para siempre. Yo sufriría por ella, y la recordaría todos los días de mi vida. Las estaciones se sucedían. Yo pensaba en vencer mi timidez. Esa mujer y yo podíamos llegar a ser novios. Podríamos vivir juntos, compartiendo nuestra dicha, y amándonos para siempre. Cuando llegamos a Montparnasse Bienvenüe, ella se bajó. Yo, resuelto a hablarle, salí tras ella. Le declararía mi amor inexplicable y le diría que deseaba vivir con ella todo lo que me quedara de vida. La seguí por las galerías, hasta que salió por la boca del Metro. Yo también salí. Ambos caminábamos rápidamente, uno detrás del otro. Ella se detuvo en la terraza de un café. Saludó con dos besos a un muchacho de su edad que estaba sentado a una mesa. Luego también se sentó y se dejó besar en la boca por el muchacho, que sin duda era su novio. Yo encogí los hombros y murmuré Te veré en otra vida, que es lo que siempre murmuro cuando pierdo a una de esas mujeres hermosas que se suben y se bajan del Metro.

domingo, 16 de mayo de 2010

De vida, naturaleza humana y desesperación

El Crepúsculo gravemente se consuma,
largas cadenas de rostros vespertinos, taciturnos,
rozan la yerba bermeja;
haces de Azur se desatan y se esparcen por el Cielo
Mortalmente enfermo de desesperación,
con diamantes negros en el pecho,
recorro los sepulcros del acantilado
El viento remeje el follaje de los mioporos
La Luna aguarda el momento de su reinado
y Venus desata sus rizos
La vida aún no es la vida
Para soportarla el hombre creó a Dios
Oh el Creador creado,
la criatura creadora
El Cielo de miosotis, la albura de la espuma marina,
la insatisfacción y el desasosiego
¿Cuándo estaré a salvo de lo que pienso y de lo que siento?
¿Cómo alcanzaré a salvarme de la desesperación
que me mantiene enfermo y languideciente?
Ando entre el Todo y la Nada,
los opuestos absolutos que me impiden tener una vida reposada
Como un trago de Mar, el desconsuelo derriba las torres de arena
Ser hombre es algo pavoroso,
y vivir es dar embates como la ola
La grisura indiferente de los días,
la desdicha aparente de los espantajos,
la absoluta vanidad de la existencia
El carácter sagrado del sufrimiento
Todo aquel que ha sufrido tiene un aura sagrada
Y el sufrimiento, como la Angustia, carece de causa
Se sufre, no más
El reflejo de las moscas en el charco de agua,
la penosa inclinación de los sauces,
la pronta ruina del peristilo
A pesar de los innumerables aforismos que podemos reunir
para vivir mejor, continuamos viviendo la misma vida
Es inevitable
Anochece
Los faroles y la humanidad demoniaca se encienden

viernes, 14 de mayo de 2010

El jardín nocturno

En el jardín nocturno aún permanecen los restos de la orgía,
los angustiosos remanentes de la velada
Una estatua de Venus y otra de Baco yacen tendidas en el césped
Dos mujeres con los vestidos desgarrados y con heridas por todo
el cuerpo duermen abrazadas junto a una mesa caída
Un joven delicado vomita esmeraldas junto al acebo
Un hombre gordo, sentado en una silla, muestra un fajo de billetes
a una mujer casi adolescente que está arrodillada al pie de él
Un poeta, de pie junto al jazmín, mira la Luna, lleno de Remordimiento
Él quisiera salir del jardín, pero no puede, algo lo retiene
En algún momento de la Noche el jardín estuvo lleno de gente,
todos bebían vino y conversaban y creaban su Beatitud
Sin embargo, algo pasó- el poeta lo recuerda y no sabe si cantarlo o no
-y todo se convirtió en una tragicomedia de la cual sólo quedan los restos humanos
que ahora se ven
El poeta decide cantar lo sucedido:
En medio de la Noche violeta los hombres se convirtieron en faunos
y las mujeres en bacantes, nadie pensó ya en nada
Libres del pensamiento todos se buscaban y se abrazaban, se besaban,
se mordían
Habían llegado a la quintaesencia del placer
Todo estaba permitido
Hubo un terrible desastre que nadie pudo ni quiso controlar
Se golpeó salvajemente a los que pidieron orden, por favor
Se chillaba mirando a la Luna, se derribaron las estatuas,
se usó un lenguaje animal, atávico
En algún momento, casi todos salieron corriendo del jardín,
espantados por lo que habían hecho, por lo que se había revelado en ellos
Sólo nos hemos quedado los que queremos ver en qué acaba todo
Se podría decir que sólo ha quedado lo peor de la morralla
El Remordimiento me atenaza, pero no puedo salir de aquí
No hasta que vea cómo acaba todo
El poeta se sienta en el césped y, caviloso,
se sujeta la cabeza con ambas manos

Haikus

¿Dónde están, Dios mío,
Tus espinas de luz,
Tu piedra que lava eternamente los miembros mortales?

Pero es cosa de locos
Ir a contemplar el Crepúsculo todos los días
Y siempre terminar discutiendo con uno mismo

El viento barre el polvo
Las flores se agitan
Sueño sin rumbo en Primavera

Exploración de Lima

En Lima vagaba en paz. Era uno más de los tantos millones de desempleados, zánganos y don nadies de la ciudad. El Cielo de mi ciudad moldeó mi carácter, influyó en mi ánimo. Es por tanto mirar el Cielo gris de Lima que soy depresivo. Pero cuánto quiero a mi Lima, con su Cielo, su olor a meados y todo. Es verdad que siempre quise irme de mi ciudad, y también es verdad que hace años que vivo en Salamanca, España. No obstante, Lima está más adentro de mí que yo mismo, y la depresión que me infundió continúa desarrollándose en mí. En Lima uno también adquiere cierta locura simpática. La adquiere a causa del ritmo vital de la ciudad. Allá se vive con mucha prisa, con mucho estrés, con mucha inquietud. En Lima todos quieren ser ricos- y muchos lo logran-, y trabajan para ello. Por otro lado, estamos los vagos redomados, los que vivimos como privilegiados espectadores, sin trabajar, sin afanarse, sin desesperarse.
En Lima hay dos clases de personas: los huevones y los pendejos. Son estos últimos los que dominan la ciudad. En lo que respecta a los huevones, éstos viven tranquilos, perdiendo siempre las suculentas oportunidades de trabajo, de estudio, o de lo que fuere. Cuando yo quería profundizar en mi conocimiento de Lima, me iba a jironear. En el Jirón de la Unión la gente va y viene, rozándose, estorbándose mutuamente. Jóvenes inefables reparten propaganda de tiendas donde se hacen tatuajes y de sex shops. Hay otros jóvenes que ofrecen muy quedamente marihuana. Por cierto, se fuma muy buena marihuana en Lima. Cuando terminaba de jironear, iba a la Plaza Mayor, miraba la Catedral, la Municipalidad, el Cerro san Cristóbal, Palacio de Gobierno…Luego de esa distracción, me iba a sentar a las gradas de la Catedral, lugar exclusivo de los vagos de la ciudad. Después de tomar algo en “El Cordano”, volvía a jironear hasta desembocar en la Plaza san Martín. Desde allí me iba a jirón Camaná, a mirar libros y a visitar a mi amigo Ramón, que tiene su tienda de antigüedades en la cuadra nueve. Me gustaba mirar jirón Camaná con la iglesia de la Recoleta al fondo. Luego de la visita a mi amigo Ramón, al atardecer, salía a La Colmena y entraba al cine Le París. La sala solía estar llena de gente. Puros hombres, la mayoría de entre cuarenta y cincuenta años. En la pantalla podía verse un falo enorme entrando y saliendo de una húmeda vagina. Yo no soportaba estar mucho tiempo en el cine, me cansaba de tanto pene y tanta vagina. Al salir, la gente me miraba con cierto reproche. Yo podría haberles dicho que estaba tratando de llegar a la esencia limeña, pero hubiera sido en vano. Muchas veces también me iba a mirar el Rímac, mi sucio y sifilítico río. Y, sin darme cuenta, el Cielo seguía infundiéndome una bilis atrozmente negra.

La salvación viene de ella

Salva mi existencia envenenada,
y deja en mí todas tus huellas
La Primavera está fría, y esto que es mi vida
más bien parece una espada
Mira el horizonte y sácate la máscara
Comprenderás lo lejos que estamos el uno del otro,
y conocerás mi asombro y el amor que le tengo a tu verdadera cara
Sálvame, como la mujer que devuelve el pez al agua,
como la Amada que clava el puñal en el pecho del Amado
Sálvame así, tú sabes cómo
Líbrame de esta vida
Pero si te acercas mucho a mí se te borrará la sonrisa
¿Qué harás, entonces?
Ven y posa tus manos en mi cabeza
Sosiega mi tormenta cerebral
Acaricia despacio mis nervios
Despierta mi carne adormecida,
da vueltas alrededor de mi cuerpo caído, turbado, confuso,
y danza y canta
Vamos a la ribera del río y allí descansemos,
sin aburrirnos de nosotros,
oyendo al agua fluir
El amor es el inicio de un entusiasmo que no dura mucho
Es el primer vaso de una larga borrachera
Es un salto al más vasto de los vacíos
El amor es el nombre que le hemos dado a la mejor parte de nuestro deseo
Estemos juntos un poco
Caminemos por la playa bajo el claro de Luna
y revelémonos el misterio gozoso de esta vida
Vayamos por el malecón mientras el Sol se oculta,
amémonos, seamos buenos, cortémonos
un buen trozo de compañía eviterna
Pero apúrate en venir, que mi existencia envenenada
ya se está poniendo negra

El jardín baldío

Sentado en el césped ocre, al pie de una estatua de Baco,
reúno las ausencias y oigo cantar a los pájaros que aún
se refugian en las frondas mustias de los árboles
Reúno las ausencias y apenas las soporto
El perfume salvaje de los geranios vaga por el jardín desolado,
las ratas grises y gordas salen de sus agujeros
y corren de un lugar a otro, ignorando al Sol que, desmelenado,
recalienta el césped amarillento
En este jardín ya no juegan los niños junto a la ruda,
en este jardín ya no se espera a Dios de la mañana a la Noche
En este jardín ya nadie bebe vino ni pasa la Noche en vela
Mientras permanezca aquí estaré solo,
porque nadie vendrá, nadie
La yerbaluisa que antes mi madre o mi abuela arrancaban
para hacer una infusión se ha marchitado
Y los rosales ya no ofrecen las flores que algunos amantes desesperados
venían a pedir
Ya no sentiré ese beso parecido a un montón de hormigas
que, cuando éramos niños, la vecina me daba
Mi corazón tiembla en ti, jardín baldío,
lejos ya de las fiestas en las que los niños y los adultos
compartían la sombra del follaje
Ahora sólo queda esta locura de esperar no sé qué,
tal vez el retorno de los antaños, quizá
lo absurdo del amor que en tu césped otrora verde triunfaba
He perdido la razón,
le ofrendo sucias ratas a los dioses,
y acepto mi rara humanidad
Mientras permanezca aquí estaré solo,
oliscando el pasto seco,
ocultándome en algún recoveco de la Locura,
totalmente consciente de las mariposas que aún vienen
a volar entre los arbustos
El jardín seguirá siendo el jardín baldío,
y yo seguiré siendo el orate que espera a algún dios y que lo habita

miércoles, 12 de mayo de 2010

A Ella

Mis venas están llenas de Nostalgia,
espero el Alba que me salvará de la noche oscura,
poblada por tu ausencia que me hace temblar
de desamparo
El ruiseñor ha cantado sin tregua,
y el tema de su canto has sido tú
El Mar insomne me ha acompañado esta vigilia
Sus olas se han suicidado toda la Noche en los rompientes
Te hice un espacio en mi camino, pero nunca quisiste ocuparlo
Y te has ido ya, con el compañero que te asignó el Destino
Sí, te has ido ya
Alguna vez anduvimos juntos, unidas nuestras manos beatas
Alguna vez te dije que te dedicaría lo que me quedara de vida
Alguna vez nos dimos el más incompleto y efímero de los besos
Sólo viví por ti
Pero te has ido ya, te has ido
Y yo me he quedado a solas con Dios
Más solo que nunca

Por una Quimera

Pensaba que era posible conseguir la Beatitud,
alcanzar la iluminación y ver el Mundo más allá
de su apariencia, como realmente era
Sólo era preciso olvidarse de todo, convertirse
en una suerte de místico, buscar las teofanías
como si se tuviera toda la Eternidad por delante
Y he aquí que me he equivocado
He perdido mi vida por una Quimera
He perdido mi vida mintiéndome sin saberlo,
no tengo nada excepto mi sangre para derramarla
en las aras de la Noche,
no tengo nada excepto mi delirio verídico,
mi arrebato que cuelga de las ramas de un abeto,
y mi temblor de miedo errando por la ribera
Derribaré la estatua de la Beatitud a golpes de hacha,
me postraré ante todas las zarzas que encuentre y les rogaré
que ardan, veré el Gran Teatro del Mundo en algún entreacto
Estoy desesperado, me colgaré, como Judas, de algún árbol,
o, como Nerval, de algún farol
Lentamente el Mundo se hubiera despojado de sus ropajes
falaces, pero he aquí que nada de eso ha sucedido,
y que todo sigue igual
He quedado como un pobre loco que nunca supo lo que hacía
He caído por efecto de mis compulsiones
Todos seguirán viviendo su vida buena, todos, menos yo
Todos seguirán viviendo tranquilos por no haber perseguido una Quimera
He perdido mi vida,
asumo mi yerro y estoy débil
Soy el primer viviente sin vida,
y es que lo que me ha pasado tiene efectos peores que la muerte
Una muerte en vida, una muerte vital,
una pesadilla llena de capiteles románicos,
eso es lo que me ha quedado
De mi cuello brota una serpiente bermeja,
y se queda colgando, mientras pájaros azules pasan volando
a pocos centímetros de mi cabeza,
y un corzo gris que iba corriendo de repente cae muerto
La sabiduría es una virtud en extinción
La sabiduría va acompañada de cierta anomalía
En fin, perdí mi vida,
la perdí por una Quimera

martes, 11 de mayo de 2010

De tardes extrañas

Es una tarde extraña de Primavera
El Cielo de pronto se agrisa, como el pensamiento de un suicida
Mil pequeños demonios realizan una orgía detrás de mi frente
El viento barre la yerba de los prados, las flores esparcen su resuello
por los caminos, el mirlo horada mi cabeza con su canto;
hasta el roce de una pluma me hace daño, mis nervios
son cordeles gastados y sensitivos
El río, negro espejo, refleja los nubarrones grises;
el misterio de la Tristeza se me va revelando lentamente,
el viento deshace el linde que separa la pena de la dicha,
los dioses hacen con mi vida lo que quieren, mi vida no es mi vida
Una senda de chopos parece una eterna despedida,
la vida es una serie de veleidades,
y uno aprende poco a poco a estar triste
Cada vez que he pasado la Noche bajo el puente he podido
meditar en la miseria humana,
todos somos unos miserables, hasta el que ríe a diario
Nacemos condenados a muerte, pero hay rosas que un día
nos muestran lo bello de esa condena
El arroyo desemboca en el río, su murmullo es largo y dulce;
yo soy un río que algún día ha de desembocar…
Caigo dentro de mí, caigo, y me levanto con más Esperanza,
y sigo andando; las golondrinas vuelan y trisan, animando
al muerto que llevo dentro
Tañen las campanas… De mi cuerpo sale un cuerpo interior,
y vibra con el tañido; es la hora en la que el Tiempo se desmaya
Mis ojos se rompen cuando veo la luz crepuscular
Necesito un tiempo sin tiempo, una tarde larga,
una reflexión infinita…
Paseo por el huerto para sosegar mi cerebro,
y aspiro perfumes y contemplo la Luna roja
El Azur se va ennegreciendo, mientras arropa anhelos espirituales
Lenta cae la Noche, como la fatal decisión de un depresivo

lunes, 10 de mayo de 2010

Individuo inadaptable

L a Realidad inaguantable, como un muro en el que doy topetazos
La Realidad tan real, dura y compacta
Los árboles con follajes de fuego
El hombre pez que no puede permanecer mucho tiempo en tierra,
ni mucho tiempo en el agua
El río en el que los ascetas hacen abluciones
Cuán poca Realidad puedo resistir, mi cabeza está ahíta de tanta Realidad
Miro al Mar con mirada fluvial, deseando desembocar,
acabar de una vez
Huyo por las sendas del Crepúsculo, corro hacia los jardines
donde todas las plantas tienen boca y ojos
La lluvia es el llanto de una niña
que lava la miseria del espíritu
Vivimos en una época de desgracia,
en la que las almas mueren por exceso de mortalidad
La desesperación es un ángel que me muestra el camino de la evasión
El Bien y el Mal no son ni buenos ni malos,
se levantan al amanecer , emergen de un lago
y hacen delirar a los hombres
Las sílfides danzan rozando mi ilusión,
perfectas en su belleza, inocentes de sus crímenes,
limpias hasta el exceso, así nadie las culpará,
aunque yo sé que ellas matan dulcemente a los faunos,
triscando alrededor de ellos
Voy de un lado a otro, intentando escapar,
pero sólo encuentro Realidad por doquier
Realidad de realidades, todo es Realidad
Aunque las sílfides y los faunos la trasciendan
Bienaventurados sean los borrachos, los locos, los drogadictos,
porque ellos han logrado evadirse
Mi sensibilidad es sajada a cada instante,
y mi mente está dolorida y tumefacta
¿Por qué para algunos hombres la Realidad será tan áspera, tan buida,
tan insufrible?
¿Y dónde van a vivir esos hombres si no pueden hacerlo en la Realidad?
Soy un individuo inadaptable,
con la sensibilidad destrozada
Y no puedo escapar

domingo, 9 de mayo de 2010

Mi Angustia no tiene causa

Mi Angustia no tiene causa,
los hombres morimos sin explicaciones,
fatigados por tanta búsqueda inútil,
con algún recuerdo primaveral o estival que nos lastima
Sentado en una silla desvencijada, en una buhardilla de París,
lucho con Dios
Lucho con él por hacerse el muerto y por no revelarse
Y mi lucha consiste en estar quieto y embrutecido,
esperando que el Creador advenga
No sé cuán letal pueda ser mi espera,
ni cuán ficticio pueda ser el Edén
Recuerdo mis tormentos de niñez,
cuando no sabía por qué ni para qué era mi yo
Nunca he sido un ser sano y sosegado,
siempre me ha acosado un Ángel con el que vengo luchando todos los días,
desde que era muy niño
Y ese Ángel me deja desconsolado y vacío
No por eso he dejado de admirar la Creación
La existencia puede ser infinita,
al igual que la esencia
He sacrificado flores en el altar,
y sus perfumes sangrientos me han hecho recordar
la vida eterna, esa vida que alguna vez viví por un instante
El Mundo es el infierno,
una pareja herida se arrastra por la orilla del Mar,
intentando escapar de lo fatal, de lo horrendo, de lo injusto
Antes de emprender la búsqueda de la verdad, uno debería preguntarse
¿Qué es la verdad?
Así se ahorraría un esfuerzo inútil por el que se suele perder la vida
He enloquecido, los tilos me parecen seres alegres,
las mimosas del huerto huelen a salvación
¿Pero existe la salvación o estamos ya condenados
irremisiblemente, con un espejo diario que nos reproduce
los actos vergonzosos, que son los más en esta vida?
Pequeñas guerras cubren la faz de la tierra,
y las sirenas enajenan con sus cantos a quienes las oyen,
no soy dueño de mis actos, alguien me vive
Guirnaldas de ojos se derraman por el suelo,
y reflejan el Cielo de cristal percudido
Aire, aire es lo que necesito, ya que estoy intoxicado con letales venenos
de ciprés
El Sol envuelve con su luz a seres que parecen participar de la dicha,
y sus rayos no penetran en mi noche oscura, de negra corteza
No sé cómo podemos resignarnos a nuestro tránsito:
nacimiento, vida y muerte
¿Por qué no resurrección?
¿O por qué no morir?
Me he dado cuenta que de alguna u otra forma buscamos la muerte
Nos hartamos de vivir, por efectos de nuestra esencia envenenada
Los lobos enloquecen al pie de la Luna
Aúllan y echan espuma por el hocico
Algo parecido me pasa al contemplar la Luna,
soy también un animal,
y no entiendo tantas cosas…
La vida es algo sumamente vulgar,
se vive para morir, y nada más
Cómo voy a soportar tal afrenta, tal vulgaridad
Todo ello podría ser causa de mi Angustia
Pero mi Angustia, ya lo he dicho, no tiene causa
Nació conmigo

Haikus

Pasar por el ojo del culo de la Esfinge
Y salir por su boca, cubierto de excremento,
Pero con la respuesta a su pregunta siniestra

La vida es sufrimiento
En la orilla del río, a la sombra de los árboles,
Esa aserción se olvida

Hay cosas que me conviene olvidar esta Primavera
Todo vive una nueva vida
Pero mi pene está muerto

Nocturnal

En la Noche profunda que tanto gusta a los místicos, yo me la paso pensando desordenadamente, incapaz de elaborar un solo silogismo, aprehendiendo mis intuiciones. No niego que me gustaría ser un místico, pero estoy muy lejos de llegar a ese estado de unión con la divinidad. Además creo que no creo en Dios. La Noche es un abismo, un desierto, un caos silente. Mientras ella va pasando, yo trato de pensar algo digno, de rescatarme de mi vanidad, pero me resulta difícil hacerlo. Por ratos me quedo quieto y en silencio, absorto en no sé qué, y me siento un idiota. Isaac de Nínive, un místico sirio, le escribió un poema a la Noche. Juan de la Cruz escribió su noche oscura del alma. Novalis escribió sus Himnos a la noche.Y varios bohemios encontraron la vida plena en la Noche. Noche honda, Noche oscura, Noche mística, tú ocultas lo infinito, tú susurras un secreto al oído humano. El hombre apenas te resiste. Siempre acaba cayendo en tu seno. Soy noctívago desde que era un adolescente. Me gustaba quedarme leyendo y escribiendo hasta muy tarde. También me gustaba caminar por la calle en plena madrugada. Recuerdo mis caminatas por Lima, a las tres o a las cuatro de la mañana. Me consumía lentamente, pero era feliz con mi nocturno vivir. Padecí insomnio desde mi adolescencia. ¡Cuántas Noches he pasado en vela, padeciendo la ausencia del don del sueño, sufriendo taquicardias e insoportables dolores de cabeza! Noche silenciosa, en ti se van muriendo los dementes, los que buscan algo que desean encontrar con todas sus fuerzas. Porque los inocentes que habitan tu morada acaban convirtiéndose en dementes, en lunáticos en los que nadie confía. Dentro de la Noche hay una Alborada. En la Noche, salen los crueles, los asesinos, los lujuriosos, los locos, las putas…En la Noche, el Dr Jekyll se convierte en Mr Hyde. En la Noche, uno se puede convertir en el más grande místico o en el más grande criminal. Noche de aquelarres, de bacanales, de meditación… Noche de oración y de blasfemia…Insomnio, Sosiego, Locura… Diamante negro, castillo oscuro, terrible Nada, Noche… Bajo el umbrío Silencio del Cielo, ¿quién no teme y tiembla? Por las sendas solitarias y nocturnas, ¿quién no cree en los trasgos? La Noche puede ser aterradora o indeciblemente bella. Aquí en Salamanca la Noche tiene sus fantasmagorías. Y tiene también sus edificios de oro. De la Noche vienen los dioses, y a ella vuelven. Las parejas aguardan lo oscuro para entregarse sus desnudeces. La Noche es un Mar negro, de callado oleaje. El ruiseñor, ave noctámbula, canta los misterios de la nocturnidad. Y el borracho, el drogadicto, el vicioso, halla en lo profundo de la Noche su Beatitud. Nunca llegaré a ser un místico, pero confío en tener, alguna vez, alguna Noche, un pensamiento que me ayude a bienvivir.

Recuerdo

Aún me acuerdo de ti, a pesar del Olvido,
entre el anillo de Auroras, con el resuello del Alba
Aún me acuerdo de ti, a pesar de las metamorfosis del Tiempo,
aprendido de memoria el olor de tu carne,
levantando ruinas de nuestra aventura
Aún me acuerdo de ti, a pesar de nuestra adolescencia perdida,
entre el collar de Crepúsculos, acercándome a la hermética
maravilla de tu boca
Aún me acuerdo de ti, a pesar de los besos que tan lastimosamente
perdimos, a pesar de los besos que no nos dimos
Aún me acuerdo de ti, aunque me hayas olvidado
La Primavera ha advenido, y mi alma tiene miedo
Teme la luz azul, el Cielo límpido, los árboles reverdecidos,
las flores recién nacidas, el Sol robusto…
Sí, mi alma teme lo que sosiega a otras almas
Es por el Remordimiento, ese Remordimiento incomprensible,
ese sentirse culpable de ser
Por el solo hecho de ser he ocasionado sufrimiento
a los seres que amo y que me aman
No merezco tanta claridad, tantos atardeceres bermejos,
tanta golondrina que alegra el ánimo
Tampoco te merezco a ti, pero cuánto te amo
He agotado mi Esperanza,
ya no espero recuperarte
Eres mi Paraíso perdido,
eres mi Árbol de Vida
Aún me acuerdo de ti, bajo el vuelo de las águilas,
en lo alto de la montaña
Aún me acuerdo de ti, muy despacio y con calma,
lleno de tu alma, desesperado y perdido
Si he de morir, que sea en tu pecho que huele a Mar