domingo, 30 de mayo de 2010

Crepúsculo

Para calmar mi Inquietud me iba a contemplar el Crepúsculo
a un acantilado de Miraflores
Miraba el Sol poniente, mientras la brisa me hacía cariño
En el Mar se formaba una calzada de oro
Las gaviotas chillaban antes de acostarse
El Crepúsculo era dulce, triste, bello,
y me hacía sentir mi corazón
El Mar se sosegaba y las olas llevaban a la orilla
la sangre del Poniente
Mi corazón existía
Una barca solitaria se anegaba en la luz crepuscular
La agonía del Sol era pura y me cegaba
En los templos del horizonte se apagaban las fogatas
La tarde enrojecía,
y a mí me dolía menos ser yo
No pensaba en la vida, sólo vivía
El Sol se ocultaba en la bruma,
la calzada de oro iba desapareciendo
y por un momento me parecía saber quién era yo
Los capiteles y las columnas del Poniente se derrumbaban
El Sol se ponía bermejo,
y varios muertos se quedaban suspendidos entre el Mar y el Cielo
Criaturas míticas enlazaban sus miembros con las campanillas de los barrancos
La luz sedante tranquilizaba a los que le temían a la vida
Cabelleras, labios, párpados,
declinaban despacio;
hipocampos de fuego se adormecían
Yo no pensaba en nada, sólo contemplaba,
ebrio de luz moribunda,
sosegado
Los mioporos parecían meditar, oteando las lontananzas
Los pájaros entonaban sus últimos cánticos
La tarde caía quedamente
Se oían liras y violines, y los tambores del Mar
Advenían unas dulcísimas ganas de morir
ante el Sol muriente
Todo se asemejaba al Crepúsculo
Todo estaba declinando
Me gustaba estar a solas con el Crepúsculo,
y olvidar el tormento de la existencia
Me gustaba mirar el Sol poniente
y sentir que tenía corazón

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