martes, 11 de mayo de 2010

De tardes extrañas

Es una tarde extraña de Primavera
El Cielo de pronto se agrisa, como el pensamiento de un suicida
Mil pequeños demonios realizan una orgía detrás de mi frente
El viento barre la yerba de los prados, las flores esparcen su resuello
por los caminos, el mirlo horada mi cabeza con su canto;
hasta el roce de una pluma me hace daño, mis nervios
son cordeles gastados y sensitivos
El río, negro espejo, refleja los nubarrones grises;
el misterio de la Tristeza se me va revelando lentamente,
el viento deshace el linde que separa la pena de la dicha,
los dioses hacen con mi vida lo que quieren, mi vida no es mi vida
Una senda de chopos parece una eterna despedida,
la vida es una serie de veleidades,
y uno aprende poco a poco a estar triste
Cada vez que he pasado la Noche bajo el puente he podido
meditar en la miseria humana,
todos somos unos miserables, hasta el que ríe a diario
Nacemos condenados a muerte, pero hay rosas que un día
nos muestran lo bello de esa condena
El arroyo desemboca en el río, su murmullo es largo y dulce;
yo soy un río que algún día ha de desembocar…
Caigo dentro de mí, caigo, y me levanto con más Esperanza,
y sigo andando; las golondrinas vuelan y trisan, animando
al muerto que llevo dentro
Tañen las campanas… De mi cuerpo sale un cuerpo interior,
y vibra con el tañido; es la hora en la que el Tiempo se desmaya
Mis ojos se rompen cuando veo la luz crepuscular
Necesito un tiempo sin tiempo, una tarde larga,
una reflexión infinita…
Paseo por el huerto para sosegar mi cerebro,
y aspiro perfumes y contemplo la Luna roja
El Azur se va ennegreciendo, mientras arropa anhelos espirituales
Lenta cae la Noche, como la fatal decisión de un depresivo

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