domingo, 23 de mayo de 2010

Cómo decirte que ya no te quiero

Me casé con mucha ilusión. El matrimonio era para mí algo sagrado que unía definitivamente a una pareja. Yo quería compartir mi vida con alguien. Quería vivir amando por el resto de mis días. Hace tres años que me casé. He perdido la ilusión y he terminado aburrido de la vida en pareja. Hace un año comencé a sentirme triste y descorazonado. La vida en pareja me había hastiado. No sabía cómo decírselo a Gabriela. Ella notó el cambio operado en mí. Me decía que me veía distinto, y que le parecía que yo ya no la amaba. Yo le decía que eran impresiones suyas, que estaba equivocada. Sin embargo, cada día me sentía peor. No sabía si iba a poder resistir la vida en pareja mucho tiempo más. Un día no pude levantarme de la cama. En consecuencia, no fui a dar clases a la universidad. Gabriela se preocupó mucho por mí, me preguntó qué me pasaba. Yo no sabía qué responderle. Me siento mal, fue lo único que le dije. Pero en realidad me sentía deprimido. Gabriela me dijo que trataría de volver temprano y se fue a su trabajo. Me levanté pasado el mediodía. No tenía hambre. Me senté ante mi escritorio y encendí la computadora. Intenté escribir algo, pero no me salía nada. Me quedé varias horas frente a la computadora, sin lograr escribir absolutamente nada. Cuando me cansé, apagué la computadora y volví a la cama. Gabriela, al volver, me encontró tal y como me había dejado. Me propuso salir a dar una vuelta, pero yo no quise. Qué te pasa, mi amor, me preguntaba. Y yo le decía que me sentía un poco mal. Era incapaz de decirle que la vida en pareja me había estragado, y que deseaba vivir solo, libre de compromisos matrimoniales. Me dijo que quizá sería bueno llamar al médico. Yo le dije que no era para tanto, que ya se me pasaría el malestar. Recuerdo que ella preparó la cena y que yo apenas probé bocado. Cuando estuvimos en la cama, viendo la tele, ella quiso hacer el amor, pero yo le dije que no tenía ganas. Ella aceptó mi decisión. Fue comprensiva, y eso me hizo sentir terriblemente mal. Esa Noche no pude dormir. A la mañana siguiente, Gabriela me despertó, pero yo le dije que no iría a la universidad. Ella se fue a su trabajo muy preocupada. Yo me levanté por la tarde. Comí algo ligero y me senté frente a la computadora. Aquella vez tampoco pude escribir nada. Pasé una semana entera sin ir a dar clases a la universidad y sin escribir. Me sentía muy deprimido. Una tarde, un colega de la universidad, llamado Luis, me llamó por teléfono. Me preguntó qué me pasaba, y yo le conté algo de lo que me sucedía. Él me recomendó ir al psiquiatra. Hasta me dio el teléfono de uno. Así que fui al psiquiatra y le conté todo lo que me pasaba. Me hizo muchas preguntas. Me preguntó, entre otras cosas, si amaba a mi pareja a pesar de ya no querer vivir con ella. Yo le dije que no lo sabía. Él me recomendó tomármelo todo con calma y me recetó una serie de pastillas. También me dijo que sería bueno vernos con regularidad, así que me dio una cita para dentro de dos semanas.
Le conté a Gabriela que había ido al psiquiatra. ¿Y qué te dijo?, me preguntó ella. Que estoy deprimido, le contesté. El psiquiatra también me había dicho que el motivo por el cual no podía escribir era la depresión. Se lo dije a Gabriela. Ella me pidió que le mostrara las pastillas. Eran antidepresivos y ansiolíticos. Lamento que te haya pasado esto, yo te ayudaré en todo lo que pueda, me dijo Gabriela. Me sentí tremendamente mal por lo que sucedía. Gabriela era una buena mujer pero yo, lamentablemente , ya no la quería como esposa. Y no me atrevía a decírselo.
Ya ha pasado un año desde aquello. Gabriela y yo seguimos viviendo en la cuadra x de la avenida Larco, en el tercer piso de un edificio. Ella sigue trabajando como bibliotecaria en un colegio. Yo he dejado la universidad Católica, donde enseñaba Literatura hispanoamericana. Ahora sólo me dedico a escribir- soy un escritor conocido en el mundillo de la Literatura peruana-, aunque lo que escribo no me gusta. Con frecuencia me vienen etapas de aridez literaria. Cuando sucede eso, me paso el día leyendo y fumando cigarrillos. Antes bebía y fumaba marihuana, pero el psiquiatra me lo ha prohibido. En suma, Gabriela y yo parecemos ser una buena pareja. Los que nos conocen nos consideran felices. ¡Cuánto se equivocan! Todo el día estoy bajo los efectos de las pastillas. Incluso yo mismo me aumento la cantidad de ansiolíticos que debo tomar. Cuando Gabriela llega de trabajar me encuentra escribiendo en la computadora, o leyendo algún libro. Nos saludamos con un beso en la boca y ella, invariablemente, me pregunta ¿Otra vez te has olvidado de lavarte los dientes? Yo no le respondo. Cuando tengo ganas de orinar, lo hago en cualquier rincón del departamento, ya que me da flojera ir hasta el baño, aunque esté cerca de él. Cuando tengo ganas de escupir, lo hago también en cualquier parte. Me baño sólo dos veces a la semana. Gabriela dice que no me reconoce, que no soy el hombre que ella conoció. Aun así, no me atrevo a decirle todavía que estoy decepcionado del matrimonio, y que quisiera que nos separáramos.
Mi vida sexual está en ruinas. Los antidepresivos me han producido una disfunción eréctil muy severa. No me acuesto con Gabriela hace bastante tiempo. Casi no siento deseo sexual. Le he comentado la cuestión al psiquiatra y me ha recetado Viagra. Aun así, yo preferiría no tener que hacer el amor. No tengo nada de ganas. No sé por qué diablos no le digo a Gabriela que ya no quiero nada con ella. Yo mismo soy la causa de mis problemas.

Ha cambiado mucho. Fue de un momento a otro. Un día no se pudo levantar de la cama y todo cambió. Se deprimió mucho, y no fue a dar sus clases a la universidad y tampoco pudo escribir durante varios días. Fue al psiquiatra. Le diagnosticaron depresión. Le recetaron pastillas. No sé hasta qué punto éstas lo hayan ayudado. Ha dejado la universidad. Y además se automedica. Toma más pastillas que las que le han recetado. Parece otro hombre. Orina en los rincones del departamento, escupe donde le da la gana, sólo se baña dos veces a la semana, y creo que ya nunca se lava los dientes. No sé qué le pasa. Su vida es un desastre. A veces se acuesta a la medianoche y al día siguiente se levanta a las once de la mañana. En otras ocasiones se levanta a las nueve de la Noche y ya no duerme. Come algo y se queda sentado frente a la computadora, escribiendo y navegando por internet. Se pasa toda la Noche en vela, y varias horas después de que amanece se pone a leer algún libro. A veces, por las tardes, sale a pasear. Aunque me parece que hasta las ganas de pasear ha perdido. A causa de las pastillas, sufre una disfunción eréctil. Le han recomendado Viagra. La ha tomado y no le ha ido tan mal. A pesar de que se queja por tomarla a los treintaiséis años. Yo pensaba tomar Viagra a los setenta, me ha dicho. Amo a Horacio, pero no lo entiendo. Parece haber perdido todo interés por mí, por el Mundo, por la vida. Y parece que no sabe cuánto lo amo. Daría mi vida por él. Cuando pasa por alguna de sus etapas de aridez, y lo veo sentado frente a la computadora, impotente, sin poder escribir, me inspira una gran ternura. Horacio en realidad es un hombre muy débil. Cualquier cosa, por más insignificante que sea, puede perderlo. ¡En mala hora le dio esa depresión! Ni siquiera él sabe cuál es el motivo de ella.

Gabriela ya se ha ido a trabajar. Yo sigo frente a la computadora, navegando por internet. Es lo único que puedo hacer, porque me ha dado otra vez una crisis de aridez. No puedo escribir, carajo, no puedo trabajar. La mierda de novela que estoy escribiendo avanza muy lentamente, y eso me agobia. Quisiera escribir con inspiración y fluidez, pero no puedo. No sé qué mierda me pasa. Son las nueve de la mañana. Voy a mi habitación y me tomo las pastillas. Vuelvo a la sala y apago la computadora. Voy a mi habitación nuevamente. Cojo un libro del armario. “La divina Comedia.” Sentado ante una mesita llena de libros me pongo a releer el poema. Al cabo de un rato, me detengo.¿ Cómo pudo Dante amar tanto a una mujer? Su amor fue inconmensurable. Puso a su amada en lo más alto del Cielo. La amó idealmente. Pero Beatriz nunca estuvo con Dante. Murió prematuramente, nunca fueron novios, nunca se casaron. Si se hubieran casado, estoy seguro que Dante habría acabado hastiado, arrepentido de su unión con esa bendita mujer. El matrimonio es un error. Va contra la naturaleza del ser humano. Sigo leyendo. Al mediodía me detengo. Voy a la cocina a prepararme el almuerzo. Almuerzo. Sigo leyendo a Dante. Pasan tres horas. Cierro el libro. Voy a la sala. Enciendo la computadora, y me pongo a chatear. Pasa el tiempo. Llega el atardecer. Me tomo tres ansiolíticos. Me saco el pijama y me pongo ropa de calle. Salgo del departamento. Luego salgo del edificio. Es un neblinoso atardecer de Otoño. Camino despacio, rumbo a Larcomar. La gente parece adormecida. Algunos transeúntes tienen cara de mutilados. Llego a Larcomar. Allí la gente parece muy despierta y muy contenta. Me apoyo en una baranda y miro el Mar inmenso. Su voz ronca se escucha hasta lo alto del acantilado. A pesar de la neblina puede verse la puesta del Sol. Veo ocultarse al astro bermejo. Me quedo un buen rato en Larcomar y luego me marcho. Voy andando hasta Benavides. Cruzo la avenida y llego al Parque Kennedy. Ya ha oscurecido. Me compro una butifarra. Comiendo, voy hacia la Bajada Balta. Llego al puente. Me detengo allí un momento. Luego bajo hasta la playa. Me siento en la vereda y me quedo mirando las olas.
Al volver al depa, encuentro a Gabriela preparando la cena. Me acerco a ella y la saludo con un beso en la mejilla. El beso no me sabe bien. Es un beso obligado y comprometido. Entro a mi cuarto y me tomo tres ansiolíticos más. Me siento sosegado, nada me turba.

Horacio aún encuentra bella a Gabriela. A veces, cuando está tendido en el sofá, totalmente sedado, se queda mirando a su esposa, que hace la limpieza. Tiene treinta años y su rostro redondo, pecoso, de ojos verdes, nariz recta, boca fina, aún parecen los de una adolescente. Al llevar atado el cabello castaño y rizado, parece aun más joven. Su cuerpo está magníficamente proporcionado. Sus senos grandes, su cintura estrecha, aunque ahora un poco más ancha, sus caderas redondeadas, sus glúteos maduros, todo su cuerpo parece estar hecho para despertar la libido, incluso la libido enferma de su esposo.
Gabriela piensa que Horacio pasa demasiado tiempo solo. Por eso le ha organizado una cena sorpresa con sus amigos más íntimos. La cena será el próximo Sábado a las nueve de la Noche, y los invitados serán Cucho y Paty, casados hace seis años, y Roberto y Natalia, casados hace cinco. El menú será ensalada de durazno, papas, nueces y mayonesa, pollo enrollado con arroz, torta de chocolate y vino.
Es el día de la cena. Horacio ha dormido hasta las siete y ahora está navegando por internet. Otra vez pasa por una etapa de aridez. A las ocho y media, Gabriela le pide que por favor se vista, que quisiera ir a pasear a Larcomar. Qué bien huele, ¿qué cocinas?, pregunta él. Estoy probando unas recetas, le responde ella. Él se va a la habitación, se toma cuatro ansiolíticos, y se cambia de ropa. Luego sale y se sienta frente a la computadora. Gabriela sale de la cocina, se ducha rápidamente y se viste. A las nueve en punto tocan el timbre. Gabriela corre a abrir la puerta. Son las dos parejas, que han decidido llegar juntas para que la sorpresa no sea dada por partes. Horacio, de pie en medio de la sala, totalmente sedado, mira con sorpresa a sus amigos. Se saludan con abrazos y besos. Las parejas traen botellas de vino y ramos de rosas como presentes. Se sientan en la sala a conversar. Horacio no habla mucho. Así que esto fue idea de Gabriela, dice al cabo de un rato. ¡Pues qué gran sorpresa! Ni me lo esperaba. A eso de las nueve y media se sientan a la mesa. Cenan, beben y conversan. Horacio sólo puede beber una copa.
Cucho: ¿Estás escribiendo, Horacio?
Horacio: Ahora no, estoy pasando por una etapa de aridez.
Cucho: No te preocupes, eso pasa.
Horacio: Trato de mantener la calma.
Roberto: ¿Y no has pensado en volver a dar clases en la universidad?
Horacio: No, eso terminó para siempre. Ahora sólo me dedicaré a escribir.
Paty: ¿Y cómo te va con el psiquiatra?
Horacio: Supongo que bien. Tengo citas regulares con él.
Paty: ¿Y las pastillas? ¿Te hacen bien?
Horacio: Son como mi droga.
Todos rieron, excepto Horacio.
Natalia: ¿Pero cuál es el problema que tienes?
Horacio: Depresión.
Natalia: ¿Y a causa de qué?
Horacio: No lo sé.
Natalia: Saberlo te ayudaría mucho.
Horacio: Sí, seguro.
Cucho: Pero tú, Horacio, sinceramente, ¿cómo te sientes?
Horacio: No sé qué responderte, Roberto.
Gabriela: A veces pienso que ya no me quieres.
Horacio: Cómo no te voy a querer. Eres mi compañera.(Ya no te quiero. Ya no quiero estar más tiempo contigo. Estoy aburrido de nuestra relación. Pero cómo decírtelo. Te morirías de tristeza. Pero claro, mientras tú permaneces feliz a mi lado, yo me jodo. ¡Maldita sea!)
Cucho: Horacio te ama, Gabriela, sólo que tiene depresión.
Roberto: Sí, y la depresión llega sin que uno tenga la culpa.
Paty: Considérate dichosa, Gaby.
Cucho: Y tú, Horacio, confía en que esa depresión te será curada.
Horacio: Sí, sí, confío en ello.( No confío en nada de eso. La depresión me será curada cuando vuelva a estar solo, cuando me separe y me divorcie de Gabriela)
Natalia: Roberto y yo estábamos pensando en que un viaje nos vendría bien. Imagínense un viaje hecho por las tres parejas.
Gabriela: ¡Sería magnífico! ¿Y adónde iríamos?
Natalia: A Cuzco, por ejemplo.
Gabriela: ¡Sería maravilloso! ¡De verdad!
Horacio: (Puta de mierda. Ya tenías que venir con una idea tan estúpida, tan romanticona. No sé por qué no puedo decirle ahora mismo a Gabriela que no la quiero.)Quizá no todos puedan ir.
Natalia: Nosotros podemos. Aunque falta saber si ustedes pueden.
Gabriela: ¡Sí! ¡Sí! ¡Nosotros sí!
Natalia: ¿De verdad pueden, Horacio?
Horacio: Sí, sí, podemos. (Estoy cagado. Si no lo dije ahora, no lo podré decir nunca. Tendré que soportar el peso de Gabriela. ¿Tan difícil me es decir Ya no te amo?
Cucho: ¡Bueno pues! ¡Un brindis por el viaje!
Todos: ¡Salud! ¡Salud!

Telón

1 comentario:

  1. Buena!!,Pero seria mejor de que no dependiera de las pastillas,me hubiera gustado otro final. Pero Muy buena!

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