lunes, 5 de julio de 2010

Castilla

Paisaje de un alma ascética, infinitas parameras
bajo el Sol del tórrido Verano; mística tierra
donde es forzoso que el hombre busque unirse con Dios;
faz desolada, campos amarillos, aturriados,
mirajes de mediodía, estepas por donde sólo yerra
la Soledad; pardos encinares, fresca sombra de follajes;
ríos que trascurren lentos como pacientes reflexiones;
pueblos tristes, desesperanzados; besanas, sementeras,
murmullo doliente de la tierra, vastas soledumbres…
Castillos, boscajes, polvoriento resuello de los caminos…
El Destino me arrojó a Castilla, a la que desde niño
había querido conocer. El paisaje era un paisaje melancólico
del alma; el alma de Castilla era de tierra… Yo estaba acostumbrado
a otros paisajes. Venía de Lima, de la Costa peruana,
y nunca había visto una tierra tan acre.
Sin embargo, Castilla me hechizó. La recorrí a pie…
Anduve por sus agrias soledades, y hallé en ella mi compañía.
Su Cielo inmenso, puro y azul lo rodeaba todo,
el Cielo que la redimía…
El Cielo salva a Castilla
Al mirarlo, uno olvida los campos áridos
y se eleva, y
se escapa un rato de la tierra castellana
Tierra de guerreros, ascetas y místicos…
Tierra de Sol robusto en Verano,
de Cielo blanco y gris en Invierno
Anduve por los campos sequerosos,
soliloquiando,
meditando en la ausencia de Dios
Porque Castilla, la pobre Castilla,
parece abandonada por Dios
Alguna vez vivió bajo su amparo,
y realizó hazañas inauditas
Castilla conquistadora,
Castilla que, creyente,
se arrojó al Mar.
Ahora, ruinosa,
sueña con sus tiempos de gloria
y vive su sueño de miseria

No hay comentarios:

Publicar un comentario