domingo, 29 de noviembre de 2009

Dionisíaco

La embriaguez que nos redime
Bajo el Cielo que de pronto adquiere la faz de la Esperanza
Las risas que ascienden con toda su tristeza
Los tigres de Baco
Las ménades frenéticas danzando a un lado del Tiempo
Lo único que le pedimos a las deidades es que existan
Que por favor existan
Brindamos por las múltiples verdades
Mientras las canéforas exultantes esparcen sus flores
Nuestro corazón está débil
Pero el vino de Sileno lo fortalece
Y esa sabiduría que brota del delirio
En lo profundo del bosque, a la vera de un arroyo
Desde la mañana hasta la Noche
Somos bendecidos por una santa ebriedad
Hemos nacido para morir
Y necesitamos evadirnos
Somos tan puros como los sátiros y los faunos
Buscamos un dios que nos haga inmortales
Olvidamos nuestra letal mortalidad admirando la Belleza
Pero no somos bellos
Estamos estragados por la vida
Somos grotescos
Sabemos que el porvenir no existe
Y que el presente a cada rato es abolido
Sólo existe el instante
Un latigazo en el lomo de una quimera
Somos microcaos que se buscan desesperadamente
Y que no acaban nunca de encontrarse
Si he de morir que sea en la orilla del Mar
Frente a las olas
Evohé Evohé
Huimos de lo serio y lo solemne
Hallamos lo cómico que tiene la vida
Ese vano huir de la propia condición
Esa borrachera solitaria
Para seguir siendo lo que somos
Sabemos que el Destino es inevitable
Y nos adormecemos en el bosque
O en la sombría pieza en que meditamos
Tenemos fe por instinto
Somos microcaos embriagados
Que quieren sólo existir, ya no vivir
Evohé Evohé
Nuestra inspiración es la panza de Baco
Y los faunos delirantes tendidos en el calvero
Buscamos olvidarnos para trascendernos
Somos hijos de nuestra propia embriaguez

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