sábado, 27 de febrero de 2010

Los restos de Dios

De mi ruina, como de tu ruina,
en la que los perros se mean,
emerge flaca y fría una flor
Flor del desastre
Ojo roto y sin gozo
Escombros sangrientos, latentes
He hallado mi verdad, me he sentado a vivir
en medio de una viva escombrera
donde se pudren restos divinos
Y mi debilidad queda al descubierto
El Sol me alumbra como a un bicho raro
Los ahorcados por su propia mano, ya libres,
no aguardan ningún castigo
El Universo mudo se quitará la máscara
Se revelará lo que no existe
El hombre seguirá matando al hombre
Y sólo alguno sucumbirá bajo la piedra del Remordimiento
Toda la tierra está sembrada de ruinas,
ellas son lo que queda de nosotros,
y de aquel ser de carne dorada a quien decidimos
abolir; queremos escapar de la verdad, por miedo
a su revelación insoportable, por terror a los castigos;
odiamos los escombros inmortales y, desnudos y llagados,
soñamos con hacerlos polvo
Mi vida podría ser tan llana, tan simple, tan beata
Pero he elegido vivir de lo que ha muerto,
de lo que bajo la Luna es triste y trágico,
de lo que me ha destruido con tanto sigilo
Bajo las estrellas, busco saber quién soy
Me pregunto quién lo sabrá y me digo que quien lo supo
ya está muerto
Entonces cómo sabré quién soy, de dónde vengo, adónde voy
Todo ello quedará sin respuesta
y me decapitará la dulce música de las estrellas
Ya no hay verdad, tal vez nunca la hubo
Sólo hay espejismos y sombras de los astros
El Mundo es mentira
Las campanas tañen en un horizonte vacío
La Realidad es mentira
Un ángel toca una trompeta de la cual sale una luz dorada
Mi alma está amoratada por los golpes que ella misma se da
Mi cerebro está ceñido por una corona de espinas
Y mi cuerpo busca la vida
Por mi ruina, como por tu ruina,
pasa el viento, y se lleva un poco de polvo
Porque alguna vez exististe
Y ahora voy, lleno de vino, cubierto,
como si de excrementos se tratara, de tus restos

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