martes, 28 de julio de 2009

Antidepresivos

Desperté. Miré la hora. Eran las siete de la tarde. No sabía qué día era. Hice memoria. Ah sí, es Sábado, me dije. Me incorporé y cogí un blíster de Rivotril. Me tomé dos. Me quedé sentado en el borde de la cama un largo rato, sin pensar en nada. Luego fui al baño y oriné. No tenía ganas de lavarme la cara. Me miré en el espejo. Parecía un hombre desesperado que fingía guardar la calma. Volví a mi habitación. Me eché en la cama. Aún estaba cansado. Me había acostado a las nueve de la mañana y todavía no me sentía repuesto. No me hallaba bien dispuesto para arrostrar el día. Tenía ganas de seguir durmiendo. Aun así, me levanté, cogí las llaves y la billetera y salí a hacer la compra, ya que no tenía nada de comer. Hacía un día soleado, espléndido. Era Verano y yo pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en mi oscura habitación, escribiendo y leyendo. Me sentí deprimido. Hice la compra y volví a casa. Cuando estuve nuevamente en mi cuarto, aparecieron los Kouros, esas criaturas que sólo yo puedo percibir. Estaba sentado en el borde de mi cama y ellos aparecieron súbitamente, frente a mí. Me sobresalté. Hacía tiempo que no los veía. Hubiera preferido que no aparecieran. Ellos sólo aparecen para incordiarme. Danzaron lentamente alrededor de la habitación y luego volvieron a plantarse frente a mí. Pareces abatido, me dijeron. Yo no contesté. Sí, estás abatido, me dijeron. Se te nota. ¿Y van a comenzar a atormentarme por eso?, les pregunté. Uno de ellos avanzó, dio una vuelta grácilmente y quedó inclinado frente a mí. Luego levantó la cara y me sonrió. Volvió con los demás. Sólo queremos hacerte compañía, me dijeron. Preferiría estar solo, les dije yo. Ellos bajaron la cabeza y corrieron de un lado a otro de la habitación. Luego volvieron a reunirse frente a mí y se sentaron en el suelo. Queremos hablar contigo, me dijeron. Para no cansarme en discusiones, accedí. Sostuvimos el siguiente diálogo.
Kouros: Sabemos que estás deprimido. ¿Por qué?
Alfonso: Mi vida no me place. Me parece una vida bastante miserable.
Kouros: Es cierto. Tu vida es miserable. Pero también tiene su dicha.
Alfonso: No, no tiene ninguna. Hace unos días salí con unos amigos. Fuimos a varios bares y discotecas, en la Noche, y mientras ellos se divertían bebiendo, yo estuve aburrido, tomando agua. Yo ya no me puedo divertir. Es por las pastillas que tomo para la depresión. Tomo siete pastillas diarias. Tres antidepresivos, dos antipsicóticos, un ansiolítico y un modafinilo. Hace casi un año que tomo todo eso, y no puedo beber ni fumar marihuana. Antes yo me divertía en los bares y en las discotecas, bebiendo hasta emborracharme. Me desinhibía, bailaba, reía. Ahora, en las discotecas, soy un muermo, no hago nada, me quedo parado junto a la barra con un botellín de agua en la mano y ni siquiera me muevo. Me aburro inmensamente, me da sueño. Yo ya no puedo divertirme. Envidio a todos aquellos que salen y se divierten y se olvidan un rato de todo.
Kouros: Ciertamente, para ti ya no hay diversión. Eres un enfermo mental, alguien que necesita medicarse para poder vivir. Para ti ya no son los bares ni las discotecas ni el alcohol, sino el encierro, el aislamiento, la soledad...
Alfonso: Eso es lo que pienso. Echo mucho de menos el alcohol y la marihuana. Cuando bebía y fumaba era más feliz. Recuerdo que fumaba marihuana todos los días y me ponía alegre y por un momento vivía en un pequeño paraíso... Ahora es todo tan aburrido...
Kouros:También se nota que tienes un irremediable fondo de tristeza...
Alfonso: Sí, en el fondo me siento triste. Antes era un tipo alegre, me reía con facilidad, era conversador, bromeaba, ahora no siento ningún tipo de alegría, hace siglos que no me río, y me cuesta un enorme trabajo iniciar una conversación. Casi no converso...Con mis amigos apenas converso...
Kouros: Tú siempre quisiste evadirte de la realidad, antes te evadías con la marihuana, ahora que la vida te resulta tan aburrida y tan triste, ¿con qué te evades?
Alfonso: Con ansiolíticos. Por las tardes me tomo dos o tres o cuatro rivotril para adormecerme, para dulcificar mi mente, y así me evado siquiera por un rato.
Kouros: Odias tu depresión, ¿no es así?
Alfonso: Claro que la odio, pero odio más aun los antidepresivos, esas malditas pastillas de los cojones que me están quitando la fuerza que necesito para vivir. Los antidepresivos no me levantan el ánimo, no me alegran, lo único que hacen es mantenerme estable, pero me quitan virilidad...Mi libido ha disminuido, casi no se me erecta el pene, y ya casi no puedo masturbarme. Temo volverme impotente. Es una mierda esto que me pasa...
Kouros: Estás lisiado por la vida. Pero te queda la evasión absoluta, el suicidio...
Alfonso: Pienso constantemente en el suicidio. A menudo me sorprendo pensando en cuál será la mejor forma de quitarme la vida. Pienso en cortarme las venas de las muñecas, pienso en cortarme el cuello, pienso en arrojarme desde el último piso del edificio en que vivo, pienso en disparame en la cabeza, pienso en administrarme una sobredosis de barbitúricos...
Kouros: ¿Ya has intentado suicidarte?
Alfonso: Sí. Una vez me tomé una caja entera de ansiolíticos. Lo único que pasó fue que me dormí casi dos días y al despertarme sólo sentía mareos y algo de náuseas. Nada serio. Un intento fallido.
Kouros: ¿Por qué estás así? Tan insatisfecho, tan sombrío, tan amargo...
Alfonso: Porque yo no quiero ser como soy. Soy como soy muy a pesar mío. Además mi vida en algún momento se jodió. Estoy enojado y decepcionado.
Kouros: ¿Enojado y decepcionado con quién? ¿Con Dios?
Alfonso: Prefiero no hablar de ese sujeto...
Kouros: Comprendemos. A ti no te gusta tu vida.
Alfonso: La vida no es la vida. La vida no se halla en la vida.
Kouros: Te entendemos. ¿Pero escribir no te ayuda?
Alfonso: Escribir es lo único que me mantiene vivo. Amo mi oficio de escritor. Si algún día no puedo escribir me mataré. Ahora me paso los días escribiendo, encerrado en mi habitación. Casi no salgo, no veo a nadie...
Kouros: No es bueno para el hombre estar solo.
Alfonso:¿Pero qué le puedo ofrecer a los demás si estoy casi inutilizado para las relaciones sociales?
Kouros: Te entendemos.

Yo me quedé callado. Los Kouros comenzaron a danzar y a aullar frente a mí. Estuvieron así un rato y luego desaparecieron.

1 comentario:

  1. Uno mismo busca esa depresión,y a raiz de eso se autoconseja inventando Kouros imaginarios.pero en fin buena la historia.

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