viernes, 10 de julio de 2009

Mediterráneo y Primavera

Ismael, mi compañero de piso en Salamanca, me había entregado las llaves de su casa de Alicante, diciéndome Ve y distráete.La luz del Levante te ayudará a superar tu depresión. Tomé las llaves y me fui. Al día siguiente, caminando por la explanada de España después de comer, los vi. Ella era rubia, alta, delgada, y tendría unos catorce años. Su cara era redonda, tenía los ojos verdes, la nariz fina y la boca pequeña. Vestía una camiseta blanca,y una licra verde muy corta que dejaba traslucir su traje de baño. Calzaba sandalias blancas. Él era alto y atlético, y tendría unos diecisiete años.Su cara era ovalada. Tenía los ojos grises, la nariz delgada y los labios fruncidos. Vestía una camiseta blanca y un bañador negro. Calzaba sandalias marrones. Ambos eran bellos. Eran una hermosa pareja. Iban cogidos de la mano. Decidí seguirlos. Era un día primaveral. El Cielo era azul pastel y el Sol derramaba una luz abundante, tersa y suave. Fuimos, ellos adelante y yo detrás, hasta el parque de Canalejas, poblado de ficus peregrinos. Allí, ellos se sentaron en una banca y se dieron un largo beso. Yo los miraba, parado al pie de un ficus. Al cabo de un rato, se levantaron, cruzaron la autopista, y anduvieron por el puerto.Yo continuaba siguiéndolos. Fuimos hasta la playa del Postiguet.Había bastante gente. Ellos buscaron un lugar apartado y se tendieron en la arena. Ella se quitó la camiseta y la licra y se quedó en traje de baño. Él se quitó la camiseta. Cuerpos apolíneos. Cuerpos jóvenes, codiciables. Me deleité mirándolos. Veía cómo se tendían en diversas posiciones, veía cómo se acariciaban, cómo se besaban. Yo me senté en la arena, cerca de ellos. Me saqué la camiseta un tanto avergonzado, pues estaba barrigón. Yo era un fauno gordo al lado de ellos, venusta pareja de cuerpos perfectos. Me puse muy contento cuando se metieron al Mar. Ah el Mediterráneo de azulados berilos. Ellos jugaban en el agua, llenos de un gozo inmaculado. Cuando volvieron, se tendieron al Sol. La piel de ambos brillaba; las gotas temblaban en el vientre de ella y en el pecho de él. Padecí una dichosa erección. Recordé mi adolescencia. Recordé a mi primera novia. Recordé cuando yo era tan feliz como ellos. Ahora, a mis treinta años, era casi un infeliz, un individuo insatisfecho averiado por la vida, un enfermo de depresión. Pero alguna vez había sido como ellos. Alguna vez había sido como él. Había tenido diecisiete años y había tenido una novia de catorce. Alguna vez mi cuerpo había sido musculoso, apolíneo, atlético. Pero ahora...Ahora era diferente. Pensé en acercarme a ellos y hacerles una propuesta. Pensé en ofrecerles trescientos euros por irse conmigo y por hacer el amor frente a mí. Me harían tan dichoso. Ellos harían el amor primero, deleitándome, y luego yo le haría el amor a ella, como abrevándome en una fuente de eterna juventud. Sí, me acercaría a ellos y les ofrecería trescientos euros. Incluso más. Hasta quinientos podría ofrecerles. No me importaba quedarme sin nada. Lo haría. Me acercaría. Me puse de pie. Caminé hacia ellos. Me quedé parado junto a sus cuerpos. Regresé a mi lugar. No pude hacerlo. Seguramente me considerarían un monstruo y se alejarían de mí. Prefería verlos así, ignorado por ellos. Me quedé contemplándolos hasta el atardecer. Quise ser ellos. Cuando se fueron, me sentí desesperadamente solo. Me puse de pie y caminé a lo largo de la playa, oyendo el suave rumor de las pequeñas olas. Las gaviotas volaban y chillaban sobre el castillo de santa Bárbara. En un espigón, con sus cañas hincadas oblicuamente, los pescadores aguardaban la imprudencia de los peces.El Mar reflejaba la luz de los faroles recién encendidos.

2 comentarios:

  1. Muy Buena,aunque hubiese preferido que se vayan los 3 :D -- Giancarlo D.

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  2. Esos cuerpos no tenian edad en ese momento,pero tus orbitas las socavaban con codicia.
    Regood!

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