sábado, 25 de julio de 2009

Noche en Salamanca

Era una calurosa Noche de Julio. Estaba aburrido y no sabía qué hacer. Miré la hora. Eran las dos de la mañana. Me asaltaron unas súbitas ganas de salir. Podía quedarme en casa a seguir leyendo "El almuerzo desnudo" de William Burroughs, o a escribir algún poema, o a chatear con los amigos, o a hartarme de ver páginas porno en internet, pero francamente no me apetecía nada de eso. Como era Verano, yo me hallaba solo, ya que mi compañero de piso, Ismael, se había marchado a Suiza para estar con su madre. Llevaba una vida eremítica, casi no salía de casa, y pasaba los días sin hablar con nadie. Sólo conversaba por el msn con mis familiares y amigos. Pensé que quizá me hacía falta algo de mundanal ruido. Ver gente, ver chicas, escuchar música, y cosas así. Era Jueves, y seguramente todo el mundo había salido de fiesta. En Salamanca la fiesta no se acaba nunca. Hay fiesta todos los días, sobre todo en Verano. Decidí salir. Me cambié de camiseta y me marché del piso. Afuera, el Cielo estaba oscuro y se podían ver algunas estrellas. Corría un viento fresco. Bajé por la avenida Villamayor hasta el Paseo de los Carmelitas. Allí crucé y bajé al Huerto de san Francisco. Un grupo de vagabundos dormía al pie del humilladero. Descendí por las gradas y enfilé la calle las Úrsulas, bordeada de tilos y de faroles. Finalmente llegué a la zona de fiesta. Se oía la música que salía de los bares y las discotecas. Pasaban grupos de chicas con vestidos ligeros, dejando una excitante estela de perfume. Pasaban guiris conversando, bailando, riendo. Algunas pasaban rozándome, alegrando mi carne. Me sentí redivivo. No hacía más que mirar caras, senos, culos, piernas...Entré a varios lugares. En el Capitolium, una gogó bailaba sobre la tarima, semidesnuda. Corros de chicas bebían y parlaban. Yo las observaba a todas, codiciándolas. Mi libido estaba en perfecto estado. La música me aporreaba los oídos. En el Trastevere flotaba un dulce olor a marihuana, y desinhibidas guiris bailaban con acompasados negros africanos. En el Camelot, que estaba llenísimo, vi a un hombre y a una mujer en silla de ruedas. Los había visto antes, en la entrada del Centro de recuperación para personas con discapacidad física, que queda muy cerca de mi casa. Él era flaco y tenía el cabello largo y rubio. Ella era enana, cabezona, y tenía malformaciones en los brazos y en las piernas. Ambos estaban totalmente borrachos. Ella me reconoció. Me llamó con la mano y yo me acerqué. Con voz que tropezaba, me dijo Te la chupo. Ante mi expresión, rompió a reír. Su compañero de pelo rubio también reía. Sonreí y me fui.Entré al Gatsby, al Niebla, a la Hacienda...La gente se divertía y parecía feliz. Quise ver más, así que fui por la calle del Prior, crucé la Plaza Mayor y bajé hasta el Paniagua. Estuve un rato allí, mezclado con la gente, y salí. Yendo hacia la plaza de san Justo, un tipo bajo, grueso y moreno se me puso al frente y me ofreció coca, marihuana, chocolate...No gracias, le dije, y seguí mi camino. Después de dar algunas vueltas, entré a la discoteca X. Me apoyé en la barra y pedí un botellín de agua. Me lo trajeron, pagué y comencé a beber. Me quedé mirando a una mujer muy guapa que bailaba con dos de sus amigas.Su rostro era ovalado, sus ojos eran grandes y claros, su nariz algo ancha, su boca grande, blanda, apetecible, y sus cabellos negros. Era de estatura mediana, de senos generosos, de cintura más bien estrecha, de caderas redondeadas, glúteos respingones y piernas torneadas. Vestía una blusa blanca, unos pantalones blancos muy cortos, una correa negra y unos zapatos de tacón alto del mismo color. La música resonaba en el ambiente.Todos bailaban o se movían en sus sitios. Me imaginé que yo era allí un contraste, pues permanecía parado, dando eventuales tragos al botellín. No me divertía. Más bien envidiaba la diversión de los demás. Yo no podía beber.Padecía depresión mayor y trastorno obsesivo compulsivo y estaba medicado para curarme de ello. Tomaba siete pastillas diarias. Tres antidepresivos, un ansiolítico, dos antipsicóticos y un modafinilo. Con esa dosis me resultaba imposible beber. Si lo hacía podía reventar. Sin embargo, en ese momento, tenía unas ganas teribles de beber. No podía divertirme sin beber. Eso era definitivo. Necesitaba beber para divertirme. Antes yo bebía y la pasaba estupendamente. También fumaba marihuana a espuertas, y me iba bien. Antes de ser medicado por el psiquiatra, yo era un bebedor eventual y un fumador de marihuana incansable. Ahora, echo mucho de menos el alcohol y la marihuana, pensaba, una persona que se medique como yo lo hago no puede divertirse, es imposible; una persona que se medique como yo lo hago no puede ser feliz, es definitivo. Antes salía con mis amigos y cogía espectaculares y gozozas cogorzas, ahora ya no puedo beber ni bailar con ellos. Ellos, cada vez que salíamos, me decían Bebe, bebe, y yo les decía que no podía beber y ellos insistían, y yo seguía negándome, y la pasaba putas, porque me aburría mientras mis amigos se divertían, me ahuesaba mientras ellos gozaban; me daba pena y cólera no poder compartir su gozo. Por eso ya no salgo, porque no puedo divertirme ni ser feliz por un instante. A mí me gustaba consagrarme a Baco, emborracharme y, ya desinhibido, bailar y reír hasta hartarme. Las juergas son para eso, para emborracharse y para gozar de una felicidad sinceramente falaz y efímera. Yo ya no tengo nada que hacer en lugares como éste... Mi vida es deprimente. Me sentí deprimido. Bebí un trago de agua. Cuando me disponía a marcharme, noté que la mujer guapa en la que me había fijado me miraba. Sus ojos expresaban curiosidad y ternura. Se me acercó. Hola, me dijo. Hola, le dije yo. ¿Has venido solo?, me preguntó. Sí, le respondí, totalmente solo.
¿Y no te diviertes? No. ¿Por qué? Porque mi vida es aburrida. Joder, no digas eso, todos nos aburrimos en algún momento. Yo me aburro más que los demás. ¿Y qué haces cuando te aburres? Ahora nada, antes me emborrachaba o fumaba marihuana. ¿Y ahora por qué ya no? Por cosas de la vida. ¿Cómo te llamas? Alfonso, ¿y tú? Mariana. Es un gusto, Mariana. Lo mismo digo, Alfonso.¿De dónde eres? De Perú. ¿Y qué haces aquí? Estudio. ¿Cuántos años tienes? Treintaiuno, un poco viejo para seguir estudiando, ¿no? No, no, claro que no, uno puede estudiar hasta la edad que quiera. La verdad es que siempre fui un poco flojo para el estudio, y también inconstante. He estudiado dos carrerras, y por eso me he demorado tanto...¿Tú cuántos años tienes, Mariana? Veintiuno. ¿Y eres de aquí, de Salamanca? Sí. ¿Estudias aquí? Sí, estudio Historia. Qué interesante. ¿Tú trabajas además de estudiar? No, soy un mantenido, vivo de una beca y del dinero que me manda mi madre. Mariana rió. Joder, tío, me haces reír, pareces un tío guay, dijo. No,no, para nada, no soy guay. ¿Y sueles salir solo por las noches? A veces, hoy salí para ver a la gente, para fijarme en cómo se divierten. ¿Te gusta observar a la gente? Bueno, sí. ¿Qué más te gusta hacer? Me gusta leer, escribir poesía, caminar, cosas de tío aburrido. ¿Escribes poesía? Sí, creo que soy poeta. Qué guay, eres poeta, debes ser muy sensible. No lo sé. Estuvimos conversando largo rato. Yo le invité a Mariana todas las cervezas que quiso. ¿Por qué no bebes?, me preguntó. Ya te lo dije, por cosas de la vida. ¿Y no puedo saber por qué cosas? No. Ay, no seas malo. No es nada interesante. El tiempo fue pasando y Mariana fue llamada por sus amigas. Se acercó a ellas y al rato volvió. ¿Qué pasa? ¿Tienes que irte?, le pregunté. Ellas querían que me fuera con ellas, pero ya les dije que prefiero quedarme contigo. Mariana, ¿por qué te me acercaste? Porque te vi solo, con aspecto de hombre rudo, pero también con aspecto de hombre triste. ¿Te gustó la combinación? Sí, mogollón. Pero tuve valor para acercarme porque estaba algo borracha. Nos quedamos callados. Ella me miró con sus ojos claros y me preguntó ¿No quieres bailar? No, no, muchas gracias, pero no tengo ganas de bailar. ¿Y si me recitas un poema? Eso te lo hago a solas. ¿Quieres estar a solas conmigo? Francamente sí. Ella se mordió el labio inferior y se me acercó. Me dio un beso en la boca. Yo también la besé. Cuando separamos nuestras bocas, ella me dijo Vámonos de aquí.
Salimos de la discoteca y fuimos hacia la Plaza Mayor. Mariana me dijo Yo vivo al lado de la Plaza del Corrillo, vamos allá. Llegamos a la Plaza del Corrillo y entramos a una calle sin salida. Allí había un edificio al cual entramos. Subimos hasta el primero y Mariana abrió la puerta de su piso. Entramos. Fuimos directo a su habitación...Nos desnudamos. Hicimos el amor. Hacía tiempo que yo no echaba un buen polvo. Estuvimos haciéndolo hasta después del amanecer. Cuando terminamos, ella me pidió que le recitara un poema. Yo le dije que prefería escribirle uno especialmente a ella y después recitárselo.Ella me dijo que yo era el hombre más interesante que había conocido. Yo imaginé que ella había conocido a muy pocos hombres en su vida. Nos quedamos dormidos. A las dos horas yo desperté, me vestí y me fui. Yendo por las calles, pensaba que Mariana me había salvado de mi depresión y de mi aburrimiento. Era una mujer muy guapa, y parecía buena gente. Sin embargo, no sabía si la volvería a buscar. Una persona que se medique como yo lo hago no puede divertirse plenamente, y puede aburrir a quien la acompañe, pensé. De eso estoy seguro.

1 comentario:

  1. "Pasaban grupos de chicas con vestidos ligeros, Algunas pasaban rozándome, alegrando mi carne. Me sentí redivivo. No hacía más que mirar caras, senos, culos, piernas..."
    Sajiro.

    Que buena fanelo. El cuento se nota anecdótico, pero muy interesante y muy bien narrado, con frases como la que te pongo arriba que me gustan mucho.

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