miércoles, 6 de octubre de 2010

Alba

Recuerdo cuando te esperaba en el prado, aspirando el perfume de la yerba fresca y verde. Tú llegabas, blanca, gris, redentora, y comenzabas a hacer el día. Alba mía, hace cuánto que no te veo… Tú me salvarías de mi Noche interior. Leve temblor de la luz, luz pálida, luz fría. Es muy oscura esta Noche. Te necesito, Alba mía. La Noche es desoladora. El ruiseñor ya no canta. El mirlo está mudo. No hay ni Luna ni estrellas. Sólo el viento se aburre entre los árboles. Alba triste, cuando yo despertaba y salía a recibirte, sentía una terrible Tristeza. Comenzaba un día. Un día se erguía con todas sus armas, y yo esperaba inerme. Al principiar el día, uno es el hombre más indefenso que existe. Le aflige existir. Siente que no está listo para arrostrar la vida. Es como un niño con miedo a ir al colegio. Pero hay que salir. Pero hay que existir. Hay que vivir. Duermo hasta muy tarde y no veo el Alba. Sin embargo, alguna vez saldré a esperarla, como antaño, y me llenaré de fuerza. Y me salvaré.

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