lunes, 25 de octubre de 2010

El deicida

De niño, yo buscaba a Dios. No me limitaba a esperarlo, sino que salía a buscarlo. Siempre salía con una Biblia y con un cuchillo de cortar carne que me llevaba de la cocina. No sé por qué, me parecía que un encuentro con Dios nunca dejaría de ser cruento. Pensaba que Dios iba a atacarme, y yo no pensaba dejar de defenderme. Ser el asesino de Dios, el gran deicida, eso quería ser yo. Cuando en la clase preguntaban ¿Qué quieres ser cuando seas grande?, yo siempre respondía Quiero ser deicida. Siempre terminaban llamando a mis padres. Cuando crecí y me convertí en un joven creí que estaba listo para matar a Dios. Pero me vino, de súbito, una terrible depresión y una suerte de locura. Dios me había golpeado. Atacaba mi razón, y amenazaba con hacerla zozobrar. Ahora estoy recuperado, pero tengo miedo. Le tengo miedo a Dios. Ya no salgo con mi cuchillo y mi Biblia a buscar al dios de suave barba. Con mi Biblia pretendía pedir aclaraciones en ciertos puntos… No sé hasta dónde me deje llegar Dios. Más allá, tras las colinas, se ve la Aurora de la Locura.

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