miércoles, 20 de octubre de 2010

Dormir

Le costaba mucho trabajo levantarse de la cama. Se acostaba a las dos de la mañana y se despertaba entre las cuatro y las seis de la tarde. Sólo podía levantarse a esa hora. En la mañana le era imposible reincorporarse. En las mañanas se sentía terriblemente cansado y deprimido. Mañana grande, implacable, sin orillas. Mañana en la que se es hombre con vacilaciones. Un cansancio físico y ontológico abrumaba a nuestro hombre. No le daban ganas de levantarse y le pesaba el día como un bloque de cemento en la frente. Siempre murmuraba No quiero levantarme. Sólo quiero dormir. Quiero dormir. Dormir y no vivir. La vida de nuestro hombre era totalmente anormal. Le gustaba ver párrafos de aves volando por el Cielo azul cobalto. Le gustaba anegarse en las profundidades del sueño y olvidar. Pero no le gustaba despertar. Una mañana lo encontraron muerto. Todos se apenaron al conocer la noticia, pues era un hombre muy joven y muy bueno. Sin embargo, era un individuo inadaptable. No se adaptaba a los horarios de todo el Mundo. No se adaptaba a la vida de todo el Mundo. No soportaba las mañanas y una vaga depresión lo empujaba a las regiones brumosas del sueño. Pero la Muerte…

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