lunes, 4 de octubre de 2010

Mi prisa


Siempre llevo prisa. Mi sombra roza muros y calzadas y se rae. Todo lo que hago lo hago con prisa. Camino con prisa, paseo con prisa, viajo con prisa… Los que me conocen me dicen que me calme, que lo haga todo con más Sosiego. Pero el Sosiego yo no lo conozco. No sé lo que es dormir tranquilo en el prado, o quedarse tendido mirando las estrellas toda la Noche, o permanecer contemplando el Crepúsculo. He hecho todas esas cosas, y me he embelesado, pero en cierto momento he sentido la gana urgente de marcharme sin rumbo alguno. No puedo permanecer quieto. Mi Inquietud es mi enfermedad. Mi Inquietud es mi Beatriz. Ando inquieto todo el día, toda la Noche. Ando presuroso, desasosegado, desalado. No sé qué debo hacer. Lo que quiero es permanecer tranquilo, olvidarme de la prisa. Caminar de un lado a otro tranquilo y plácido como uno de esos individuos de la tribu Baulé, que no conocen el concepto de prisa. O andar como un peregrino a quien no importe el Tiempo. Me preguntan por qué siempre voy con prisa. Respondo que porque me estoy muriendo, y necesito hacer las cosas con prisa. Sin prisa, no me va a alcanzar el Tiempo para hacer todo lo que quiero. Porque me estoy muriendo, como todos, como tú. ¿Comprendes ahora mi prisa? ¿La comprendes, prójimo mío? Siempre llevo y siempre llevaré prisa. Mi sombra ya está vieja y raída.

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