lunes, 18 de octubre de 2010

El insensato

“Y no busco entender para creer,
sino que creo para entender”
-San Anselmo-

El sentido de la vida, para todos, estriba en creer o no creer. Esta vida es inentendible. Hay que creer en alguien que nos la dio para que adquiera sentido. Yo creo para entender. Pero mi fe es débil aún. Me resulta muy difícil creer en un Dios creador, en una vida regida por la voluntad divina. Es casi imposible llegar a Dios. “En Ti me muevo y en Ti soy, y a ti no puedo llegar. Dentro de mí y cerca de mí estás, y yo no te siento”, dice san Anselmo. Estoy en el Creador, pero no puedo llegar a él. Él está dentro de mí, y yo no lo siento. Es como si estuviera vacío. En realidad, nunca he sentido a Dios. Y lo lamento mucho. Soy un insensato. Le he dicho a mi corazón “No hay Dios.” Y es que mi corazón, que impera sobre mi razón, ha dado ya un grito de agonía, y, en medio de tanta Soledad, se ha confesado que Dios no existe. Yo sé con certeza que existo, pero sé también que podría no existir. Y Dios quizá exista, pero, al igual que el hombre, podría no existir. La existencia como un semental azul. La inexistencia como un montón de vidrios rotos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario