martes, 12 de octubre de 2010

La flor de fuego o a Cesare Pavese

Cuando venga la Muerte quiero que tenga tus ojos. Pavese vio cómo dos súbitos ojos, de violenta y dulce mirada, aparecieron en la masa de su oscuridad, de esa oscuridad que ya le impedía ver el Sol, a Pavese, al que buscaba el sentido de los hombres contemplando a los aldeanos que pasaban por el camino polvoriento. Sí, cuando venga la Muerte quiero que tenga tus ojos. Y el sufrimiento me habrá hecho caer más veces. Y la Luna, al verme, habrá llorado. Y me habrá abrazado el Alba. El hombre es un ser de alma arrodillada. Amamos la vida, pero es ella, lo que más amamos, lo que más rotundamente perderemos. Pavese alguna vez estuvo lleno de vida. Y de tanta vida, que gran parte de ésta resbalaba al balde de la Muerte. Las calles y los faroles, esos faroles que tanto amó Pavese-que tanto amó Gerard de Nerval-, son nuestro paisaje nocturno, aquel que nos lleva a perdernos dulcemente en la Bohemia, diosa rijosa y rubia. A los poetas les ha sido concedida una flor de fuego, y con ella y por ella viven.

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