domingo, 6 de junio de 2010

Cielo e infierno en Guayaquil

Hace tres semanas que vivo en Guayaquil. Soy un periodista peruano y vine a escribir una crónica sobre la ciudad. Tuve que andar mucho y entrevistar a varias personas. Cuando mi crónica estuvo lista la envié al periódico por internet. La ciudad me había gustado mucho, así que le escribí al director diciéndole que me quería quedar por un tiempo. Me ofrecí a hacer de corresponsal. El director, que me tiene mucho aprecio, accedió. Alquilé un departamento en la calle x, cerca al parque de las iguanas. Allí me fui a vivir con Cristina, una puta a la que había conocido en el Malecón del Salado. Es una mujer preciosa, con cara de muñeca y cuerpo de bacante. Me gusta muchísimo y creo que estoy enamorado de ella. Ella sigue ejerciendo su oficio, pero me ha prometido que lo dejará dentro de un tiempo. Cuando la imagino acostándose con otro siento rabia, celos y cierta excitación. Sin embargo, la dejo trabajar y no la mortifico. Tiene veintiún años, once menos que yo. Sabe hacer el amor de una manera formidable.
Ahora son las cuatro de la tarde. Cristina está descansando y yo he estado trabajando en mis poemas durante tres horas. Tengo hambre. Voy a la cocina y me preparo algo. Almuerzo, me ducho y me visto. Le escribo una nota a Cristina , diciéndole que voy a estar donde Madame Paradox. Dejo la nota en la mesa de noche y salgo del departamento. Estoy en la calle. Hace calor. Es un tórrido Invierno. Tengo ganas de beber.
Llego a la casa de Madame Paradox, en el Barrio Las Peñas. Toco el timbre. Espero. Al cabo de un rato, una sirvienta me abre la puerta. Ya me conoce. La señora está en la sala, me dice. Voy a la sala y allí encuentro a Madame Paradox, absorta ante un cuadro que cuelga de la pared. Hola, Madame, la saludo. Ella voltea a mirarme. Noto que tiene una copa llena de un líquido transparente en la mano derecha. Hola, Manuel, me dice. Hola, Madame, le digo yo. Un artista que está comenzando me ha vendido ese cuadro, me dice señalando el cuadro que miraba absorta. ¿Qué te parece?, me pregunta. Miro el cuadro. Violentos trazos rojos y negros. Tiene fuerza, le digo a Madame Paradox. Sí, la tiene, me dice ella. Pero siéntate , Manuel, por favor, olvidemos el cuadro. Me siento. ¿Vodka?, me pregunta Madame Paradox. Bueno, Madame, gracias. Desde la sala se puede ver el Guayas. Me quedo mirándolo mientras Madame prepara mi trago. Al cabo de un rato, dejo de mirar. Toma, me dice Madame Paradox, y me da mi copa. Salud, le digo. Brindamos y bebemos. Madame Paradox es una artista y una mecenas. Tiene cuarentaicinco años y es viuda hace diez. Su esposo era un pintor bastante reconocido. Ella es escultora y su obra goza de gran admiración. Yo la conocí mientras preparaba mi crónica. Fui al bello Barrio las Peñas a entrevistar a algunos artistas, y uno de ellos me habló de Madame Paradox y me recomendó entrevistarla. La entrevisté y así nos conocimos. Yo le confesé a Madame que mi verdadera pasión era la poesía. A todos mis viajes llevaba un poemario impreso, encuadernado. Se lo di a Madame, que lo leyó y lo encomió. Me dijo que ella podría publicarlo. Y me invitó a las tertulias que se realizaban todos los días en su casa. A esas tertulias iban poetas, pintores, escultores, cantantes, músicos, escritores, artistas inclasificables… Nunca faltaba el licor. Tampoco faltaban la marihuana y la coca. Madame Paradox era una mujer envejecida y hermosa. Se acostaba con quien le daba la gana. Se había acostado conmigo al poco tiempo de conocernos. Pero nunca comprometía sus sentimientos. Al acostarse con alguien, era su parte animal la que actuaba. Su parte humana era la de las conversaciones tan exquisitas sobre arte y literatura. Termino mi vodka. Has bebido rápido, me dice Madame Paradox. Sí, tenía ganas de beber, le digo. Te preparo otro trago, me ofrece ella. Bueno, acepto. Madame me prepara mi trago y me lo da. Yo miro el Guayas, de pie ante el ventanal. Madame me abraza. ¿Te pasa algo?, me pregunta. Me siento un poco deprimido, le respondo. ¿Por qué? Porque no puedo ordenar mi vida. No, no es eso, Manuel, no es que no puedas arreglar tu vida, es que no quieres arreglarla. Tal vez sea así, Madame. Es así, Manuel. Lo que tienes que hacer es escribir poesía, nada más. Creo que necesitas algo. Ahora mismo te lo preparo. Madame se sienta en el sofá y abre una pequeña caja que está sobre la mesita. En poco tiempo, prepara un troncho de marihuana. Lo enciende. Fuma. Me lo da. Fumo. Paso el humo amargo y ardiente. Todo mi cuerpo y mi cerebro se relajan. Me siento en el sofá. Madame Paradox se me acerca y me abraza. Ella es una de las responsables de que yo me haya quedado en Guayaquil. Me ofrece publicarme mi poemario, y me promete ayudarme pecuniariamente. Además, me da una bohemia invaluable.
A las nueve de la Noche, ya yo estaba borracho y muy fumado. Los tertulianos comenzaban a llegar. Entre ellos, había uno que me caía muy mal. Se llamaba Miguel. Le decían Micky. Tenía treinta años, usaba bigote, levantaba pesas y pintaba verdaderos mamarrachos. Madame Paradox decía que le inspiraba misericordia. Pero mi querida Madame no decía que Micky se acostaba con ella con cierta frecuencia. En fin, Micky llegó a casa de Madame y saludó a todos, menos a mí. Yo le caía muy mal, también. Ya habíamos discutido más de una vez. Entre los contertulios, había una mujer llamada Alexandra. Era guapísima. Nos llevábamos muy bien. Ella era bailarina de danza moderna. Me preguntó por Cristina. Yo le dije que seguramente ya estaría por llegar. A la una de la mañana, yo comencé a mirar muy inquieto el reloj. Cristina tardaba. ¿A quién esperas, Manuel?, me preguntó Micky, todo burlón. A tu madre, le respondí. Él se puso de pie. Dos pintores amigos suyos lo agarraron. Alexandra se me acercó y me dijo Bien hecho, el muy hijo de puta quería joderte. Es un idiota, le dije. ¿Cómo van tus poemas?, me preguntó ella. Estoy trabajando muy duro en ellos, ¿tu danza cómo va? Entreno día y Noche. Con razón estás tan guapa. Ay, gracias, Manuel.
A las dos de la mañana, Cristina llegó. Después de saludar a todos, se me acercó y me dijo Discúlpame, pero me tardé en el Salado. Está bien, no hay problema, pero la próxima vez llámame. Madame Paladox entró a la sala con una bandeja llena de coca. La puso en la mesita. Necesito unos tiros, le dije a Cristina, estoy muy borracho. Me coqueé desmesuradamente. Uno de los contertulios comenzó a cantar. Yo, sentado en la alfombra, fumaba un cigarrillo. Cristina estaba junto a mí. Dos guitarristas acompañaron al cantante. Quiero hacer un trío, le dije a Cristina. ¿Con quién?, preguntó ésta. Con ella, dije, y miré a Alexandra. Eres un hijo de puta. ¿A ti no te gusta? No está mal. Bueno, ya sabes qué hacer. Cristina se acercó a Alexandra y se puso a beber con ella. Yo me acerqué a la mesita, donde también había marihuana y cogí un poco. Me hice un troncho y comencé a fumar, mirando a Cristina y a Alexandra. Ambas bebían y conversaban. De rato en rato, Cristina acariciaba las mejillas de Alexandra.
Aquella madrugada, terminé acostándome con las dos. Amanecí con ellas, oliendo a ellas. Alexandra, al despertar, sintió Remordimiento. Ella misma nos lo dijo. Cristina le dijo que lo que habían hecho era algo de lo más hermoso. Pero Alexandra parecía espantada de sí misma. Yo le dije que se quedara a comer algo con nosotros. Al principio no aceptó, pero luego cedió.
He salido a caminar. Voy por el Malecón. Son las tres de la tarde. Miro el río y la isla Santay. Hace calor. Pienso en mi trabajo en el periódico. Mañana tengo que enviar mi crónica al periódico, y aún no he escrito nada. Pienso que estoy totalmente entregado a la bohemia. Voy andando hasta el Barrio Las Peñas. Allí toco el timbre de la casa de Madame Paradox. Me abre la sirvienta. Madame Paradox está en su habitación, me dice. Subo a la habitación de Madame. Al entrar, la veo fumando un troncho. Manuel, querido, me dice, no puedo dormir. Yo he dormido lo suficiente, le digo. Ven, acércate. Me acerco. Siéntate, me dice Madame. Me siento en la cama, a su lado. ¿Cómo te va con Cristina?, me pregunta. Pues bien, me va bien con ella, le respondo. ¿Ya dejó el Salado? No, todavía, pero me ha prometido que lo hará. Qué ingenuo eres. ¿Por qué? Olvídalo. Madame me da el troncho. Le doy una profunda calada.
Me quedo en casa de Madame Paradox hasta la Noche, fumando y bebiendo. A eso de las diez, me voy a casa. Cristina se ha ido a trabajar. Tengo la Soledad suficiente para escribir. Enciendo el ordenador. Entro a Word y me pongo a escribir un poema. Me cuesta trabajo hacerlo. El acto de creación es para mí un acto doloroso.
Han pasado dos horas. He terminado de escribir el poema. No me satisface. Mientras lo reviso, recuerdo la crónica que debo enviar al periódico. Me pongo a escribirla.
Ha pasado media hora. La crónica está lista. Puedo despreocuparme. Saco una bolsita de marihuana de un cajón de mi escritorio y me hago un troncho. Vuelvo a mis poemas.
Un beso me ha despertado. Un beso muy suave, con sabor a cigarro y a lápiz de labios. Manuel, mi amor, me dicen. Reconozco la voz de Cristina. Abro los ojos. La veo. Su cara de diosa infantil. Sus ojos grandes. Te has quedado dormido, me dice. Efectivamente me he quedado dormido. Estoy vestido y echado horizontalmente en la cama. Ven, te ayudo a quitarte la ropa, me dice Cristina. No, no, no te preocupes, le digo yo. Me pongo de pie. ¿Cuándo vas a dejar el trabajo?, le pregunto. Ella se queda callada un momento. Luego responde No lo sé todavía. Aún necesito dinero. A veces me da mucha cólera que seas puta.
Me desnudo y me echo a dormir. Cristina no me dice nada.
Al día siguiente, me despierto tarde. Son las cuatro de la tarde. Cristina duerme a mi lado. Me levanto Preparo la comida. Cristina despierta. Comemos juntos. A las siete, ella se va. Yo cojo el teléfono y llamo a Alexandra. La invito a tomar algo en mi departamento. Pasa media hora y ella llega. Sirvo dos copas de whisky. Hacemos un brindis. Bebemos. Hablamos de arte. Ella me cuenta algo de sus proyectos. Yo le hablo un poco de mis poemas. Ella me hace leerle uno. Me dice que le parece muy bueno. Yo le digo que es un poema que no me satisface.
Hemos bebido media botella de whisky. Estamos desnudos en la cama, luego de haber hecho el amor. Me acuerdo que Cristina quedó en encontrarse conmigo en la casa de Madame Paradox a las once de la Noche. Ya son las once y media. Alexandra y yo nos vestimos y salimos rumbo a casa de Madame Paradox. Al llegar, no encuentro a Cristina. Madame Paradox me llama y juntos nos vamos a un rincón de la sala. Se fue con Micky, me dice Madame. ¿Hace cuánto? Hace quince minutos. Gracias, Madame.
Resolví pasar la velada en compañía de Alexandra. Juntos bebimos, cantamos, bailamos, fumamos marihuana, inhalamos cocaína. Madame Paradox cantaba como una calandria. Esa vez, mientras cantaba, se quedó paralizada un momento y se tocó el pecho. Todos nos asustamos. Madame dijo que a lo mejor se había pasado con la coca. Y siguió cantando. Cuando todo terminó, a eso de las nueve de la mañana, me fui con Alexandra a su casa. Hicimos el amor como dos condenados a muerte. Desperté a las cinco de la tarde. Regresé a mi departamento. Cristina me esperaba. ¿Dónde estabas?, me preguntó. Por ahí, le respondí. Ayer no te pude esperar, tardaste mucho. Y por eso te fuiste con Micky, ¿no? No sé por qué me fui con él, soy una tonta. ¡Por qué demonios tuviste que haberte ido con él! ¡Yo odio a ese tipo! ¡Eres una puta! Sí, lo soy, por eso hago ese tipo de cosas. A veces te odio, Cristina. ¿Ahora me odias? Sí. Y por qué no me pegas. Vamos. Pégame. Hazlo. ¡No me provoques, Cristina! Pégame. Vamos. Pégame. No sabes cómo lo hace ese Micky. No sabes cómo lo mete…
Le di una bofetada a Cristina. Ella cayó al suelo. Yo salí del departamento. Fui a la casa de Madame Paradox. Al entrar a la sala, Madame Paradox exclamó Miren quién llegó. El mejor poeta de Latinoamérica. Todos me saludaron en voz alta y algunos aplaudieron. Vi a Micky entre los contertulios. ¡Hijo de puta!, le dije. Lo cogí sentado. Le di todos los puñetes que pude antes de que me agarraran. Le di en la cara y lo hice sangrar. Me cogieron entre varios y me llevaron al otro lado de la sala. ¡Tranquilícense todos!, exclamó Madame Paradox. Todos se calmaron. Ese hijo de puta me ha roto tres dientes, decía Micky. ¡El que quiera pelear se va afuera!, dijo Madame Paradox. La reunión continuó. Cuando Madame Paradox estaba cantando, se calló y se tocó el pecho. En su rostro había un rictus de dolor. Madame, es mejor que ya no inhale cocaína, le puede estar dando un infarto, dijo uno de los invitados. Madame Paradox se calmó e inhaló más coca. Siguió cantando. Yo pensé que Madame se moriría en cualquier momento.
Son las diez de la mañana. Recién salgo de casa de Madame. Estoy algo confundido. No sé qué hacer con Cristina. No sé si seguir viviendo con ella. Pienso que tal vez sería mejor dejarla e irme a vivir con Alexandra. Pero no sé. No estoy seguro de nada. Llego a casa. Cristina duerme. No me apetece echarme a su lado. Me tiendo en el sofá y me quedo dormido.
Despierto. Son las seis de la tarde. Cristina está cocinando. Me incorporo. Hola, me dice Cristina. Hola, le respondo. ¿Cómo estás? Con algo de resaca. ¿Fuiste donde Madame? Sí. Y estaba Micky. Le saqué la mierda. Cristina se quedó muda. Luego se acercó a mí y me dijo ¡No sé por qué hice eso! ¡Perdóname! ¡Por favor perdóname! Yo no decía nada. Cristina se arrodilló. Yo traté de hacer que se pusiera de pie. Necesito tiempo, dije luego. Y salí del departamento. Comí algo en la calle y después me fui a casa de Madame Paradox. Estaba semiincorporada en su cama. ¿Cómo estás?, me preguntó. No muy bien, le respondo. ¿Qué pasa? ¿ Es Cristina? Sí, ella y otras cosas. La vida es un infierno, Manuel, ya deberías saberlo. ¿Por qué crees que yo organizo las tertulias? Las organizo para olvidar el dolor. Y cumple con su objetivo, Madame. Sí, pero ahora me estoy comenzando a enfermar. Ahora me duele el pecho. Pero no voy a ir al doctor. Sé que me dirá que debo dejar este tipo de vida. Y yo no pienso hacerlo. Si lo hiciera perdería mi cielo precario y me consumiría en el infierno. Callamos. Al cabo de un rato, Madame me dijo Ven y hazme el amor. Obedecí de buena gana.

2 comentarios:

  1. Muy bueno, me gustó bastante, estuvo bien limpio. Te felicito quedó excelente.

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  2. Además una muy buena creación de los personajes y trama, muy buen en verdad.

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