lunes, 21 de junio de 2010

La Esperanza

La Esperanza es una virtud, pero también es una maldición. Todo el que haya esperado algo lo sabe. Cuando se espera a ciegas, sin saber cuándo llegará el objeto de nuestra espera, la Esperanza se convierte en un tormento. En el “Prometeo encadenado”, de Esquilo, el titán dice “Hice que los mortales dejaran de andar pensando en la muerte antes de tiempo.” Entonces el Corifeo le pregunta “¿Qué medicina hallaste para esa enfermedad?” Y el titán responde “Puse en ellos ciegas esperanzas.” Prometeo fue cruel sin quererlo. A veces pienso que Zeus lo condenó al tormento de los buitres no por robar el fuego sagrado, sino por poner ciegas esperanzas en los hombres. Tenemos Esperanza, pero ésta es vana. Nos sirve para consolarnos, no para salvarnos. Teognis de Mégara escribió “La Esperanza es la única diosa que habita entre humanos/las demás se marcharon, dejándola atrás, al Olimpo.” La Esperanza es una deidad que habita con nosotros. Nos es fiel, nos ayuda, nos reconforta. Pero no deja de ser una deidad nociva. Todo el que espera, espera en vano. Dice Kierkegaard “Se debe herir de muerte a la esperanza terrenal, pues sólo entonces nos salva la esperanza verdadera.” Hay que aniquilar a la Esperanza. Es un espejismo, una ilusión, una virtud mentirosa. Dice Camus “Me doy cuenta ahora, por tanto, de que la esperanza no puede ser eludida para siempre y que puede asaltar a los mismos que se creían liberados de ella. “ No podemos vivir sin Esperanza, aunque ésta sea un tormento. La necesitamos, por eso dejamos que regrese y que nos asalte. La Esperanza es un buitre. Nos devora las entrañas cada día. Nadie escapa al tormento de la Esperanza.

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