miércoles, 1 de septiembre de 2010

Acerca del dolor

No puedo comprender mi dolor, sólo lo siento. He caído en zarzas secas, sin teofanías. Al mirar el Sol, sólo siento Remordimiento. Cuál es el origen de mi dolor. En verdad no lo sé. Simplemente siento dolor, y me quedo clavado en él. No creo que comprendiendo mi dolor logre aliviarlo. La comprensión del mismo quizá engendre más dolor. Sin embargo, el hombre tiene el maldito deseo de comprender. Cree que comprendiendo se hará feliz. Cree que comprendiendo le pondrá fin a sus cuitas. El dolor crece mientras más se le comprende. Pero por qué demonios siento dolor, tanto dolor. Me gustaría ponerle fin. Quizá el dolor que siento sea el dolor de ser hombre. O tal vez sea el dolor de haber perdido en algún momento la ilusión. ¿Será quizá el dolor de no saber quién soy? Yo creía que el dolor tenía su nacimiento y su muerte, pero he aquí que me encuentro con un dolor que nació no sé cuándo y que no muere. La vida es dolor. Y el dolor es la dicha de estar vivo. El río desemboca en el Mar, y lo envidio. A mí, río humano, me gustaría desembocar en un Mar último y primero, para olvidarlo todo, para ser una onda errante, una onda con conciencia y sin dolor. No le temo al dolor. Vivo con él desde hace mucho. Vivo con el dolor preguntándome Por qué tanto dolor incomprensible. Por qué. Nadie me preguntó si aceptaba ser hombre. Nadie me preguntó si aceptaba sentir dolor día tras día. No existe la máscara del dolor, sólo su rostro verdadero. Ese rostro que hay que arrancar de forma sangrienta.

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