jueves, 16 de septiembre de 2010

A un hombre que pasaba por allí

Un hombre pasa devorándose a sí mismo
Ya no oye a los pájaros que cantan,
ni mira los álamos agitados por el viento
Sólo se devora, dolorido, insomne, entero
Sueña con olas que rompen en su frente
y con gaviotas que echan a volar justo cuando
adviene el Alba
No piensa en nada, su cabeza está hecha astillas
No anhela nada, el cóndor del anhelo ya no intenta
sacarle los ojos
Camina sin rumbo, abocado a su quehacer destructivo
Ya sabe a qué sabe su yo
Ya sabe a qué sabe su agonía
Se va comiendo, con real apetito
Se va comiendo mientras eyacula por vez postrera,
mientras orina y defeca y sangra
Pasa por la ciudad, por las viejas calles
y las grandes avenidas, masticando,
tragando, atragantándose
¿Qué quedará de él?
Nada, ni una brizna de su yo
Yo lo veo pasar y comprendo
Comprendo esa forma fatal de deshacerse
Lo veo devorarse
Y comprendo que devorarse es vivir

No hay comentarios:

Publicar un comentario