viernes, 10 de septiembre de 2010

La condena

Quisiera no estar condenado,
no esperar mi descenso al Hades umbrío,
muriéndome de miedo, sin Esperanza
Quisiera no estar condenado,
no oír los ladridos de los perros del Infierno,
no poder escuchar al ruiseñor del Insomnio
Quisiera no estar condenado,
no pender del capitel del cenit,
no ungir mi cuerpo con perfumes y aceite
La pradera está llena de cabezas de querubes,
y en la vega yacen alas sangrantes
Condenado a muerte desde que nací,
condenado a la sombra postrera,
a la insatisfacción y al fracaso
Quisiera ser otro, para escapar a mi condena,
para que mi alma no sea pasto de los cerdos,
y para que mi cerebro no sea comido por los buitres
El Sol se burla de mi miedo
La vida es una condena sin causa
¿Cómo escapar de ella?
Las águilas caen sobre mi almohada
El ibis momificado del recuerdo canta entre los juncos
Mis ofrendas han sido rechazadas
Igual seré un condenado, hasta cumplir con mi pena
Y, consciente de ello, lucho con el lobo hambriento,
con el lobo que mató al dios
He sido condenado entre los árboles,
y he oído, al lado de la música mía-
Lúgubre, azorada, sombría-,
La música dorada de los pájaros
Un rorro duerme en los trigales, al mediodía
Aún ignora su condena
El Cielo zarco se refleja en sus ojos culpables

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