lunes, 13 de septiembre de 2010

Resistencia

Que aguante el que pueda. Sí, que el que pueda resista la vida y sus cuitas, la vida y sus dichas, la vida y su horripilante baba espesa, amarillenta. Yo confieso que aguanto a duras penas. ¿Pero cómo vive tanta gente aparentemente tan feliz? No sé de dónde provenga su Beatitud, pero los envidio, claro está. El Sol se desternilla de risa cada vez que me ve instalado en un día nuevo. Porque ya me acostumbré a vivir. Porque ya me acostumbré a la vida. Y no podría existir de otra forma. Pero, de todas formas, vivir me duele. Es un dolor hondo, rojo, sombrío. Es un dolor sin explicaciones, un dolor animal, insoportable, lancinante. El Mundo es una selva oscura por la que andamos perdidos. ¿Cómo podemos vivir siempre en una selva oscura? Que aguante el que pueda, que aguante el que pueda. Es una cuestión de resistencia. Los chopos se trasparentan bajo el Sol. Junto a la fuente suspira el azahar. Las azucenas crecen en el pecho de una mujer. Cada uno está solo con su dolor. Y el dolor es una llama que acosa nuestra frente, que azora nuestras manos, que reprime nuestra boca. Mi alma mortal está herida. Cada una de sus heridas escarlata supura un pus ambarino. Y que aguante el que pueda. Sí, que aguante el que pueda.

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