martes, 21 de septiembre de 2010

Salvación

El niño tenía miedo
Le habían dicho que tenía que salvar su alma
Y para eso debía ser una buena persona,
un buen creyente,
un cristiano ejemplar
Pero el niño se preguntaba de qué debía salvarse
Salvarme, ¿pero salvarme de qué?
Tal era su pregunta irresoluble
Si no te portas bien tu alma se perderá, le decían
Y él temía por su alma, temblaba azorado
con el cerebro lleno de hormigas rojas
Como búfalos fuera de sí sus pensamientos
corrían aplastando ángeles
La araña de la duda lamía su cuello
y el plañido de la garza desmembraba su Tristeza
Cuando miraba al Sol desgreñado sentía miedo
Y el Sol despedía amarillas carcajadas
sobre el alma en sombra del niño
¿De qué hay que salvarse?
¿De los perros infernales que codician las almas?
¿De los sacrificios del amor?
¿De los aullidos que despiertan la desesperación?
El alma del niño se volvió nocturna
Oscura, callada, temerosa,
rezaba al Cielo silencioso
Algo le decía que su alma era mortal
Algún día perderé mi alma, se decía
De todas formas, haga lo que haga,
la perderé
Aun así, quería salvarse
¿Pero salvarse de qué? ¿De qué?
El niño creció y ahora es un hombre condenado
que mira al Cielo con el alma agonizante

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